Boletín UNAM-DGCS-628
Ciudad Universitaria
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final del boletín
SON ESTIGMAS TERRITORIALES INSTRUMENTO DE DIFERENCIACIÓN SOCIAL Y VIOLENCIA
· Se construye una imagen en la que prevalece una profunda desacreditación de aquellos lugares denominados zonas marginadas o de “alto índice de peligrosidad”: Maribel Rivera López, del Centro Cáritas de Formación
Al participar en el Foro Internacional sobre Juventud ¿Divino tesoro?, organizado por la Escuela Nacional de
Trabajo Social, el integrante del Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS) expuso que, por un lado, estas connotaciones hacen presente, remarcan, pero también
establecen y afirman que no todos somos iguales.
“Estos estigmas territoriales crean la ilusión de estar escindidos de
la estructura social y con ello plantean una desigualdad natural”, explicó en
el panel Investigaciones sobre jóvenes y
exclusión social.
Señaló que ellos pesan sobre los sectores populares y tienden a hacer
énfasis en el tema de la inseguridad y, en cierta medida, a hacer una
criminalización de la pobreza.
En
realidad, explicó, se trata de un desplazamiento de una inestabilidad social
mucho más amplia hacia ciertos sectores, un intento por concentrar y
objetivizar el clima que caracteriza a las condiciones socioeconómicas actuales
en un grupo social particular. La violencia, delincuencia y ciertos grupos
aparecen como la materialización de este sentimiento a escala ciudadana.
Tales
estigmas bloquean los encuentros y contribuyen aún más a la desconfianza, al
desconocimiento sobre el otro, así como a fomentar el aislamiento social y la
segregación, consideró.
Esta
última tiene una gran influencia en los encuentros personales, y su repercusión
se debe a que se acompaña de la separación de todos los ámbitos. En la ciudad
no existen espacios de interacción entre los diferentes sectores de la
población, entre un chico de las Lomas y otro de Iztapalapa, y hasta escuelas y
hospitales que podrían serlo, son privados, reconoció.
Estas
figuras comienzan a marcar zonas que no es conveniente visitar, donde no hay
que bajar las ventanillas del auto, donde es mejor moverse en un taxi de sitio,
etcétera. Es decir, se delimitan zonas prohibidas, que no son sino el “reverso
del aislamiento social”.
Precisó Gonzalo
Saraví, que distintos sectores reconocen sus propias zonas prohibidas y eso
repercute no sólo en sus respectivas prácticas, sino en algo más importante,
sus consecuencias se perciben en la estructura social misma. La presencia y los
encuentros se reducen, la interacción disminuye, el desconocimiento mutuo crece
y los prejuicios se constituyen en el principal mecanismo de aproximación al
otro.
A
su vez, Maribel Rivera López, del Centro Cáritas de Formación, dijo que la
situación de pobreza urbana se evidencia a través de asentamientos humanos que
dan lugar a la conformación de zonas en condiciones de marginalidad.
“No
es la única forma en la que se manifiesta la pobreza –aclaró–, pero sí la
podemos ver a través de los territorios en los cuales se aprecian condiciones
escasas de desarrollo social, situaciones precarias de vida de quienes se
encuentran habitando esos espacios”.
Pero
esos lugares también plantean la necesidad de controlarlos, identificarlos, de
manera que sea posible mantener lo más distante la amenaza que representan,
añadió.
Los
criterios que se construyen para clasificar un sitio se realizan a partir de
indicadores de pobreza, hacinamiento, número de delitos cometidos, presencia de
bandas, entre otros, que dan origen a clasificaciones y etiquetas con las que
se pueden identificar diversas zonas para tomar ciertas medidas, tanto social
como individualmente, por ejemplo, decidir entrar o no en esa área, pasar por
ella o visitar a una persona dentro de la misma, reveló.
Socialmente
se construye una imagen en la que prevalece una profunda desacreditación, una
mala reputación que se le atribuye a aquellos lugares denominados zonas
marginadas, de alto índice de peligrosidad, explicó.
De
las posibles causas a las que se puede adjudicar la negatividad en la imagen de
dichos sitios, la sociedad ha centrado su mirada en los jóvenes que ahí
radican. Ellos encarnan este estigma, sostuvo Rivera López.
Así,
los muchachos de estos lugares viven una situación de doble desventaja, por el
simple hecho de serlo y por vivir en un territorio estigmatizado, a pesar de
que no todos ellos delinquen, se drogan o forman bandas, consideró.
De
hecho, dijo, esos últimos conforman un sector poco estudiado, desapercibido o
“invisible”. Se trata de chicos que son padres y madres de familia a temprana
edad, con secundaria terminada, subempleados y que comparten el mismo espacio
con sus mayores.
Otra minoría son los
solteros tratando de avanzar en sus estudios o trabajando en negocios
familiares, enfrentados al dilema de irse o quedarse en su barrio, agregó.
Esos
jóvenes invisibles, según la experta, poseen una red subjetiva restringida,
poco articulada, con relaciones limitadas a sus vínculos centrales y cuyo
soporte se reduce a sobrellevar situaciones emergentes, como la violencia
intrafamiliar, indicó.
Sin
embargo, finalizó, el estigma envuelve al territorio designado y a todo lo que
hay en él; niños, jóvenes, adultos mayores, clases, grupos, instituciones,
todos cargan con esa “sombra”. Ese proceso de homogeneización repercute en la
vida cotidiana de las personas cuando se trata de conseguir un empleo, de
ingresar a una escuela, de convivir con otras personas de sitios diferentes o
de ampliar su red de relaciones.
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PIES DE FOTO
FOTO 01
En la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM se realizó el panel Investigaciones sobre jóvenes y exclusión
social, dentro del Foro Internacional sobre Juventud ¿Divino tesoro?
FOTO 02
Los jóvenes que habitan territorios
estigmatizados viven una doble desventaja, a pesar de que no todos delinquen,
se drogan o forman bandas, dijo en la UNAM la especialista Maribel Rivera.
FOTO 03
Gonzalo Saraví, del CIESAS, aseguró
en la UNAM que los estigmas territoriales marcan zonas que no es conveniente
visitar, es decir, delimitan áreas prohibidas, el “reverso del aislamiento
social”.