06:00 hrs.  11 de Julio de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-528

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

LA PORNOGRAFÍA TERGIVERSA EL SENTIDO DE LA SEXUALIDAD Y EL EROTISMO EN LA LITERATURA

 

·        Al ser una reiteración constante de la genitalidad, ha dado lugar a que la gente la considere erótica, destacó Juan Antonio Rosado, profesor de la FFyL de la UNAM

·        Es una representación anónima, fuera de contexto, con un argumento minimalista y sin personajes, subrayó

·        A su contraparte le interesa el ritual, la ceremonia, el juego, la imaginación, y  también interviene la razón, precisó

 

La banalización de la pornografía ha tergiversado el sentido de la sexualidad y el erotismo en la literatura. Al ser una reiteración constante de la genitalidad, ha dado lugar a malos entendidos, porque mucha gente piensa que este material comercial y barato es erótico, afirmó Juan Antonio Rosado, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

 

En ese sentido, destacó, considerar a esa actividad como una industria no tiene nada que ver con el arte. Por ello, ahora se necesita retornar a su espíritu original y no desviar la escritura hacia la vulgarización del sexo.

 

En su etimología, indicó, es una descripción de la prostitución. En realidad, se trata de una genitalidad descontextualizada, sin personajes con dimensiones sociales, históricas o psicológicas y, por lo mismo, resulta repetitiva. Es una representación anónima y fuera de contexto, con un argumento minimalista.

 

Hay quienes centran la diferencia entre erotismo y pornografía en que la segunda trata de estimular la libido del espectador. Sin embargo, “si el arte, como bien lo sabían ya los antiguos hindúes, puede generar angustia, llanto o cualquier sensación, por qué no habría de producir excitación sexual”, enfatizó.

 

El primer fenómeno se ejerce en la intimidad, en cambio lo sicalíptico debe representarse de forma gráfica en la literatura, fotografía y cine, pero sin calidad artística, aseveró.

 

A su contraparte le interesa el ritual, la ceremonia, el juego, la imaginación y, por supuesto, también interviene la razón. De hecho, dijo, en tratados como el Kamasutra, en los textos japoneses y egipcios, hay racionalidad. Son libros casi matemáticos, porque clasifican aspectos como tipos de mujeres y hombres, y las mejores posiciones para ellos.

 

El erotismo es la transformación de la actividad coital en una fiesta de los sentidos, en una representación por medio del raciocinio, dos ingredientes humanos; por ello, es cultural. Además, no le interesa sólo la satisfacción de un instinto sino lo lúdico, tampoco se ocupa de la reproducción, puntualizó.

 

Esta actividad, abundó, desvía los fines naturales y en eso se parece a  las letras y la poesía, cuyo propósito primordial es transformar la comunicación en arte. En ese sentido, se trata de un producto del refinamiento. No obstante, el cristianismo, con excepción de las llamadas sectas gnósticas “libertinas” de los primeros siglos de nuestra era, redujo el ejercicio de la sexualidad a la conformación familiar y ésta, a su vez, sólo dentro del matrimonio.

 

San Pablo consideraba que la única función de la mujer era la crianza. El mismo Jesús, en el Evangelio, secó una higuera sólo porque no dio frutos, refirió. Esta religión va más lejos, pues niega la realidad por un supuesto más allá, y al negarlo hace lo mismo con el cuerpo, sus funciones y el placer.  Así, dijo, el erotismo es por esencia libertario, pues sólo le interesa el goce y la vida. Al condenarlo, se reduce la función del sexo.

 

Juan Antonio Rosado recordó que una de las primeras artes eróticas que describe posiciones sexuales surgió en Egipto y es el Papiro de Turín, donde incluso hay actividad con animales, señaló. En Japón, a los niños se les enseñaban las distintas formas por medio de estatuitas. Los hindúes tuvieron muchas obras, pero las más importantes son el Kamasutra y el Anangaranga.

 

En la cultura judeocristiana el Cantar de los Cantares del Antiguo Testamento está casi por milagro. Se rescató gracias a un rabino llamado Akiva, quien lo interpretó como una alegoría del amor de Dios a sus criaturas, precisó.

 

Durante mucho tiempo se consideró la obra de Francoise Rabelais (1492-1553), Pantagruel y Gargantúa, donde hay alusiones sexuales, como perversa. Los cuentos de Canterbury y El Decamerón también fueron clasificados como obscenos durante mucho tiempo. Lo mismo sucedió con Fanny Hill y El arte de las putas, el cual fue prohibido por la Inquisición en la Nueva España, destacó.

 

Dentro de la cultura cristiana las grandes obras del erotismo son arropadas con un lenguaje místico, tal es el caso de los poemas de San Juan de la Cruz, donde habla de la fusión con el amado y recurre a alusiones libidinales, o los textos de Santa Teresa de Ávila en el mismo tenor, expresó.

 

Todas las demás publicaciones sobre este tema se encuentran dentro del ámbito profano. Así, en el siglo XVIII encontramos al Marqués de Sade y todas las descripciones de cómo ejercía su sexualidad la aristocracia francesa, mencionó.

 

George Bataille, agregó, es uno de los grandes teóricos del erotismo y autor de novelas transgresoras. A partir de él surgen muchos títulos en el siglo XX, como una anónima titulada Irene, Edén, Edén, Edén; El amante de Lady Chatterley; Trópico de Cáncer; Trópico de Capricornio; Sexus, plexus y nexus, y Laura.

 

Después vendrán otros escritores como Alberto Moravia, Salvador Elizondo y Juan García Ponce. Aunque en México dos de los grandes precursores de este tema son José Juan Tablada y Efrén Rebolledo, apuntó.

 

En nuestro país esta temática ha sido abordada desde finales del siglo XIX y principios del XX, pero a través de la poesía. No fue sino hasta los años 60 cuando se empezó a tratar este rubro a través de la narrativa, pero con profundidad y sin un sentido moralista, concluyó.

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FOTO 01

La pornografía es una representación anónima, fuera de contexto, con un argumento minimalista y sin personajes, subrayó Juan Antonio Rosado, profesor de la FFyL de la UNAM.

 

FOTO 02.

Al ser una reiteración constante de la genitalidad, la pornografía dio lugar a que la gente la malentienda como obra de arte, señaló el profesor de la UNAM Juan Antonio Rosado.