Boletín UNAM-DGCS-528
Ciudad Universitaria
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final del boletín
LA PORNOGRAFÍA TERGIVERSA EL SENTIDO DE LA SEXUALIDAD Y EL EROTISMO EN LA LITERATURA
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Al ser una reiteración constante de la genitalidad, ha dado lugar a que
la gente la considere erótica, destacó Juan Antonio Rosado, profesor de la FFyL
de la UNAM
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Es una representación anónima, fuera de contexto, con un argumento
minimalista y sin personajes, subrayó
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A su contraparte le interesa el ritual, la ceremonia, el juego, la
imaginación, y también interviene la
razón, precisó
La banalización de la
pornografía ha tergiversado el sentido de la sexualidad y el erotismo en la
literatura. Al ser una reiteración constante de la genitalidad, ha dado lugar a
malos entendidos, porque mucha gente piensa que este material comercial y
barato es erótico, afirmó Juan Antonio Rosado, profesor de la Facultad de
Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
En ese sentido, destacó,
considerar a esa actividad como una industria no tiene nada que ver con el
arte. Por ello, ahora se necesita retornar a su espíritu original y no desviar
la escritura hacia la vulgarización del sexo.
En su etimología, indicó, es
una descripción de la prostitución. En realidad, se trata de una genitalidad
descontextualizada, sin personajes con dimensiones sociales, históricas o
psicológicas y, por lo mismo, resulta repetitiva. Es una representación anónima
y fuera de contexto, con un argumento minimalista.
Hay quienes centran la
diferencia entre erotismo y pornografía en que la segunda trata de estimular la
libido del espectador. Sin embargo, “si el arte, como bien lo sabían ya los
antiguos hindúes, puede generar angustia, llanto o cualquier sensación, por qué
no habría de producir excitación sexual”, enfatizó.
El primer fenómeno se ejerce
en la intimidad, en cambio lo sicalíptico debe representarse de forma gráfica
en la literatura, fotografía y cine, pero sin calidad artística, aseveró.
A su contraparte le interesa
el ritual, la ceremonia, el juego, la imaginación y, por supuesto, también
interviene la razón. De hecho, dijo, en tratados como el Kamasutra, en los
textos japoneses y egipcios, hay racionalidad. Son libros casi matemáticos,
porque clasifican aspectos como tipos de mujeres y hombres, y las mejores
posiciones para ellos.
El erotismo es la
transformación de la actividad coital en una fiesta de los sentidos, en una
representación por medio del raciocinio, dos ingredientes humanos; por ello, es
cultural. Además, no le interesa sólo la satisfacción de un instinto sino lo
lúdico, tampoco se ocupa de la reproducción, puntualizó.
Esta actividad, abundó, desvía los fines naturales y en
eso se parece a las letras y la poesía,
cuyo propósito primordial es transformar la comunicación en arte. En ese
sentido, se trata de un producto del refinamiento. No obstante, el
cristianismo, con excepción de las llamadas sectas gnósticas “libertinas” de
los primeros siglos de nuestra era, redujo el ejercicio de la sexualidad a la
conformación familiar y ésta, a su vez, sólo dentro del matrimonio.
San Pablo consideraba que la
única función de la mujer era la crianza. El mismo Jesús, en el Evangelio, secó
una higuera sólo porque no dio frutos, refirió. Esta religión va más lejos,
pues niega la realidad por un supuesto más allá, y al negarlo hace lo mismo con
el cuerpo, sus funciones y el placer.
Así, dijo, el erotismo es por esencia libertario, pues sólo le interesa
el goce y la vida. Al condenarlo, se reduce la función del sexo.
Juan Antonio Rosado recordó que una de las primeras artes
eróticas que describe posiciones sexuales surgió en Egipto y es el Papiro de
Turín, donde incluso hay actividad con animales, señaló. En Japón, a los niños
se les enseñaban las distintas formas por medio de estatuitas. Los hindúes
tuvieron muchas obras, pero las más importantes son el Kamasutra y el Anangaranga.
En la cultura judeocristiana
el Cantar de los Cantares del Antiguo Testamento está casi por milagro. Se
rescató gracias a un rabino llamado Akiva, quien lo interpretó como una
alegoría del amor de Dios a sus criaturas, precisó.
Durante mucho tiempo se
consideró la obra de Francoise Rabelais (1492-1553), Pantagruel y Gargantúa,
donde hay alusiones sexuales, como perversa. Los cuentos de Canterbury y El
Decamerón también fueron clasificados como obscenos durante mucho tiempo. Lo
mismo sucedió con Fanny Hill y El arte de las putas, el cual fue prohibido por
la Inquisición en la Nueva España, destacó.
Dentro de la cultura cristiana
las grandes obras del erotismo son arropadas con un lenguaje místico, tal es el
caso de los poemas de San Juan de la Cruz, donde habla de la fusión con el
amado y recurre a alusiones libidinales, o los textos de Santa Teresa de Ávila
en el mismo tenor, expresó.
Todas las demás publicaciones
sobre este tema se encuentran dentro del ámbito profano. Así, en el siglo XVIII
encontramos al Marqués de Sade y todas las descripciones de cómo ejercía su
sexualidad la aristocracia francesa, mencionó.
George Bataille, agregó, es
uno de los grandes teóricos del erotismo y autor de novelas transgresoras. A partir
de él surgen muchos títulos en el siglo XX, como una anónima titulada Irene, Edén,
Edén, Edén; El amante de Lady Chatterley; Trópico de Cáncer; Trópico de
Capricornio; Sexus, plexus y nexus, y Laura.
Después vendrán otros
escritores como Alberto Moravia, Salvador Elizondo y Juan García Ponce. Aunque
en México dos de los grandes precursores de este tema son José Juan Tablada y
Efrén Rebolledo, apuntó.
En nuestro país esta temática
ha sido abordada desde finales del siglo XIX y principios del XX, pero a través
de la poesía. No fue sino hasta los años 60 cuando se empezó a tratar este
rubro a través de la narrativa, pero con profundidad y sin un sentido
moralista, concluyó.
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La pornografía es
una representación anónima, fuera de contexto, con un argumento minimalista y
sin personajes, subrayó Juan Antonio Rosado, profesor de la FFyL de la UNAM.
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Al ser una reiteración constante de la genitalidad, la pornografía dio lugar a que la gente la malentienda como obra de arte, señaló el profesor de la UNAM Juan Antonio Rosado.