Boletín UNAM-DGCS-263
Ciudad Universitaria
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NO HAY CONSENSO EN CUANTO AL ALCANCE DE UNA NORMATIVIDAD LINGÜÍSTICA
·
Ello a pesar de que los hablantes y
especialistas coinciden en que existen normas en el uso de la lengua, indicó
María Ángeles Soler, investigadora del IIFl de la UNAM
·
Cecilia Rojas Nieto, de esa entidad,
consideró que el binomio normatividad y uso lingüístico constituye una zona de
contraste que atiende a la fenomenología lingüística
·
El investigador José Moreno de Alba
consideró que las academias no pueden renunciar a su labor normativa, porque
ello justifica su propia existencia
· Participaron en la inauguración del coloquio Normatividad y uso lingüístico
A pesar de tener conciencia de
que existe o debe haber cierta normatividad en el uso de la lengua, en la
actualidad ni los hablantes, ni los lingüistas coinciden en cuanto a su
definición ni al alcance de su aplicación, afirmó María Ángeles Soler, miembro
del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM.
Esta falta de coincidencia se
explica porque dicha palabra se utiliza en varios sentidos. Para algunos la
regla se identifica con su ejercicio (ámbito del ser), mientras que para otros
es una prescripción, es decir, una disposición impuesta a su empleo, señaló en
la inauguración del Coloquio Normatividad y uso lingüístico.
No obstante, precisó, el
problema va más allá de lo puramente lingüístico. Tiene que ver con aspectos
relacionados con las ideologías, actitudes y presuposiciones; así como con los
valores sociales y culturales vinculados al prestigio, estigmatización y poder
entre los individuos, sociedades y naciones.
En ese contexto, el Coloquio
está enfocado a averiguar la interacción que resulta de la influencia o falta
de cierta normatividad aplicada en el uso de la lengua, en diferentes
actividades de los seres humanos, indicó en el Aula Magna del IIFl.
Por ello, mencionó, en esta
ocasión, se ha pedido a varios colegas especialistas en distintos aspectos del
quehacer político, que expongan sus reflexiones sobre la manera como consideran
que influye en su ámbito laboral la regulación lingüística.
En su oportunidad, Cecilia
Rojas Nieto, coordinadora del Centro de Lingüística Hispánica del IIFl,
consideró: “El binomio que denomina a este encuentro –normatividad y uso
lingüístico–, constituye una zona de contraste que, por un lado, atiende a la
fenomenología lingüística, diversa, social, geográfica y temporalmente
distribuida, a la cual se suele visitar con un ánimo descriptivo-explicativo”.
Por otro lado, agregó,
contempla los requerimientos concretos del uso instrumental de la lengua,
asociada a criterios prácticos de eficacia, solución de problemas y obtención
de metas.
Asimismo, tiene que ver con
una visión comprometida con lo social, la cual cobija las posiciones
normativas, aunque encubierta bajo valores de conocimiento adecuado, historia,
tradición, buen gusto o estética, dijo.
Al participar en la mesa La
normatividad lingüística, Raúl Ávila, académico de El Colegio de México,
aseveró que por lo menos en los medios latinoamericanos se puede hablar de
conductores cuya lengua española no tiene tanta marca del país de origen.
Como consecuencia de la
actitud globalizadora, indicó, muchas veces no se sabe cuál es la nacionalidad
de los locutores y esa parte lingüística se extiende más allá de las fronteras
políticas.
Hoy, a los medios no les
interesan las nacionalidades, y si uno quiere estudiar su lenguaje
inevitablemente en ellos tiene más que ver la variación que los países. Por lo
tanto, la norma de mayor uso para éstos es la fonética, sostuvo.
Así, ejemplificó, en noticias,
telenovelas y deportes hay un 99 por ciento de palabras de uso internacional.
De hecho, sólo algunas pocas son propias del país transmisor.
En su oportunidad, José Moreno
de Alba, investigador del IIFl, consideró que las academias no pueden renunciar
a su labor normativa, porque ésta es la que justifica en buena medida su propia
existencia.
Por ello, precisó, la Real
Academia Española en colaboración con la Asociación de Academias de la Lengua
Española terminó de preparar el Diccionario Panhispánico de Dudas, el cual es
un instrumento que ayudará a los usuarios del español a resolver de manera
integral las abundantes inquietudes que pueden referirse a asuntos fonológicos,
fonéticos, morfológicos, sintácticos, semánticos, entre otros.
Desde el punto de vista
puramente lingüístico no hay dialectos mejores ni peores; sin embargo es obvio
que cada uno de éstos gozan de diverso prestigio e importancia; por ello, en el
diccionario no se incluyó este aspecto, el cual además de ser innecesario,
puede resultar inconveniente, argumentó.
Sin embargo, en esta
publicación se consideró más conveniente tomar en cuenta tres criterios:
primero, la corrección en cuanto se refiere al sistema lingüístico abstracto;
segundo, para la mayoría de las recomendaciones que no estuvieran relacionadas
con incorrecciones sistemáticas, no hubo necesidad de considerar ejemplaridades
particulares de tal o cual dialecto, pues pertenecían a la llamada lengua
española estándar.
En tercer lugar, sólo cuando
convino, se tomaron en cuenta las ejemplaridades propias de los dialectos,
cuando éstas no contradijeron la corrección lingüística o iban apoyadas por
variaciones geográficas, concluyó.
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Cecilia
Rojas Nieto, José Moreno de Alba y Raúl Ávila luego de su participación en el
coloquio Normatividad y Uso Lingüístico, efectuado en el Instituto de
Investigaciones Filológicas de la UNAM.
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2.
En la actualidad ni los hablantes, ni los lingüistas coinciden en cuanto a la definición y alcance de la aplicación de la normatividad lingüística, afirmó María Ángeles Soler, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.