Boletín UNAM-DGCS-151
Ciudad Universitaria
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PARTICIPAN CIENTÍFICOS DE LA UNAM EN DESCUBRIMIENTO DE MATERIA PERDIDA EN EL UNIVERSO
Un
grupo de diez científicos del Instituto de Astronomía de la UNAM, encabezado
por Fabrizio Nicastro, colaboró en la detección de materia escondida entre dos
enormes nubes intergalácticas de gas difuso y caliente, cuya existencia se
predijo de forma teórica y por simulaciones numéricas.
Gracias
a su identificación por el observatorio espacial Chandra de Rayos X,
dependiente de la NASA, la teoría del Big Bang adquiere solidez y se confirma
que “describe de manera adecuada cómo se formó nuestro universo. Esa es la
importancia del resultado”, explicó al respecto Yair Krongold, uno de los
participantes universitarios.
El
especialista señaló que dichas formaciones están a 150 y 380 millones de años
luz de nosotros. Se componen de material poco denso y caliente: alrededor de un
millón de grados centígrados. Ello se debe a que cuando se colapsa para formar
estructuras (como las galaxias) choca y eleva su temperatura. Por su
constitución difícilmente se enfría.
También,
dijo, como resultado de esta última característica, es difícil su detección. De
hecho, en la luz visible no puede observarse, sino sólo en el espectro de rayos
X. Incluso, dada la baja interacción del hidrógeno con la radiación es
infructuoso identificar ese gas. Por ello se buscan elementos más pesados, como
el oxígeno, donde aún queden electrones para absorber los fotones de la luz.
Bajo
estos parámetros, el líder del proyecto de la UNAM, Fabrizio Nicastro, propuso
observar cuasares –objetos celestes que irradian gran cantidad de energía–
cuando estuvieran brillantes, pues producen destellos que incrementan su
luminosidad, “como si tuviéramos un foco de 100 watts y de pronto se
convirtiera en uno de tres mil”, reveló.
El
descubrimiento pudo hacerse bajo esa idea análoga. Cuando eso ocurre es mucho
más fácil distinguir las nubes de gas intergaláctico porque la fuente luminosa
del “fondo” es mayor. Es el momento preciso para dirigir los telescopios hacia
los cuasares.
En
este caso, prosiguió, se observó el Markarian 421, ubicado a 400 millones de
años luz, cuya luminiscencia atraviesa el material nuboso, donde los fotones
son absorbidos por los electrones de los átomos. Esa fue la dinámica eficaz.
Los
cuasares, explicó Krongold, generan dos chorros de material procedentes de un
disco que rodea a un agujero negro; es decir, la materia cae al hoyo y, al
mismo tiempo, del aro salen dos corrientes de partículas. Cuando aumenta su
contenido intensifica su brillo. El objetivo fue captar uno de esos destellos.
Uno de los flujos observado ve directamente hacia nuestro planeta, con lo que
se consiguió precisarlo.
Se
utilizó otro satélite de rayos X, llamado Rossi X-Ray Timing Explorer, el cual
monitorea varios cuasares. Cuando vio una luminosidad 30 veces mayor a la
habitual en Markadian 421, el telescopio Chandra pudo observar ese objeto.
Las
teorías, abundó Yair Krongold, formulan que 70 por ciento del universo es
energía pura obscura, cuya presencia se infiere porque, de acuerdo con la
cantidad de masa existente, el cosmos debería frenar, y por el contrario, se
expande y acelera más.
Algunos
suponen que tiene que ver con la densidad del vacío, que no es realmente tal;
otros, que la fuerza gravitacional a grandes distancias es repulsiva en lugar
de atractiva, aunque a ciencia cierta se desconoce este mecanismo.
Después,
25 por ciento del cosmos es materia obscura, de la cual también se ignora todo
excepto su existencia gracias al efecto gravitacional que produce sobre la
materia visible, que representa sólo el 5 por ciento del total del universo.
De
esta última, llamada bariónica, había un faltante de 50 por ciento en nuestro
espacio cercano (en el cúmulo local y vecino de galaxias, donde se ubica la Vía
Láctea), que gracias a las investigaciones y observaciones de los científicos
de la UNAM y sus colaboradores de las universidades de Harvard y Ohio, ahora se
ha encontrado.
El hallazgo, dado a conocer en la prestigiada revista Nature reafirma
que las teorías funcionan y dan confianza. “Si esta materia no hubiese sido
encontrada, hubiera sido necesario replantear todo; no sólo de la bariónica o
conocida, sino de la materia y la energía obscuras”, refirió.
La
comunidad científica, expuso Krongold, ha tomado el hallazgo con entusiasmo,
aunque hay reservas para confirmar los resultados, lo cual podría ocurrir en un
par de años. Para ello, el equipo de científicos, expertos en análisis de datos
de rayos X, modelos de fotoionización de gas o de colapso gravitacional ya
tiene planeadas nuevas observaciones. “Es importante corroborar los datos
obtenidos. Hay que ver en otras direcciones, hacia otros cuasares brillantes”.
Por
último, expuso que este proyecto muestra que en la Universidad Nacional se hace
ciencia de frontera. Por ello, “debemos seguir apoyando esta actividad que
rinde frutos, ya que el estudio del universo se traduce en nuestra vida
diaria”, concluyó.
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Yair Krongold, del Instituto de
Astronomía de la UNAM, habló del equipo de universitarios que colaboró en la
detección de materia escondida entre nubes intergalácticas de gas difuso y
caliente.
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La teoría del Big Bang adquiere solidez y se confirma que “describe de manera adecuada cómo se formó nuestro universo”, explicó Yair Krongold, miembro del Instituto de Astronomía de la UNAM.