Boletín UNAM-DGCS-068
Ciudad Universitaria
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Pies de fotos al
final del boletín
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Afirmó Rosaura
Ruiz, secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM
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Detrás de este
fenómeno se agazapan el poder, dominio y control impunes ejercidos por hombres,
renuentes a cuestionar su hegemonía, consideró
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Su práctica no
alarma ni reclama medidas inmediatas, como sucede, por ejemplo, con el
terrorismo, refirió
Es absurdo buscar el origen de
la violencia contra la mujer en la genética, señaló Rosaura Ruiz, secretaria de
Desarrollo Institucional de la UNAM. “Quien así lo hace, no sólo llega al
extremo de subsumir lo social y cultural en lo biológico; ignora las
dimensiones y profundidad del problema, asumiendo la ideología dominante que
justifica y legitima” esta práctica.
Lo cierto, dijo, es que detrás
de aquel fenómeno se agazapan el poder, dominio y control impunes ejercidos por
hombres, renuentes a cuestionar su hegemonía. “En su origen –recalcó– no están
los genes sino las políticas e intereses de la sociedad patriarcal, cuya
condición es la de preservar los privilegios masculinos con base en el dominio
sobre las mujeres”.
La brutalidad cotidiana,
profundamente arraigada y pretendidamente justificada –resaltó– con base y
criterios “naturales”, no alarma ni reclama medidas inmediatas, no se concibe
como un grave conflicto político que exija atención lo más pronto posible, como
sí lo constituye, por ejemplo, el terrorismo.
Sólo empezarán a surgir
alternativas y a darse pasos certeros hacia la auténtica erradicación de la
rudeza contra el sector femenino y equidad de género, consideró, cuando se haya
dejado atrás tan siquiera la duda sobre su origen, lo cual permitirá
dimensionarla en todo su significado histórico y cultural, y en el momento en
que se analicen sus consecuencias, costos sociales y económicos; asimismo,
cuando se instauren políticas y prácticas educativas, sanitarias, financieras y
culturales igualitarias.
Al dictar la conferencia Violencia
contra la mujer: ¿biología o incultura?, Rosaura Ruiz destacó que, según cifras
oficiales en México, 47 de cada cien mujeres en pareja han sufrido agresión
–física, sexual o psicológica– por parte de sus compañeros y siete de cada 10
víctimas de este flagelo volvieron a ser atacadas al menos una vez en doce
meses. Asimismo, 130 mil son lesionadas cada año con armas blancas o de fuego.
En su oportunidad, Nicanor
Ursúa Lezaún, de la Universidad del País Vasco, España, dictó la ponencia ¿Existe
una forma natural de sexualidad humana? Al respecto, precisó que ante los
comportamientos humanos los normales son los más frecuentes y sanos, aunque no
siempre los más sencillos.
En el caso de las conductas
relativas al sexo –y en relación con el conjunto de una especie, la diferenciación
sexual y la atracción posibilitante de la reproducción– son constreñimientos
estrictos y perceptivos, pues condicionan la supervivencia a la misma. Por
tanto, la normalidad exige la heterosexualidad.
Sin embargo, agregó, dicha
exigencia no se explicaría a todos los individuos, pues hay quienes son no
heterosexuales, por ejemplo; simplemente no participan en el pool genético
reproductor; pueden clasificarse como excedentes, aunque en diferentes ámbitos
–cultural y económico, entre otros– pueden ser excelentes participantes. En el
caso sexual es difícil establecer límites precisos, pues los sistemas neurales
suelen ser plásticos y adaptables, multiplicando las versiones y obliga a
relacionar con entornos culturales, épocas, peculiaridades, entre otros
factores.
Al intervenir en la mesa
redonda Equidad de género y evolución humana, Aura Ponce de León, del Centro de
Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano” de la
Secretaría de Educación Pública, sostuvo la probabilidad de que en los grupos
de homínidos haya surgido la división sexual de actividades. Aún es temprano
para “afirmar que con la aparición misma del trabajo se dio una disposición
biológica de la hembra del mamífero hacia el cuidado de su descendencia y de
los machos a la caza”.
Saber lo anterior, cuestionó,
no significa nada para las sociedades modernas, pues hace largo tiempo
transitaron a estados de desarrollo más avanzado, en donde las contingencias y
vicisitudes de la organización social, política y económica, mucho más que las
meras disposiciones biológicas, son determinantes en la orientación de los
destinos humanos, los cuales sólo pueden transformarse con acciones dentro de
esos campos.
Sin embargo, dijo en la
conferencia El origen de la división sexual del trabajo, “entrever en qué circunstancia se originó
esta organización laboral puede ser útil para comprender la tendencia seguida
históricamente por la humanidad. La comprensión siempre es una herramienta de
transformación”.
Finalmente, Camilo José Cela Conde,
de la Universidad de las Islas Baleares, España, dijo que “apenas se puede
decir nada” acerca de la evolución de los rasgos dimórficos (ocurrencia en el
mismo lugar de dos formas de la misma especie, siendo frecuente el sexual) en
los seres humanos, resultado de las presiones adaptativas.
Durante la conferencia Dimorfismos
sexuales en la evolución humana, sostuvo que hay tres falacias en este tipo de
análisis. La primera, establecer su grado cuando no es posible hacerlo por la
ausencia de restos suficientes de uno y otro sexo dentro de los Australopithecus.
La segunda, deducir funciones atribuyendo a la hembra cuidar a los pequeños y a
los machos ir a buscar comida. La tercera, los roles no se justifican por el
hecho de la existencia de determinados rasgos, que configuran a la mujer como
más débil y por ello debe someterse a su contraparte, concluyó.
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FOTO 01
Aura Ponce de
León, Nicanor Ursúa y Camilo José Cela Conde previo a su participación en la
mesa redonda Equidad de género y evolución humana, en donde participaron
especialistas ibéricos y de la UNAM.
FOTO 02
Camilo José Cela
Conde y Rosaura Ruiz, durante su participación en la mesa redonda Equidad de
género y evolución humana. Ahí, la secretaria de Desarrollo Institucional de la
UNAM señaló que es absurdo buscar el origen de la violencia contra la mujer en
la genética.