Boletín UNAM-DGCS-871
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Universitaria
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ES PRECISO PRESERVAR EL MULTICULTURALISMO Y FORTALECER LA RELACIÓN MÉXICO-CANADÁ
·
El multiculturalismo no es sólo un asunto a resolver,
sino una realidad, afirmó Ambrosio Velasco, director de la FFyL de la UNAM
·
José Luis Valdés Ugalde, director del CISAN,
reiteró que es fundamental la discusión y encuentro entre México y Canadá
·
Las políticas de indios de la Colonia y del
México moderno han sido parte de un proceso político y social conflictivo
efectuado a lo largo de cinco siglos, sostuvo Carlos Montemayor
· Participaron en el Otoño Canadiense IV. Voces indígenas y multiculturalismo, efectuado en esta casa de estudios
El multiculturalismo no es
sólo un asunto por resolver sino una realidad que es preciso preservar y
cultivar, afirmó Ambrosio Velasco Gómez, director de la Facultad de Filosofía y
Letras (FFyL) de la UNAM.
Por ello, es importante abrir espacios de diálogo sobre
el tema, lo cual permitirá ampliar nuestro horizonte, consideró al participar
en la inauguración del coloquio Otoño Canadiense IV. Voces indígenas y
multiculturalismo, organizado por la Cátedra Margaret Atwood y Gabrielle Roy.
Creo que esto es lo más apropiado
para estrechar no sólo tareas de comunicación sino de reflexión conjunta entre
los diversos pueblos de Canadá y México, señaló en el Aula Magna “Fray Alonso
de la Veracruz”, de esa Facultad.
Sin embargo, refirió, nos ha
faltado análisis sobre esta temática y, en ese sentido, es preciso atender los
retos que los grupos indígenas imponen a nuestras naciones en materia de
democracia, promoción de derechos y respaldo cultural.
En su oportunidad, José Luis
Valdés Ugalde, director del Centro de Investigaciones sobre América del Norte
(CISAN) de esta casa de estudios, reiteró que el coloquio es fundamental para
la discusión y el encuentro entre dos naciones. Esto, a su vez, es una reunión
entre varias lenguas, etnias, grupos sociales y cosmovisiones.
Para la UNAM es de vital
importancia incrementar y profundizar en los estudios sobre Canadá y qué mejor
manera de hacerlo sino mediante el debate social sobre la diversidad, la
inclusión y la pluralidad.
Por su parte, Robert Lawrence, consejero de Comunicación
y Cultura de la Embajada de Canadá en México, consideró que gracias a la visión
de la UNAM y a la Cátedra Margaret Atwood y Gabrielle Roy –auspiciada por la
FFyL y el CISAN–, nuestros escritores nos han dado una fuerte identidad a ambos
países, por medio del intercambio de ideas sobre su visión del mundo.
Por ello, es relevante tener
la oportunidad de compartir la cosmovisión de los pueblos indígenas de América
y conocer más del alcance del multiculturalismo, destacó.
Al dictar la conferencia magistral
Ficción Jurídica y realidad social en México: las juntas del buen gobierno, el
escritor Carlos Montemayor señaló que las políticas de indios de la Colonia y
del México moderno han sido no un conjunto ordenado y etiquetado de planes y
programas para beneficiar a los indígenas, sino parte de un proceso político y
social conflictivo efectuado a lo largo de cinco siglos.
En la Nueva España y en la
época actual este proceso ha tenido como eje recurrente el cuestionamiento de
la condición política de los pueblos autóctonos y sus derechos agrarios, lo
cual se ha caracterizado por la resistencia de estas comunidades a los
intereses de un actor principal que se llamó sucesivamente: conquistador,
encomendero, Corona española, administración virreinal, nación, gobiernos
revolucionarios o de la transición democrática, puntualizó.
No se trata de programas, ideas o conceptos, sino de un
proceso social, complejo e ininterrumpido. De hecho, el fin del periodo
colonial no convirtió la ficción de reconocer los derechos indígenas en
realidad; en muchos sentidos la agravó, sostuvo el poeta.
El siglo XIX, abundó, fue uno
de los más intensos de socavamiento de la base territorial étnica. El
liberalismo mexicano destruyó más comunidades en una centuria que la Colonia a
lo largo de 300 años, recurriendo esta vez a otra ficción del derecho: la
igualdad ante la ley, la cual vino a encubrir la disparidad real en la que
vivían estos grupos.
Así, a lo largo de ese siglo
la simulación jurídica desempeñó un papel no variado sobre la realidad social,
sirvió para encubrirla, negarla o quebrantarla, subrayó.
Sin embargo, ni la opresión
virreinal, ni la del México independiente lograron destruir totalmente los
fundamentos de la vida colectiva indígena. En realidad, el levantamiento armado
fue la respuesta a los reiterados intentos de desaparecer estas comunidades,
comentó el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
La propiedad comunal de la
tierra, dijo, ha sido más compleja e importante que la individual. “Se trata de
un ordenamiento cultural en el cual el trabajo, economía e integración política
de los individuos y las familias, se asumen como un sistema de valores
colectivos”.
Años más tarde, mencionó, en
el 2001 el presidente envió al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma
constitucional apegada al sentido de los Acuerdos de San Andrés. No obstante,
las modificaciones aprobadas dieron la espalda a los puntos medulares de esos
acuerdos y de la propuesta.
Se definió a los pueblos
indios como entidades de interés público y no como sujetos de derecho público,
es decir, se les consideró sujetos pasivos de programas asistenciales de
gobierno y no como titulares de garantías políticas en distintos ámbitos y
niveles donde pudieran hacer valer su autonomía, abundó.
Con esto, la reforma
retrocedió más de 50 años a los supuestos que Alfonso Caso había impulsado en
los orígenes del Instituto Nacional Indigenista. “La reforma siguió
subordinando a los pueblos indios y desconociendo la titularidad de sus
derechos políticos, territoriales y económicos como entidades de culturas
diferentes; es decir, se siguió considerando como ficción política la
composición pluricultural de México”, aseveró.
En ese momento, señaló, la
legislación mexicana era ya una de las más atrasadas en materia de derechos de
esas comunidades, pues las disposiciones no colmaron las necesidades políticas,
sociales y de pacificación que habían sido su propio origen.
Si los estados libres y
soberanos no ponen en riesgo la Federación, no son separatistas aunque tengan
sus propias leyes, tribunales y administración de recursos. Si los municipios
libres no constituyen un Estado dentro de otro, aunque tengan sus propias
autoridades y gestión de recursos, por
qué no reconocer en los territorios indígenas el derecho a su cultura,
ministración y dirigencia, cuestionó.
La singularidad de estas
manifestaciones es un elemento básico para entender jurídicamente la
composición multiétnica del país, aseguró.
Además del fuero común propio de
cada estado y del Federal, faltaría reconocer el de los pueblos indígenas; sin
embargo, la tradición constitucionalista frena esta posibilidad porque cancelan
la opción de reconocer y respetar una realidad de más de cinco siglos,
concluyó.
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FOTO 1
André Fournier,
Doris Girard, Robert Lawrence, Ambrosio Velasco, José Luis Valdés, Gabriela
Hernández, Laura López y Claudia Lucotti, durante la inauguración del coloquio Otoño
Canadiense IV. Voces indígenas y multiculturalismo.
FOTO 2
Carlos Montemayor, José Luis Valdés Ugalde, Ambrosio Velasco y Robert Lawrance durante el coloquio Otoño Canadiense IV. Voces indígenas y multiculturalismo, efectuado en la FFyL de la UNAM.