Boletín UNAM-DGCS-739
Ciudad Universitaria
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final del boletín
AUMENTAN LOS NIVELES DE VULNERABILIDAD ALIMENTARIA EN MÉXICO
·
El país depende en buena medida de la importación de carnes, granos
básicos y productos lácteos, subrayó Felipe Torres, investigador del IIEc
·
La estructura alimentaria nacional se ha modificado por dos razones: la
firma del TLCAN y la prolongada crisis agrícola, sostuvo
·
La nación carece de soberanía alimentaria, pues más de la mitad de sus
comestibles se adquieren en el extranjero, aseveró Javier Aguilar Gómez,
profesor de la FE
· En México se importa 25 por ciento de maíz blanco; se compra 7 por ciento de frijol, 90 de soya, 80 de arroz y se paga por la mitad del trigo que se consume en todo el territorio
A partir de la firma del Tratado de Libre
Comercio con América del Norte (TLCAN) se ha incrementado en México la
vulnerabilidad alimentaria, pues se ha dejado de apoyar a la producción interna
y, en esa medida, han aumentado los niveles de importación, sobre todo en
granos básicos, carnes y lácteos, señalaron los académicos de la UNAM, Felipe
Torres Torres y Javier Aguilar Gómez.
Para el primero de ellos, en nuestro país la
agricultura debe ser protegida por las implicaciones que este rubro tiene en la
seguridad alimentaria. “Sobre todo al considerar los cambios globales que se
dan tanto en las formas de consumo como en las de producción”, consideró Torres
Torres.
Se ha dejado de apoyar el rendimiento de los
cereales y, en esa medida, han crecido los niveles de dependencia externa,
aseveró el académico del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), quien
al cumplirse otro año de la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación –que
en esta ocasión se centra en La biodiversidad al servicio de la seguridad
alimentaria–, sostuvo que “México no puede garantizar su abasto de carne,
granos básicos y lácteos; por ello, para satisfacer la demanda interna, ha
recurrido a las importaciones”.
En opinión de Aguilar Gómez, catedrático de la Facultad de Economía
(FE), México carece de soberanía en este rubro, pues más de la mitad de sus
comestibles se adquieren en el extranjero, de donde se trae 25 por ciento de
maíz blanco; se compra 7 por ciento de frijol, 90 de soya, 80 de arroz y se
paga por la mitad del trigo que se consume en el ámbito nacional. Por ello,
nuestra autonomía está en entredicho y vulnerada, sostuvo.
De acuerdo con la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más del 40 por ciento de la
superficie terrestre se usa para la agricultura. “Sin embargo, el hombre
presiona cada vez más sobre las especies y sus entornos. Como resultado de
ello, muchas plantas y animales están en peligro y también lo están procesos
naturales esenciales, como la polinización por los insectos y la regeneración
de los suelos por los microorganismos”.
También, considera que en los últimos cien años
se han perdido tres cuartas partes de la diversidad genética de los cultivos.
Por ello, es importante mantener la variedad biológica.
Una rica multiplicidad de plantas cultivadas y
animales domesticados “constituye el fundamento de la biodiversidad agrícola.
Sin embargo, las personas dependen de tan solo 14 familias de mamíferos y aves
para un 90 por ciento de su suministro de alimentos de origen animal. Tan solo
cuatro especies –trigo, maíz, arroz y patata– proporcionan la mitad de la
energía de origen vegetal que ingerimos”.
En ese sentido, sugiere la FAO, en lugar de una
variedad única de siembra que garantice un alto rendimiento, los agricultores
de los países en desarrollo necesitan un conjunto de semillas que crezcan en
climas duros o animales resistentes a las enfermedades.
Para crear conciencia en la población y para
fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, malnutrición y pobreza,
la Conferencia de dicha organización proclamó, en 1979, el 16 de octubre como
Día Mundial de la Alimentación.
Según Felipe Torres, en México no ha habido preocupación por proteger al
sector agropecuario de las oscilaciones internacionales ni por fortalecer los
precios que permitan a los campesinos capitalizarse y ser competitivos en el
comercio internacional.
En los últimos años, refirió, la estructura alimentaria se ha modificado
por dos razones: la firma del TLCAN y la crisis agrícola que se ha prolongado
por más de tres décadas. Esto ha implicado un desplome de la producción
interna, particularmente de granos básicos. Además, esta industria “ha ido
cayendo en términos de participación al Producto Interno Bruto: del 6 por
cierto que se tenía a principios de los ochenta, ahora participa con menos del
3”, puntualizó el economista.
Asimismo, acotó, esto también ha repercutido en un menor abasto de
provisiones. A lo largo de los 20 últimos años nuestro país ha comprado más de
150 mil millones de dólares en suministros, casi el equivalente a la deuda
externa total. De hecho, en el último decenio la nación tuvo una importación
cercana a los 14 mil millones de dólares.
Por otra parte, precisó, el TLCAN fue concebido
prácticamente para eliminar al campo mexicano del escenario internacional. No
para incrementar sus niveles de competitividad, sino para tener una sociedad
cautiva en consumo y dependiente del proceder externo.
Después de este Tratado, consideró, la política
agrícola se orientó a fortalecer sólo algunos nichos de exportación, como el
jitomate, aguacate, algunos grupos cárnicos, atún y camarón. Además, el maíz,
trigo, arroz y frijol han presentado una tendencia al declive constante y eso
se ha tenido que sustituir con compras al exterior.
Al respecto, Javier Aguilar Gómez comentó que el
sector agropecuario mexicano recibe escasa cantidad de inversión extranjera
directa. “Nueve de cada diez dólares de lo que se invierte en esta rama van a
la industria de refrescos, alimentos, tabaco y de hortalizas procesadas”,
reveló.
México importa carne de res refrigerada, soya y
maíz para criar a los cerdos, pollos y bovinos, además de preparaciones
nutricionales especiales. “Comemos lo que las empresas transnacionales quieren.
Nos están cambiando nuestras costumbres culinarias. Bajo este escenario, cabría
preguntarse si en nuestra nación existe soberanía alimentaria”, cuestionó el
especialista.
Debemos recordar que la globalización no se
caracteriza por aportaciones productivas, sino por destinar insumos a los
servicios financieros, es decir, a especular con el tipo de cambio, divisas e
índice de precios y cotizaciones, aseguró.
El académico señaló que el campo no recibe,
salvo excepciones, capitales foráneos. Si se considera que la seguridad
alimentaria es la capacidad y las posibilidades con las cuales cuenta un Estado
para producir su propio sustento, es posible afirmar que en la república
mexicana esta situación no se presenta desde hace tiempo.
Felipe Torres explicó que el país tiene más de
36 millones de hectáreas cultivables; no obstante, su potencial no ha sido
aprovechado. Holanda tiene una superficie similar a la del estado de Tlaxcala y
es exportador mundial de leche y derivados lácteos. España, con el tamaño de Chihuahua,
es uno de los primeros abastecedores de aceite de oliva, quesos, vino y
embutidos a toda la Unión Europea.
Obviamente, aclaró, no somos similares, pero
refleja que no ha habido desarrollo tecnológico, aplicación del conocimiento a
la agricultura y apoyo a la investigación básica y aplicada en este sector. A
pesar de que México está abierto el mercado, de un Tratado de Libre Comercio y
una mayor oferta de productos, el gasto para el consumo de alimentos ha
decrecido de manera significativa, particularmente en las familias más pobres.
La suma total en alimentos cayó de 34 por
ciento en 1984 a casi 24 en 2002, refirió el investigador. En la actualidad,
destacó, en los estratos depauperadoss la inversión total diaria en lo que
respecta a comida representa más del 70 por ciento de sus ingresos.
A pesar de que el gobierno ha creado sistemas
de becas y programas, han tenido poco impacto en la población, sobre todo
debido a que sus alcances son de tipo focalizado. Por ello, dijo, México debe
plantear una política integral que le permita ser competitivo, para lo cual
debe tomar en cuenta investigación, desarrollo tecnológico y establecimiento de
un acuerdo que beneficie al campo, concluyó.
A su vez, la FAO considera que para satisfacer a una población creciente,
la agricultura debe ser capaz de proporcionar más elementos. “También será
esencial aumentar su resistencia protegiendo una amplia gama de formas de vida
con rasgos únicos, como las plantas que sobreviven a las sequías o los ganados
que se reproducen en condiciones adversas. Mediante prácticas agrarias
sostenibles se puede dotar a las personas y proteger los océanos, bosques,
praderas y otros ecosistemas que dan acogida a la diversidad biológica.
“Conservar la biodiversidad para la agricultura
requerirá esfuerzos en muchos frentes, que incluyen medidas para conservar el
medio ambiente, una mejor educación, más investigación y ayudas
gubernamentales”, finalizó el organismo internacional.
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FOTO 1
Felipe Torres Torres,
académico del IIEc de la UNAM, advirtió que en nuestro país la agricultura debe
ser protegida por sus implicaciones en la seguridad alimentaria.
FOTO 2
Javier Aguilar Gómez, de la FE de la UNAM, aseguró que México carece de soberanía alimentaria, pues más de la mitad de los comestibles consumidos en el país proceden del extranjero.