Boletín UNAM-DGCS-542
Ciudad Universitaria
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final del boletín
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Blanca Aurora Rubio, del IIS, dijo que no se
ha considerado al campo como un ámbito estratégico para la economía
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El gasto público destinado a ese rubro disminuyó,
el crédito para los productores quedó estático, y desaparecieron las tasas
blandas de interés y la capacitación agraria
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De 1992 a 2002 el PIB Agropecuario creció a
una tasa del 1.6 por ciento anual, inferior al crecimiento promedio nacional
del 2.2 por ciento
A
partir de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte la
agricultura mexicana quedó desprotegida y no ha habido preocupación real por
cuidar y fortalecer este sector, dijo Blanca Aurora Rubio Vega, del Instituto
de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.
Refirió
que de 1982 a la fecha no se ha considerado al campo como un ámbito estratégico
para la economía. Ello ha influido para que el gasto público destinado a este
rubro disminuyera, el crédito para los productores quedase estático y
desaparecieran las tasas blandas de interés y la capacitación agraria.
Informó
que de 1992 a 2002 el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario creció a una
tasa del 1.6 por ciento anual, inferior al crecimiento del nacional de 2.2; además,
si en 1995 aportaba el 5.72 por ciento del indicador global, en 2002 esa
participación disminuyó a 5.15 por ciento.
El problema fundamental en los países
latinoamericanos, dijo, es que la han devastado las políticas de dominio
alimentario de Estados Unidos, fundamentalmente a través de los precios.
Rubio
Vega comentó que al combinar competencia desleal con la exigencia del retiro
del Estado en su gestión productiva, la mayor parte de los involucrados, no
sólo campesinos y ejidatarios sino también empresarios, enfrenta una baja
rentabilidad.
En
la Unión Americana, por ejemplo, se paga el trigo un 40 por ciento debajo del
costo y el maíz en un 20, lo que no es atractivo para nadie. Sin embargo, en
ese país se otorgan elevados apoyos a los agricultores, y aún con un costo
mínimo se comercializa más.
Tan
sólo entre 1999 y 2001 EEUU erogó 95 mil 455 millones de dólares, Japón 64 mil
775 y la Unión Europea 112 mil 638 millones en subsidios, lo que suscitó una
avalancha de mercancías estadounidenses, y que las empresas multinacionales,
grandes exportadoras de granos, los vendan a precios bajos, puntualizó.
Las
empresas asentadas en México, que utilizan esos insumos para elaborar harinas
de trigo o maíz, alimentos balanceados para animales, lácteos y demás, prefieren
adquirir los provenientes de esas latitudes a comprarlos a los nacionales,
añadió.
Indicó
que con la apertura de las fronteras a partir de la firma del TLC en 1994 pudo
ingresar libremente gran parte de cultivos sin aranceles; ello provocó su abaratamiento
y la sustitución de la producción nacional por la extranjera.
La
presidenta de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural sostuvo que
mientras en 1993 las importaciones mexicanas de alimentos básicos eran del 27
por ciento del consumo nacional, para el 2001 crecieron hasta 62.2 por ciento.
Hasta
hace unos años, abundó, México era un importante explotador de soya, un
emulsionante para alimentos industrializados. Hoy sólo se cosecha en nuestro
territorio el 2 por ciento del consumo, el resto se importa del vecino país del
norte.
El
arroz es otro de los más afectados, expresó. Si bien enfrentó desgravacion
total hasta el 2003, sufrió una fuerte sustitución, pues las compras al
exterior crecieron de 37.1 por ciento del consumo nacional en 1990 a 75.4 en
2002. El trigo y sorgo han enfrentado procesos más lentos de relevo; todavía se
obtuvo el 50.9 por ciento local para el primero y 52.4 para el segundo en el
2002.
Señaló
que los únicos “protegidos” son frijol y maíz, subrayó. De este último México
produce 75 por ciento e importa el resto. Sin embargo, son desplazados cada vez
más. Además, en el 2008 se vence el plazo para abrir las fronteras a los
foráneos y hasta el momento no existen disposiciones para competir en esa
fecha.
Reconoció
que somos un país atrasado en cuanto al uso de tecnología en el campo, pero esa
no es la razón fundamental de su permuta –por ejemplo, tiene mayor rendimiento
por hectárea que Estados Unidos en soya–, sino los subsidios y precios bajos.
Aun
cuando los agricultores obtienen sus cosechas cada año, se quedan sin
comprador. Eso hace que quiebren y emigren. Además, la industria ha tenido una
etapa de crisis y estancamiento, sin capacidad para absorber a quienes buscan
un mejor nivel de vida. “Ahora los pobladores de ejidos completos viven en
distintos lugares de Estados Unidos. Esto se relaciona con que el campo ya no
es una opción rentable para la población”, alertó.
Indicó
que organizaciones han demandado renegociar el Tratado, porque mientras no se
cierren las fronteras a productos subsidiados, por más que se inyecten
recursos, se den créditos y se abran opciones, no podrán seguir adelante. Su
única opción es sembrar hortalizas o frutales. Para ello requieren grandes
capitales y manejar canales de comercialización.
No
obstante, el tema es complicado, adelantó. Se requiere una conciencia clara
sobre la necesidad de una soberanía en este ámbito e impulsar medidas
comerciales y de gasto público para fortalecer esta actividad.
Apuntó
que Estados Unidos, en su conflicto con Iraq, puede presionar a los países para
que se alineen, bajo la amenaza de no abastecerlos. Por ello, urge que los
gobiernos vigoricen su agricultura ante cualquier eventualidad.
“Este
no es un problema de los campesinos, sino de todos lo sectores, porque todos
estamos involucrados, y mientras no se resuelva esta cuestión nuestra calidad
alimenticia será cada vez peor”, advirtió.
En
fechas recientes, explicó, han surgido organizaciones que prefieren el abasto
interno y garantizar la compra de sus cosechas. Con ello propician el consumo
de granos naturales y no transgénicos.
“Hay
toda una red, tanto de productores como de comercializadores y consumidores,
que empieza a formarse en la búsqueda de la calidad y de un mercado. Es una
alternativa que parte de la misma sociedad civil”, concluyó.
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FOTO 01
Blanca Aurora
Rubio, del IIS de la UNAM, señaló que el sector rural en Latinoamérica ha sido
devastado por las políticas de dominio alimentario de Estados Unidos.
FOTO 02
Entre 1999 y 2001
Estados Unidos erogó 95 mil 455 millones de dólares, Japón 64 mil 775 y la
Unión Europea 112 mil 638 en subsidios para sus agricultores, informó la
investigadora universitaria Blanca Aurora Rubio Vega.