Boletín UNAM-DGCS-536
Ciudad Universitaria
![]() |
![]() |
![]() |
Pies de foto al
final del boletín
·
Patricia Rodríguez López, del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM, afirmó que ello redunda en inadecuadas
condiciones de trabajo y mayor desempleo
·
También tienen más dificultad para competir
con los hombres por prejuicios que impiden su crecimiento ideológico, material,
físico y psicológico, sostuvo
A
pesar de que en los últimos 20 años ha sido mayor la integración masiva de las
mujeres en los ámbitos económico y de acceso a la educación, continúa el rezago
en los terrenos salarial y de oportunidades de desarrollo laboral, aseguró la
académica del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM,
Patricia Rodríguez López.
Ello,
puntualizó, redunda en problemas de igualdad, mayor desempleo, dificultad para
competir con el varón, no por falta de preparación o capacidad, sino por
prejuicios que impiden su crecimiento ideológico, material, físico y
psicológico.
En
entrevista, la especialista en temas de intervención femenina en la economía
mexicana advirtió que aún cuando el trabajo de la mujer siempre ha sido
productivo, pues las tareas del hogar o de labor doméstica alquilada desgastan
la mano de obra, no se le considera como tal.
Tampoco
se reconoce su papel en el mercado informal, micro empresas familiares, maquila
y venta de artículos a domicilio. El sector rural está en peor situación porque
contribuye con su pareja en el campo y no se le toma en cuenta.
A
partir de los ochenta, explicó, se acepta su participación en el esquema
lucrativo, pues genera riqueza o un ingreso específico, debido a la
modificación del mercado, consecuencia de la inestabilidad financiera. Esto
propició que los roles sociales y monetarios entre ambos sexos cambiaran.
A
partir de esa fecha se insertaron en todos los niveles educativos, con una
infraestructura suficiente para que disminuyese de manera importante la
desigualdad en el acceso a la enseñanza. No obstante, arguyó, las discrepancias
se mantuvieron en las actividades industriales, y fue distinguible en la
división entre lo agrícola y lo urbano.
Argumentó
que a pesar de que el sexo femenino representa el 51 por ciento de la
población, de acuerdo con estadísticas oficiales del año 2000, de los
habitantes de seis a 14 años de edad que saben leer y escribir, las mujeres
tienen un porcentaje mayor que los hombres en materia educativa, pues abarca al
97.7 por ciento de las niñas, y el de los niños es del 97.4 por ciento.
Las
menores que terminan la primaria son más que los varones: 20.1 por ciento
contra 18.4, respectivamente. Pero este porcentaje se invierte conforme se
incrementa el grado escolar: en secundaria el 18.4 por ciento de las
adolescentes concluyen su enseñanza, y el 19.6 de los varones.
Las
jóvenes no continúan con sus estudios, reveló: en licenciatura, del total de
muchachas que estudian, termina la carrera el 5.2 por ciento, mientras sus
compañeros el 8.3; en posgrado representan el 0.4 por ciento y los hombres el
0.8.
Los
índices, destacó, muestran problemas hasta en la distribución del ingreso.
Todavía muchas familias, sobre todo en los ámbitos rurales, dan mayor
posibilidad para estudiar a los vástagos que a las hijas, pues ellas se casan y
ahí concluye su preparación.
Rodríguez
López informó que las estadísticas laborales hasta el 2000 indican que a mayor
educación la mujer se integra al mercado laboral, pero ahí no acaba el rezago y
diferenciación. Ellas reciben las peores condiciones de trabajo. Constituían un
25.9 por ciento con menos de un salario mínimo, mientras sus contrapartes el
16.0; en personal ocupado sin ningún ingreso –empresas, talleres o negocios
familiares– ocupaban el 15.9 por ciento, frente al 12 de sus compañeros.
No
obstante, abundó, se incrementó la contribución femenina en la actividad
económica, de 38.4 a 40 por ciento de 2002 a 2003, y la masculina bajó de 73.6
a 73 por ciento en el mismo lapso. Hace 20 años, esa aportación era del 26.5
para ellas.
En
materia salarial, Rodríguez López se refirió a la remuneración en pesos por
hora de actividad, un promedio nacional distinto entre ambos géneros. Mientras una profesionista gana 26.7 pesos
por hora, el profesional obtiene 40.94 pesos: un sueldo menor o una plaza más
baja. Ganan 34.13 pesos como funcionarias públicas y gerentes del sector
privado, frente a los 48.61 pesos de sus contrapartes; 15.82 pesos como
oficinistas, frente al 19.53 masculino; 7.10 como trabajadoras domésticas,
menor que sus compañeros, en 9.41; artesanos y obreros, mujeres 8.50 y hombres
11.76 pesos.
La
Tasa general de desempleo abierto por sexo siempre es mayor en el caso
femenino. En 2003 el indicador general fue de 3.25 por ciento: para los hombres
3.12, y mujeres 3.46. Ellas perciben menos de un salario mínimo o laboran con
contrato por menos de dos meses. De todo el personal ocupado que trabaja menos
de 15 horas, las mujeres significan el 10.6 y los hombres el 3.2 por ciento.
Prueba
de su capacidad, subrayó la especialista, es la inclusión de cuestiones de
género como bandera política de los partidos, pues representan un número
importante de electores.
Las
mujeres avanzan en la escuela, lo que les ha permitido incursionar en muchos
ámbitos profesionales, pero durante su vida productiva se estancan y quedan
rezagadas por el rol de crear una familia y procrear hijos. Eso les resta de
tres a cinco años, cuando menos, mientras sus esposos continúan su desarrollo,
concluyó.
-oOo-
FOTO 01
Patricia Rodríguez López, académica del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM, resaltó que la mujer continúa rezagada
en materia salarial, desarrollo laboral y nivel educativo.
FOTO 02
El rezago que sufre la mujer en materia salarial y laboral redunda en inadecuadas condiciones de trabajo, mayor desempleo y más dificultad para competir, sostuvo Patricia Rodríguez López, académica del IIEc de la UNAM.