Boletín UNAM-DGCS-521
Ciudad Universitaria
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final del boletín
ENCUENTRAN
INVESTIGADORES DE LA UNAM SUSTANCIAS NATURALES CON EFECTOS INSECTICIDAS
·
Provenientes de plantas, virus y nematodos
son útiles para combatir, de forma controlada, las plagas que producen pérdidas
agrícolas
·
Son científicos del Departamento de
Productos Naturales del Instituto de Química
Científicos del
Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química de la UNAM
obtuvieron nuevas sustancias que podrían ayudar a combatir, de forma controlada,
las plagas que producen pérdidas agrícolas.
Los doctores
Baldomero Esquivel Rodríguez, Manuel Jiménez Estrada y Ricardo Reyes Chilpa,
explicaron que el resultado de sus investigaciones permitió obtener los nuevos
productos a partir de plantas, virus y de nemátodos, con propiedades
insecticidas.
Resaltaron la
importancia de obtener plaguicidas alternativos que contribuyan a aprovechar
los cultivos y alimentar mejor a la población mundial, al tiempo que sustituyan
a los xenobióticos, compuestos por
moléculas ajenas a los organismos vivos y que son difíciles de degradar,
como el DDT, además de ser tóxicos, dañinos para el hombre y poco amigables con
el ambiente.
Esquivel
Rodríguez explicó que las plantas han desarrollado mecanismos químicos de
defensa contra sus depredadores, entre ellos los insectos, que constituyen el
grupo dominante, con alrededor de un millón de especies, que representan el 70
por ciento de las existentes en el planeta. Empero, sólo 10 mil de ellas son
perjudiciales para los humanos al causarles molestias en la piel, transmitirles
enfermedades o atacar sus plantaciones.
Precisó que las
flores son organismos con más de 100 millones de años de evolución, y cuando
“en el campo se ve un vegetal que resiste el ataque de artrópodos, hongos
fitopatógenos e incluso de herbívoros, es idóneo para buscar compuestos
insecticidas”.
Así, los
científicos han obtenido compuestos con diversas características. En el caso
del doctor Baldomero Esquivel fue resultado de estudiar al grupo de las
labiadas y, dentro de él, el género Salvia. Se conocen alrededor de 900
especies en el mundo y México posee el 33 por ciento.
De ellos, cuyos
mecanismos de defensa son eficientes, se han aislado “gran cantidad de
productos, la mayor parte hasta ahora desconocidos”, reconoció. Se han probado
contra el gusano que ataca los sembradíos de algodón; el que afecta al maíz y a
cerca de 40 cultivos más, útiles para alimentación u ornamentación; un
escarabajo que daña al frijol; y una plaga en la familia del brócoli o
crucíferas.
Los resultados
han sido alentadores. Para comprobarlo, se hicieron comparaciones con la
azadiractina, un insecticida natural proveniente del árbol del Neem, originario
de la India. “Una de las sustancias aisladas de las salvias endémicas de México
es tan potente como la de referencia, con la diferencia de que es mucho más
sencilla en términos de estructura molecular”, aseveró.
El experto
comenzará a estudiar la selva de Huautla, Morelos, en donde se observan
fenómenos ecológicos relacionados con la depredación por insectos. Las plantas
más resistentes son las que conservan sus hojas todo el año. Ello debe estar
asociado a la biosíntesis de algún producto natural, refirió.
Por su parte, el
doctor Jiménez Estrada analiza la Piqueria trinervia, una herbácea mexicana que
crece en época de lluvias en las serranías cercanas al DF y en zonas boscosas.
También conocida como Flor de San Nicolás, ha sido utilizada en la medicina
tradicional para combatir reumatismo y malaria.
Según las
investigaciones, tiene acción larvicida y acaricida contra garrapatas, una de
las infestaciones más dañinas para la ganadería por las altas pérdidas
económicas que provoca. “Se probó el piquerol contra las larvas y hembras
grávidas de ese parásito. No evitó la oviposición pero sí les causó la muerte”,
asentó.
“Se trata de
colaborar con especialistas de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
para proyectar investigación fitoquímica y la aplicación de estos productos”,
dijo Manuel Jiménez.
En tanto, el
doctor Reyes Chilpa se ha dedicado a probar con las semillas de la jícama, que
contiene rotenoides, útiles como acaricidas y contra piojos y pulgas. Asimismo,
con maderas tropicales resistentes a hongos y termitas.
Baldomero
Esquivel sostuvo que sus trabajos son básicos. Por ello, desde que se aisla una
sustancia hasta su aplicación comercial transcurre un largo camino. Los
resultados pueden ser exitosos, como ocurrió con las piretrinas, presentes en
el crisantemo, base de muchos insecticidas comerciales actuales, llamados
piretroides.
Ricardo Reyes
añadió que no basta con ese conocimiento; se requiere la participación de otros
profesionales, como agrónomos y economistas, y de la inversión industrial.
“Nuestro objetivo
es generar prototipos de posibles plaguicidas naturales, que pueden servir para
desarrollar moléculas más sencillas y no tóxicas”, abundó Esquivel Rodríguez.
En la actualidad
cobra más importancia eliminar a los insectos, pero sólo mientras los cultivos
sean viables. No se debe acabar con todos, porque desde el punto de vista
ecológico es inadecuado. Hay que permitir que jueguen el papel que les
corresponde, pero sin causar perjuicios mayores, sentenció Jiménez Estrada.
Eso se logra
mediante bioensayos y el cálculo de la llamada “dosis tóxica 50”, es decir,
sólo ataca a la mitad de la especie. Una sustancia activa, en cierta
concentración, los puede matar a todos, pero puede dosificarse para que sus
efectos sean menores, aseguró.
Los compuestos
naturales actúan en diferentes niveles sobre los artrópodos. Algunas los
eliminan en forma directa; otros les generan daños al sistema nervioso, agregó.
Varios de esos
animales tienen organelos que les permiten distinguir lo que para nosotros
sería el sabor; cuando les causa una descarga eléctrica la interpretan como
inadecuada. También es posible que dañen las enzimas digestivas y con ello, la
capacidad para degradar el material vegetal que ingieren. Otras más podrían
inhibir la eclosión de los huevecillos, alterar el desarrollo de las larvas o
su ciclo de crecimiento completo, o producir deformidades o esterilidad en los
adultos.
“Todo eso hace
pensar que esos combinados pueden alterar las funciones de las hormonas o
enzimas. Aunque –reconoció Baldomero Esquivel– en la mayoría de los casos se
desconoce cómo interactúan con los órganos receptores específicos”.
A esta
complejidad se suman las posibilidades del desarrollo tecnológico que
implicaría comercializar los insecticidas naturales –obtenidos de las hojas,
tallo, raíces o semillas, según sea el caso–, ya sea en forma de extractos,
polvos o aerosoles. Otra probabilidad, indicó, sería tomar sus moléculas como
moldes y reproducirlas o sintetizarlas, o bien, con el uso de biotecnología.
Sus
potencialidades son enormes. Las mismas compañías de agroquímicos tienden a las
aplicaciones basadas en este tipo de productos, pues las regulaciones
ambientales cada vez son más estrictas en los países desarrollados, tendencia
que se extiende al resto del mundo, explicó Ricardo Reyes.
En México existen
unas 25 mil especies de plantas vasculares. Pero si se toman en cuenta los
compuestos que puede crear cada una de ellas y que su composición química varía
según la región del país donde se encuentre o a la cantidad de lluvia que
reciba, esa cifra se podría multiplicar por 10. Así, habría más de 200 mil
sustancias por descubrirse. Las posibilidades son infinitas, precisó.
Además, en el
Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química se lleva a cabo
este tipo de investigaciones con otros grupos de plantas e insectos de México,
en la búsqueda de más prototipos de insecticidas naturales, concluyó.
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Foto 01
Manuel Jiménez Estrada, Andrés
Baldomero Esquivel Rodríguez y Ricardo Reyes Chilpa, pertenecientes al
Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química de la UNAM,
obtuvieron pesticidas a partir de sustancias naturales.
Foto 02
Los
investigadores universitarios Andrés Baldomero Esquivel Rodríguez, Manuel
Jiménez Estrada y Ricardo Reyes Chilpa desarrollaron plaguicidas alternativos,
que no dañan a los humanos y al ambiente.