Boletín UNAM-DGCS-497
Ciudad Universitaria
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final del boletín
EL ABORTO ES PROBLEMA SOCIAL Y DE SALUD PÚBLICA
·
Julia del Carmen Chávez Carapia, de la ENTS,
dijo que su práctica también implica conflictos de educación sexual, cultura,
inequidad y de carácter jurídico
·
Tiene fuerte carga emocional, social y legal
·
Los sentimientos de culpabilidad disminuyen
cuando hay mayor formación y aquiescencia conyugal o familiar
El
aborto es ya un problema social y no sólo de salud pública, porque implica
conflictos de educación sexual, cultura, iniquidad y de carácter jurídico al
ser tipificado como delito, advirtió Julia del Carmen Chávez Carapia,
coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), de la Escuela Nacional
de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
Destacó
que a pesar de la fuerte carga emocional, social y legal para optar por esta
práctica, las mexicanas recurren a ella. No sólo las solteras o adolescentes, sino
en general aquellas en el ciclo de reproducción, incluidas las de edad madura y
casadas, con y sin hijos, pobres o con recursos económicos.
La
doctora en sociología explicó cada uno de los factores fundamentales que
enmarcan este tópico. Sostuvo que es una cuestión de salud pública, por la gran
cantidad de mujeres que mueren o sufren secuelas graves como resultado de una
práctica inadecuada.
Sin
embargo, señaló, aún cuando se trata de un hecho clandestino y no hay datos
estadísticos para precisar el número de intervenciones. la Secretaría de Salud
(SSa) indica que una de las principales causas de muerte materna son las
complicaciones consecuencia del legrado.
Datos
de la Encuesta Nacional de Salud 2000, señalan que hasta ese año, casi 900 mil
mujeres de 20 a 49 años tuvieron por lo menos un aborto. Según el Informe Anual
del Fondo de Población de las Naciones Unidas 2002, de los 190 millones de
mujeres que quedan embarazadas cada año en todo el orbe, más de 50 millones se
someten a esta práctica.
Lo
preocupante, recalcó, son las secuelas, a pesar de que no se manejan como
tales.
La
especialista en teoría social y modelos de intervención subrayó el aspecto
cultural. Añadió que si hubiera formación en sexualidad, se reduciría su
número, porque los jóvenes sabrían la forma de cuidarse en una relación y
evitar embarazos no deseados.
Expresó
que un factor importante es la religión, que aporta elementos ideológicos que
condicionan la conducta de ambos sexos ante esta cuestión, dado que el catolicismo
lo cataloga como pecado. Ello propicia conflictos emocionales y sentimientos de
culpa: se sienten pecadoras y menosprecian su persona.
Julia
del Carmen Chávez detalló que abortan tanto mujeres pobres como las que cuentan
con recursos, pero en condiciones diferentes. En el primer caso, tienen mayor
riesgo porque carecen de medios para acudir a sitios donde las atiendan en
forma adecuada.
Dado
su carácter soterrado, son realizados por personas sin preparación ni equipo
necesario, aunque también se suele recurrir a métodos de la cultura popular o
tradicionales –como tés, golpes o introducción de objetos–, con los que ponen
en peligro su vida o salud, al propiciar enfermedades como gastritis o colitis.
En cambio, las pudientes recurren a clínicas e, incluso, a hospitales en el
extranjero.
Otro
fenómeno propio de la inequidad es que enfrentan solas la decisión: ya sea
porque la pareja no está de acuerdo o porque las abandonan una vez que se
enteran del embarazo.
En
su mayoría, quienes abortan son casadas, tienen hijos y problemas económicos
graves. Sin embargo, los maridos no las
acompañan en este proceso.
También
es signo de desventaja, planteó, la carga de sentimientos de culpabilidad,
consecuencia del aspecto cultural y social, porque si la religión lo asume como
pecado la sociedad lo sanciona como delito.
La
coordinadora del CEM refirió que en México hay algunas causales que permiten
esta posibilidad: cuando ponga en riesgo la vida de la madre, si el producto
presenta un problema congénito o malformación, y por violación, entre otros. De
acuerdo con la entidad que se trate aumentan o disminuyen las condicionantes.
En el primer caso se encuentran Yucatán y el Distrito Federal.
Chávez
Carapia explicó que, de acuerdo con una investigación realizada por el CEM para
medir la percepción de los estudiantes acerca de este tema, las mujeres opinan
que debe ser una de sus prerrogativas, pero también de la pareja; siempre debe
permitirse en casos de violación, enfermedades de gestación y cuando se requiera;
es un problema de salud pública, y no debe ser un delito ni pecado.
Los
hombres, en cambio, quieren participar en esta determinación; plantean su
aplicación en todos los casos que se solicite y hacerse un análisis jurídico y
social para integrarlo a la legislación.
Se
concluyó que para entender este tópico resulta fundamental conocer el nivel
educativo de quien decide o no su práctica, pues incide en incorporar a la
pareja. Cuando no hay preparación, ella toma la determinación sola.
Las
cargas de culpabilidad disminuyen cuando hay una mayor formación y aquiescencia
conyugal o familiar.
No
obstante, externó que diversos reportes obtenidos de muchachas que optaron por
esta situación, expresan que siempre queda duda, con una mayor o menor carga,
pero de forma permanente. “Nunca quedan liberadas, existe la línea invisible
sobre si estuvo bien o mal lo que hicieron”, indicó.
La
profesora de la ENTS consideró que para evitar situaciones que pudiesen derivar
en un aborto, es fundamental la educación sexual pero en forma abierta, no
escondida como se hace ahora, y borrar los prejuicios pecaminosos. También se
requiere orientar a los jóvenes para que utilicen métodos anticonceptivos y
evitar las enfermedades venéreas.
En
la actualidad, dijo, hay mayor libertad sexual para los adolescentes, pero la
gente adulta evade tocar este punto. “Este es un problema serio que se debe
abordar y evitar”, concluyó.
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FOTO 01
Julia del Carmen
Chávez Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM, dijo que el aborto es un problema
social, no sólo de salud pública.
FOTO 02
Pese a la fuerte
carga emocional, cultural y jurídica que implica el aborto, las mexicanas lo
practican, aseveró Julia del Carmen Chávez Carapia, coordinadora del Centro de
Estudios de la Mujer de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.