Boletín UNAM-DGCS-863
Ciudad Universitaria
Pies
de fotos al final del boletín
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Expresó Adolfo Sánchez Vázquez,
profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
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Puede justificarse la rebelión cuando se
cierran las vías del diálogo
El terrorismo, bajo cualquier fin que invoque, no se
justifica política ni moralmente, aseveró Adolfo Sánchez Vázquez, profesor
emérito de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) de la UNAM.
En la conferencia La violencia política y la moral, el
filósofo adujo que la violencia se justifica cuando se cierran las vías del
diálogo, discurso o argumentación racional o cuando la renuncia al camino no
agresivo traería embestidas mayores.
La cuestión es que en todo
conflicto bélico hay una perversidad intrínseca que lo vuelve indeseable; no
obstante, en la vida real es ambivalente: puede reafirmar y extender esa
conducta o contribuir a limitarla o trascenderla.
Ante esas consideraciones,
dijo, hay una serie de falacias. La primera es la llamada “espiral de la
violencia”, según la cual ésta sólo engendra mayor encono. Con ella, “se tiende
a invalidar toda forma de agresión política aunque, en realidad, se descalifica
sólo una forma específica de ella: la armada, insurgente o revolucionaria”.
La segunda mentira es que la
belicosidad es fatal e inevitable dada la naturaleza biológica, supuestamente
agresiva del ser humano; o bien, al ser ésta personalista y competitiva. Sin
embargo, la primera tesis ha sido desmentida por la ciencia, y el egoísmo no
corresponde a una esencia inmutable del hombre, sino a la sociedad capitalista.
La tercera falsedad es que la
armonía únicamente puede alcanzarse por la vía pacífica, del discurso, el
diálogo y la argumentación racional; pues no tiene en cuenta que los
antagonismos sociales generan intereses particulares no generalizables.
La violencia, explicó, “es el
ejercicio intencional de la fuerza física por un sujeto individual o colectivo
contra otro semejante, para imponerle su voluntad a través de determinados
daños o sufrimientos”. Así definida “comprende una intervención intencional
física sobre el otro”; pero también influye psíquicamente, al alterar su autonomía
y libertad.
Su ejercicio incluye dos
aspectos esenciales, no contenidos en la definición anterior: sus consecuencias
–no sólo referidas al daño físico y moral, sino también a que puede contribuir
a agudizar o extender el conflicto, o a debilitar o reducir– y su condición de
medio al servicio de un fin, sea éste valioso o no.
Sobre el último punto, destacó
que aunque siempre es despreciable, cuando se trata de una agresión efectiva,
deben distinguirse las distintas formas que adopta: hay propósitos como la
liberación de un pueblo de la opresión o el despotismo, o los racistas de
ideología fascista.
En el Aula Magna de la FFL,
añadió que toda política comprende dos aspectos esenciales e inseparables: el
ideológico valorativo, que incluye los fines, y el práctico instrumental, que
comprende los diversos medios para alcanzarlos, y entre ellos, como medio
fundamental, el poder. “Es aquí –aseguró–, en la relación entre gobernantes y
gobernados, donde entra en juego la violencia, pues el poder político, hasta
hoy, no existe fuera o al margen de ésta”.
Pero en su condición de medio,
cualesquiera que sean los propósitos a los que pretenda servir, tiene límites;
ciertamente, no desde el punto de vista práctico instrumental, donde sólo
cuenta la eficacia. Dicha frontera impone otro aspecto esencial de la política:
el ideológico valorativo, del que forma parte la moral.
La actividad política, añadió,
es práctica y colectiva, para la que un conjunto de individuos se agrupan libre
y deliberadamente para alcanzar ciertos fines que consideran valiosos, los
cuales varían históricamente e, incluso, dentro de una misma sociedad. La
persecución de esos objetivos por el sujeto político correspondiente –partidos, organizaciones o movimientos
sociales– pasa necesariamente por cierta relación con el poder al que se aspira
a mantener, reformar o transformar.
Dentro del ciclo de
conferencias Ética y política, precisó que no hay justificación moral para la
violencia en cuanto entraña una relación de dominio sobre los otros, el
doblegar su voluntad desplegando contra él la fuerza física.
Si un mundo no violento ha de
llegar algún día, concluyó, no será por la vía del discurso, el diálogo o la
argumentación racional, que excluye imaginariamente todo antagonismo social, ya
que poderosos intereses particulares conspiran en nuestra sociedad contra ese
diálogo.
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PIES DE FOTO
Foto 1
Bajo cualquier
fin que invoque, el terrorismo no se justifica política ni moralmente, dijo
Adolfo Sánchez Vázquez, profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM, en la conferencia La violencia política y la moral.
Foto 2
En la conferencia La violencia política y la moral, Adolfo Sánchez Vázquez, profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dijo que la violencia se justifica cuando se cierran las vías del diálogo, discurso o argumentación racional.