Boletín UNAM-DGCS-858
Ciudad Universitaria
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LA GENÉTICA DESMIENTE AL RACISMO: JULIANA GONZÁLEZ
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Las razas no existen; son sólo una
construcción social, afirmó la profesora emérita de la UNAM
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Se debe evitar que el “genismo” inicie donde
acabó el racismo, sentenció Marcia Muñoz de Alba, del Instituto de
Investigaciones Jurídicas
Las razas no existen; son realmente una
construcción social y la genética constituye el mentís más profundo e incontrovertible
que la ciencia ha dado al racismo, afirmó Juliana González, profesora emérita
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Al participar en el simposio “Mestizaje y
racismo: aspectos biológicos del concepto de raza”, señaló que las diferencias
étnicas adquieren significación valorativa.
De esta forma, el racismo califica a las
“razas” como superiores e inferiores, puras e impuras, y se arroga el
privilegio de definir quién representa a la verdadera humanidad. Concibe,
además, las diferencias morfológicas como desigualdades profundas, integrales,
absolutas, de índole biológica y hereditaria.
Así, la significación político-racista de
los diversos grupos resulta éticamente inadmisible; ahora, con los nuevos y
revolucionarios conocimientos de la genética, esa visión queda científicamente
invalidada, reiteró la filósofa.
Esta ciencia no pregona la superioridad
de nadie; afirma que la clasificación de la especie Homo sapiens en distintas
razas, no solo es obsoleta, sino absurda, y que las diferencias génicas entre
los seres humanos no los hace ni buenos ni malos, ni mejores ni peores, sino
simplemente distintos.
Mencionó que la revolución genómica trae
consigo revelaciones decisivas. La primera de ellas es la continuidad de la
vida universal, el reconocimiento de que la infinita diversidad de todo lo vivo
no quebranta, sino que por el contrario, confirma y asegura su fundamental
unidad.
De hecho, todos los seres
vivos compartimos la estructura y la sustancia universal de la vida. Existen
asombrosas afinidades entre las especies y con más razón dentro de cada una de
ellas. Por ejemplo, los Homo Sapiens compartimos cerca del 99.99 por ciento de
nuestro genoma.
Así, esa disciplina científica
demuestra de manera irrefutable la radical y constitutiva igualdad entre los
hombres. No existen subespecies ni subgrupos, ni nada que implique escisión,
fractura o discontinuidad en el substrato fundamental de la naturaleza
biológica de los seres humanos.
“La diferencia del 0.01 por ciento del
genoma es suficiente para explicar no las variantes raciales, sino la unicidad
irreductible de la persona humana. Tal porcentaje contribuye a definir los
rasgos de cada sujeto. Esta relación debe entenderse como que en cada uno de
ellos hay una variación de cuando menos 3 millones de bases distribuidas en
todo el genoma, lo que da un número enorme de posibles combinaciones de las que
surge la individualidad”, subrayó.
Empero, aclaró, el hecho de que no haya
razas no significa que no exista diversidad genética poblacional, objeto de
estudio de la propia ciencia genómica y asociada a las variantes étnicas y a
las diferencias culturales y lingüísticas, entre otras.
Además, no obstante que este concepto no
existe para la biología, sí existen para la sociedad, particularmente para
quienes sufren la discriminación, dijo Juliana González.
La especialista también resaltó la
necesidad de encontrar el equilibrio entre la libertad irrestricta de
investigación y los valores y derechos humanos: “Este es, en realidad, uno de
los grandes desafíos de nuestra época: conciliar la ciencia y la tecno–ciencia
con los valores éticos y sociales, condición para asegurar que la creación
científica y tecnológica marche al unísono de lo que beneficia a la vida y la
salud de la familia humana”.
Los avances en esos ámbitos son tan
ambivalentes como irreversibles, y ante tal evidencia, la alternativa válida
para la ética es extremar su conciencia crítica respecto de amenazas y peligros
reales, sin magnificar ni soslayar, reconociendo las potencialidades benéficas
del proceso innovador de las ciencias de la vida y la salud.
Finalmente, expresó que a pesar de la
evidencia, de la verdad ética y científica, las fuerzas del racismo no sólo
persisten en nuestros días, sino que por momentos, de manera alarmante se
incrementan, así como los fundamentalismos y fanatismos.
Pero en la era del
conocimiento, la esperanza se centra en la posibilidad de que la verdad
científica, junto con la ética, puedan irradiar en todas direcciones y permear
el todo social, contribuyendo a la superación de la patología moral y social de
este prejuicio.
En tanto, Marcia Muñoz de
Alba, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, explicó que el genismo es una
teoría que propone que algunas características y habilidades humanas están determinadas
por los genes.
“Este es el gran problema de
la nueva medicina genómica”, opinó. Si bien permitirá avances y conocimientos
de la salud de la población y del individuo, también podría dar lugar a una
discriminación tan dañina como el racismo, si no se toman las medidas
necesarias para evitar que así ocurra.
Coincidió en señalar que “no
hay nada de ciencia en el concepto de raza”. De hecho, Craig Venter,
participante en el proyecto del Genoma Humano, asegura que este es un concepto
social, no científico, y que todos hemos evolucionado en los últimos cien mil
años de las mismas tribus africanas que emigraron y colonizaron el resto del
mundo.
Por ello, es necesario
proponer y evitar la discriminación, que podría verse reflejada en el ámbito
laboral, en la compra de seguros de vida y médicos. “Se debe evitar que el
genismo inicie donde acabó el racismo”, sentenció.
Se requiere que la información
genética sea protegida; evitar la realización de análisis de Ácido
Desoxirribonucleico (ADN) sin autorización expresa y sin consentimiento
informado y específico del interesado; así como garantizar la confidencialidad
de la información genética.
Hay que promover el discurso
de los derechos humanos y a la bioética como factor que hermana a la ciencia,
la tecnología, el derecho y la medicina, concluyó.
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PIES DE FOTO
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El racismo
califica a las “razas” como superiores e inferiores, puras e impuras, y se
arroga el privilegio de definir quién representa a la verdadera humanidad,
afirmó Juliana González, profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM.
FOTO 2
Marcia Muñoz de Alba, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de esta casa de estudios, consideró necesario promover el discurso de los derechos humanos y a la bioética como factor que hermana a la ciencia, la tecnología, el derecho y la medicina.