Boletín UNAM-DGCS-746
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al
final del boletín
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Estudian en la UNAM estrategias parar enfrentar estos trastornos
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Entre ellas, analizar los mensajes publicitarios, hacer cambios o
modificar actitudes y mejorar la autoestima
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El estudio está a cargo de Gilda Gómez Pérez-Mitré, jefa de la División
de Estudios Profesionales de la Facultad de Psicología
La anorexia y la bulimia, dos de los trastornos
de la conducta alimentaria más extendidos en nuestro país, podrían prevenirse
mediante diversas estrategias, las cuales son analizadas en la Facultad de
Psicología (FP) de la UNAM.
La primera de ellas, afirmó Gilda Gómez
Pérez-Mitré, jefa de la División de Estudios Profesionales de dicha dependencia
universitaria, es la creación de audiencia crítica; esto es, enseñar a los
menores, junto con sus papás, a analizar los mensajes publicitarios; se les
explica por qué los cuerpos tan delgados que aparecen no son convenientes para
una niña mexicana. Todo ello en forma de juego o actividad dinámica.
Otra técnica es crear disonancia cognoscitiva,
para hacer cambios o modificar actitudes: los enfermos razonan por qué no está
bien hacer dieta, y se repiten argumentos contrarios a sus acciones. Entonces,
para reducir la disonancia, cambian su conducta alimentaria, afirmó.
Una estrategia más es el desarrollo de la
asertividad. Las niñas “deben aprender a decir no, a defender sus razones, lo
cual está relacionado con la autoestima”, dijo.
La educación también debe tomarse en cuenta en el desarrollo de estos desórdenes. “A la mujer se le educa como objeto sexual, para gustar a los demás; entonces es más factible que caiga y se ‘enganche’ con querer estar delgada”, reconoció. Para ella, delgadez es sinónima de éxito. En cambio, el hombre considera que su cuerpo no es para gustarle a los demás.
Gómez Pérez-Mitré agregó que si bien no hay
estadísticas generales en México sobre estas dos conductas, ella cuenta con los
resultados del estudio Factores de riesgo en trastornos de la conducta
alimentaria: prevalencia en estudiantes de bachillerato de la Ciudad de México
(1994-2001), el cual coordinó. El tamaño de la muestra fue de cinco mil 187
alumnos: dos mil 270 de género masculino y dos mil 917 femenino, con medias de
edad de 17.9 y 18 años respectivamente. Se midieron seis factores de riesgo.
El primero de ellos, el deseo de una figura
delgada, se encuentra al inicio de esta cadena conductual; representa la
introyección del modelo ideal que promueve la cultura de la delgadez, independientemente
del peso real. La prevalencia encontrada en las mujeres fue del 85 por ciento,
mientras que entre los hombres sólo alcanzó un 31 por ciento, pues ellos, en su
mayoría (69 por ciento) desean una figura más gruesa, con músculo pero sin grasa.
Otro fue la insatisfacción con la imagen
corporal. La prevalencia de la del tipo positivo (porque se quiere estar más
delgado) fue del 55 por ciento en el sexo femenino y del 30 por ciento en el
masculino; mientras que la negativa (querer estar más grueso) fue del 24 por
ciento entre las jóvenes y del 55 por ciento entre los varones.
El tercero, la alteración de la imagen
corporal, que hace referencia a un efecto de distorsión con el que las personas
se autoperciben más delgadas (subestimación) o más gruesas de lo que realmente
son (sobrestimación).
Las diferencias por género arrojan una
prevalencia de sub y sobre estimación de 47 y 3 por ciento respectivamente
entre los hombres, y de 41 y 9 por ciento entre las mujeres.
Uno más fue la dieta restrictiva, el factor de
mayor riesgo, pues implica por sí mismo un problema de salud. De acuerdo con
los investigadores más importantes en esta temática, el seguimiento de este
tipo de dieta es el factor pre-currente que directamente puede conducir a
trastornos alimentarios. La prevalencia fue mayor entre las estudiantes (44 por
ciento) que entre sus compañeros (23 por ciento). Curiosamente, entre los
púberes esta relación se invierte.
El quinto factor fue la conducta alimentaria compulsiva, cuya prevalencia para la respuesta “frecuentemente” se dividió en 50 por ciento de las veces para cada sexo, y para “siempre” en 30 por ciento de los hombres y 17 por ciento en las mujeres.
Finalmente, se midió la preocupación por el peso y la comida, “reconocido como un factor de riesgo disparador de los otros y determinante para que los problemas detectados sean considerados trastornos de la alimentación”. Dentro de las categorías de “mucho” y demasiado” la prevalencia es del 13 por ciento para los jóvenes y del 35 por ciento para sus compañeras. Las púberes (10 a 12 años) y prepúberes (6 a 9 años) muestran porcentajes más altos, hasta del 64 por ciento en el caso de las más jóvenes.
La especialista concluyó que aún “se trabaja
para dar respuesta a todos estos problemas”. No obstante, una solución general
sería dar información a los niños y padres de familia en las escuelas,
omitiendo “la que pudiera ser inductora en lugar de protectora”. Diversos
estudios han revelado que muchas veces, infantes que ni siquiera sabían que pueden
“cuidar” su figura induciéndose el vómito, lo empiezan a hacer cuando se les
comenta esta posibilidad, por ejemplo.
Un segundo paso, cuando ya hay factores de
riesgo, sería organizar programas específicos en donde participen padres de
familia y estudiosos de este campo para hacer contrapeso a la publicidad que
tanto afecta a los jóvenes, entre otras medidas.
Características anoréxicas y bulímicas
La anorexia, precisó Gómez Pérez-Mitré, se
distingue porque las personas –en especial las mujeres– están por debajo del
peso normal para su sexo, constitución y edad. Se niegan a comer incluso cuando
afrontan riesgos de desnutrición, pues son enemigas de la obesidad. Este
trastorno, además, genera una distorsión de la imagen corporal: “se perciben
gordas aunque estén en los huesos”. En casos graves, deben ser hospitalizadas
para obligarlas a comer y salvarles la vida. El padecimiento tiende a ser
crónico y puede producir desaparición de la menstruación.
El caso de la bulimia es semejante, añadió,
pero las víctimas no necesariamente manifiestan bajo peso; comen exageradamente
en periodos cortos de tiempo y luego vomitan lo ingerido. Al igual que la
anorexia, se vuelve un padecimiento crónico. Ambos trastornos son altamente
incapacitantes; incluso letales.
La especialista agregó que estas conductas, por
lo general practicadas a escondidas, son multicausales: intervienen factores
biológicos, genéticos, individuales, de personalidad y, fundamentalmente,
socioculturales, influidos por los medios de comunicación masiva. “Se les
muestran modelos que no corresponden a la generalidad”.
Esto representa un peligro para el sexo
femenino, particularmente para pre y
adolescentes, quienes constituyen la población con mayor riesgo. Los trastornos
comienzan “en la pubertad, cuando empiezan a almacenar grasa porque el cuerpo
se prepara para procrear”; cuando las jovencitas utilizan su cuerpo para
actividades artísticas o de trabajo, como ocurre con las modelos, atletas y
bailarinas de ballet.
A decir de Julio Casillas Ledesma, miembro del
Comité Editorial de la revista electrónica Carta Psicoanalítica, todavía no se
fundamenta la explicación de por qué los denominados trastornos de la
alimentación se han convertido en una enfermedad social.
Pareciera ser que los medios de difusión han
distorsionado ciertas creencias acerca de la belleza, la salud, la alimentación
y los apetitos: se ha incrementado la búsqueda de un cuerpo libre de grasa como
nueva religión. Este dogma, recalcó, es paradigma de nuestra época; en
particular, su credo valora las actitudes y conducta de las anoréxicas.
“Si se falla en seguir este moderno culto
–señaló–, el fracaso no se hace esperar. El cuerpo se convierte en un estigma
de derrota, manifestándose en gordura y grasa y, como consecuencia, en el
ablandamiento, la flacidez tan temida por el sexo femenino, que convierte a
este nuevo credo en un infierno en la Tierra”.
Esta doctrina genera falsas expectativas entre
las mujeres, al asegurarles que sólo si están delgadas podrán ser consideradas sexys,
excitantes, competentes y exitosas. “Mientras más pequeñas sean la talla en la
ropa y las medidas corporales, mejor”.
En la anorexia, prosiguió, moda y muerte se
relacionan teóricamente en una especie de dialéctica del horror. Desde el
psicoanálisis se puede argüir que el cuerpo se convierte en un mensaje, en
texto descifrable, pues es la imagen que construimos para nosotros mismos y el
otro. ¿No la belleza se sostiene entre la mirada –la cual puede ser negada, pero
jamás desaparece– que se da entre el espejo y el cuerpo?
A la manía por la delgadez, agregó, se adhieren
otras: la del sometimiento a la cirugía plástica para cubrir la fantasía de no
envejecer, asunto difícil de aceptar para la mujer moderna. En ella, las
cremas, lociones, tónicos, parches y ejercicios son artilugios contra las
arrugas, asumidas como tragedia; y la lista es interminable si revisamos los
alimentos que venden la fantasía de “coma lo que quiera y no engorde”.
Casillas Ledesma destacó asimismo, que otro
punto interesante respecto de ese padecimiento es el tema “del espejo”, el cual
es recurrente en el devenir psicoanalítico, en la poesía y la vida cotidiana.
Alguna vez, contó, “una paciente anoréxica le comentó que dentro de un siglo se
añadirían la báscula y los espejos al potro y otros artefactos igualmente
tétricos en los museos de la tortura”.
El espejo, advirtió en la Facultad de Filosofía
y Letras, es particularmente ambiguo para las mujeres, quienes “despiertan a la
vida cuando tienen acceso a su propia imagen”. Sin embargo; en el caso de las
anoréxicas, vivir en perpetua inconformidad y negación de su peso e imagen las
coloca al borde de un abismo.
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FOTO 1
Gilda Gómez Pérez-Mitré, jefa de la División de
Estudios Profesionales de la Facultad de Psicología de la UNAM, analiza las
estrategias para prevenir conductas alimentarias riesgosas, como la bulimia y
la anorexia
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Julio Casillas
Ledesma, de la revista electrónica Carta Psicoanalítica, indicó que la
exagerada búsqueda de la belleza, la salud, la alimentación y los apetitos han
provocado desórdenes alimentarios que pueden llegar a ser letales.