Boletín UNAM-DGCS-681
Ciudad Universitaria
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LA LENGUA ESPAÑOLA CORRE EL RIESGO DE SUFRIR FRAGMENTACIÓN LINGÜÍSTICA: MORENO DE ALBA
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Por lo que toca a sus vocabularios técnicos
y especializados, destacó el director de la Academia Mexicana de la Lengua
Española
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Este 11 de septiembre se cumplen 128 años de
la fundación de la Academia Mexicana de la Lengua; la real Academia Española
está vigente desde el año 1500
·
Desde hace mucho tiempo, las academias de la
lengua tienen una labor social relacionada con la preparación de instrumentos
de consulta, destacó
·
El vínculo entre la Academia y la UNAM es
natural, aseveró
Aunque la conservación de
nuestra lengua está garantizada, en la actualidad corre el riesgo de una
fragmentación lingüística en lo referente a sus vocabularios técnicos y
especializados, advirtió José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana
de la Lengua Española (AMLE).
Antes, disciplinas como la
Economía y la Computación eran consideradas sólo para expertos; ahora que
forman parte de nuestra vida cotidiana se ha despertado el interés en un gran
número de personas por conocer su terminología. Así, sin darnos cuenta, hemos
empezado a manejar conceptos que no eran comunes hace 100 años.
Es precisamente aquí donde se
encuentra el riesgo de que, al tratarse de lenguajes técnicos, los países los
utilicen de forma distinta. Por ejemplo, en México utilizamos una máquina
llamada computadora, conocida en España como ordenador, indicó el investigador
del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
Entonces, si desde la
designación del aparato mismo ya se fragmentó el mundo hispánico, puede suceder
que con el paso del tiempo y dada la velocidad requerida para la adquisición de
neologismos técnicos, se vayan separando los diversos grupos hispanohablantes,
sostuvo.
En ese sentido, puntualizó
José Moreno, las academias tenemos la obligación no de resolver el asunto,
porque no está en nuestras manos hacerlo, pero sí de proponer diversas
alternativas de solución y publicar diccionarios que no sólo reflejen el
vocabulario de la lengua, sino también indiquen hacia dónde va la mayoría de
los hablantes.
Al tratar este punto Margit
Frenk, académica de la Facultad de Filosofía y Letras, opinó que a veces se da
demasiada importancia a las palabras. Dadas las diferencias entre un país y
otro, se advierte sobre la posible desintegración de nuestra lengua, cuando en
realidad no existe el peligro de que desaparezca el español.
Las palabras, aclaró, son como
los ladrillos de las construcciones; no son lo más importante, lo primordial es
la estructura.
Algo positivo del 11 de
septiembre
Con el objetivo primordial de
velar por la conservación, pureza y perfeccionamiento de nuestro idioma, el 11
de septiembre de 1875 fue inaugurada la Academia Mexicana de la Lengua Española
(AMLE), bajo la presidencia de José María de Bassoco.
A punto de cumplir 128 años,
la Academia Mexicana colabora con la Real Academia Española (RAE) –vigente
desde el año 1500 y que edita periódicamente su Diccionario, con un valor
normativo universalmente reconocido que lo hace único en su género–, y con las
20 academias procedentes de cada uno de los países que utilizan la lengua de
Cervantes.
Ellas son las academias
Colombiana, Ecuatoriana, Salvadoreña, Venezolana, Chilena, Peruana,
Guatemalteca, Costarricense, Panameña, Cubana, Boliviana, Dominicana,
Nicaragüense y Hondureña de la Lengua; las academias Filipina, Paraguaya,
Puertorriqueña y Norteamericana de la Lengua Española; la Academia Argentina de
Letras, y la Academia Nacional de Letras del Uruguay.
Estas academias empezaron a
surgir en países como Italia, Francia y España; sin embargo, en sus inicios
eran entidades sin una función social definida; “eran grupos de diletantes
exquisitos, generalmente hombres ricos que se reunían; uno tocaba el piano,
otro declamaba, otro hacia una exposición filosófica”, mencionó Moreno de Alba.
Se pensaba que estas
instituciones estaban conformadas por personas cultas, reunidas para conversar
de literatura, poesía y lengua española, dijo.
Durante el siglo XIX, dichos
organismos fueron considerados poco útiles, pero gracias a la buena relación de
la Academia Mexicana con las demás corporaciones de este tipo, organizó el Primer
Congreso de Academias de la Lengua Española, efectuado en la Ciudad de México
en abril de 1951, del cual surgió la Asociación de Academias de la Lengua
Española.
Desde hace décadas, estas
asociaciones tienen una labor social relacionada con el estudio del idioma
español y con la preparación de instrumentos de consulta; en la actualidad, no
faltan personas que creen que funcionan como en el siglo XIX, destacó el
lingüista.
Hoy en día, las academias
contribuyen a la unión de la lengua y a su mejor conocimiento, subrayó. “No
ayudamos a la conservación de nuestro idioma, porque eso está garantizado
gracias a sus cerca de 400 millones de
hablantes”.
El papel de este organismo es
múltiple, porque además de ocuparse de la lengua de la península ibérica, le
sigue el rastro al español de México, señaló Margit Frenk, miembro de número de
la AMLE a partir de 1993.
Desde hace años, precisó, la
Academia trabaja en los llamados mexicanismos, es decir, términos inexistentes
en España y otros con distinto significado. Tal es el caso de la palabra
banqueta, la cual designa en la península a un tipo de banca y aquí a una
acera. Éste es un ejemplo entre centenares.
En fecha reciente este
organismo remitió a la Real Academia Española
una lista de palabras y significados para ser incluidos en la última
edición de su diccionario, aunque muchos de ellos ya están considerados.
Integrar los vocablos faltantes es otra de las funciones de la Academia
Mexicana, refirió.
Otro asunto de relevancia es
la unidad de la lengua que, a decir del presidente de la AMLE, es una tarea del
conjunto de academias. Si al platicar con un argentino nos entendemos es porque
la estructura idiomática es la misma en su sintaxis y morfología.
En suma, se trata de hacer
constar, por una parte, cuáles son las variedades regionales y, por otra,
promover la unidad de los hispanohablantes.
Por ello, enfatizó Moreno de
Alba, estas organizaciones dotan de diccionarios que, de una manera tácita,
recomiendan una forma particular de designar las cosas con el mismo nombre.
En ese sentido, un ejemplo del
servicio social de estos cuerpos especializados es la ortografía. Desde el
siglo XVIII han tenido el tino de ajustar el idioma según el habla de la gente;
porque la lengua se transforma, no lo notamos porque este proceso es lento,
pero de siglo en siglo sucede y, en ese sentido, es importante reflejar en
nuestro vocabulario los cambios efectuados por los hispanohablantes.
En el español la diferencia
entre pronunciación y ortografía es mínima, y gracias al trabajo de las
academias hoy nuestra lengua tiene una ortografía moderna y práctica, con
reglas sencillas. De hecho en la actualidad, en todo el mundo con raíz
hispánica se esperan las normas de la RAE y las existentes no se discuten,
aseveró el investigador universitario.
Lo que pretende esta
institución cuando marca una regla de ortografía es simplificar las cosas; es
decir, facilitar la escritura y la lectura del idioma.
“Estamos unidos por una lengua
común, no separados por ella. En este sentido social de las academias es en el
que, como director de la Academia, me interesa poner énfasis. No tanto en la
calidad personal de cada académico, porque eso ya se sabe y es mérito personal
de cada uno. Tratamos de invitar a nuestra Academia a personas importantes en
el ámbito de la lingüística, la literatura
o la poesía, pero esos son méritos de ellos”, afirmó.
Lo importante es destacar la
actividad de este organismo como grupo y entidad social, porque de ello se
deriva el vínculo con la sociedad y eso caracteriza a las academias modernas,
abundó.
La Academia y su vínculo con
la UNAM
Cuando se funda la Academia
Mexicana no era el mejor momento de la Universidad, pero a partir de que esta
casa de estudios recupera su tradición, el vínculo entre ambas instituciones es
natural, “porque la mayor parte de sus miembros somos universitarios; no puede
ser de otra manera”, subrayó Moreno de Alba.
La UNAM es tan importante que
los buenos escritores, poetas y lingüistas son miembros de la Academia y
universitarios. Si bien las funciones de ambas instituciones son diferentes,
“siempre ha habido una buena relación”, agregó.
La Academia Mexicana de la
Lengua Española empezó a funcionar con 12 miembros. Ahora lo hace con 36 de
Número y 36 Correspondientes. Estos últimos radican fuera del Distrito Federal.
A este organismo han
pertenecido muchos de los más ilustres
hombres de letras mexicanas –filólogos, gramáticos, filósofos,
ensayistas, poetas, novelistas, historiadores y humanistas–, como es el caso de
Joaquín García Icazbalceta, Francisco Sosa, José María Marroquí, Francisco del
Paso y Troncoso, José María Vigil, Justo Sierra, Emilio Rabasa, José López
Portillo y Rojas, Rafael Delgado, Federico Gamboa, Manuel José Othón, Juan de
Dios Peza, Amado Nervo, Luis G. Urbina, Alejandro Quijano, Artemio del Valle
Arizpe, Antonio Caso, Julio Torri, Manuel Romero de Terreros, Ángel María
Garibay, Carlos Pellicer, José Gorostiza, José Vasconcelos, Isidro Fabela,
Jaime Torres Bodet, Manuel Toussaint, Salvador Novo, Martín Luis Guzmán,
Agustín Yáñez, Juan Rulfo e Ignacio Bernal, entre otros.
En la actualidad son miembros
de la Academia destacados universitarios, como Margo Glantz, Margit Frenk,
Rubén Bonifaz Nuño, Ruy Pérez Tamayo, Miguel León Portilla, José Pascual Boxó,
Clementina Díaz y de Ovando, Julieta Fierro, Mauricio Beuchot, José Luis Martínez,
Ernesto de la Torre, Ramón Xirau, Leopoldo Solís, Vicente Quirarte y la
recientemente nombrada Elsa Cecilia Frost.
Moreno de Alba precisó que la
Academia requiere de muy buenos escritores, incluso de otras disciplinas, como
es el caso de la astrónoma Julieta Fierro y el doctor Ruy Pérez Tamayo.
Por su parte, Margit Frenk
sostuvo que la relación entre la UNAM y la Academia se da a través de sus
miembros: “Si bien se trata de instituciones de carácter muy distinto, el mismo
director en sí ya es un vínculo”.
Además, hay propuestas para
que haya representantes de las distintas ramas de la actividad intelectual en
México; por ello, está integrada por historiadores, poetas, novelistas,
críticos literarios, médicos y hasta una astrónoma.
Los miembros de esta
institución deben ser personas que, independientemente de la disciplina que
cultiven, escriban muy bien; no tienen por qué ser novelistas todos, enfatizó
Moreno de Alba.
También debe ser muy destacado
en su disciplina y tener interés en el estudio y fortalecimiento del español
como instrumento social de comunicación, agregó.
De hecho, todos nuestros
académicos cumplen con estos requisitos. Son personas respetables en cuanto a
su valor intelectual, escriben de forma excelente y desean contribuir al
fortalecimiento de nuestra lengua, concluyó.
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Foto 1
El Diccionario editado por la Real Academia Española,
institución vigente desde el año 1500, tiene un valor normativo reconocido
universalmente. En él participan 21 academias hispanohablantes.
Foto 2
José Moreno de Alba hizo énfasis en el vínculo natural
que existe entre la Academia Mexicana de la Lengua Española –institución que
dirige– y la UNAM. Si bien tienen funciones distintas, “siempre ha habido una
buena relación” entre ambas.
Foto 3
La
académica Margit Frenk reconoció la necesaria relación entre la Universidad
Nacional y la Academia Mexicana de la Lengua Española, en donde parte de sus
miembros son reconocidos universitarios.