12:00 hrs. Septiembre 10 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-681

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

LA LENGUA ESPAÑOLA CORRE EL RIESGO DE SUFRIR FRAGMENTACIÓN LINGÜÍSTICA: MORENO DE ALBA

 

·        Por lo que toca a sus vocabularios técnicos y especializados, destacó el director de la Academia Mexicana de la Lengua Española

·        Este 11 de septiembre se cumplen 128 años de la fundación de la Academia Mexicana de la Lengua; la real Academia Española está vigente desde el año 1500

·        Desde hace mucho tiempo, las academias de la lengua tienen una labor social relacionada con la preparación de instrumentos de consulta, destacó

·        El vínculo entre la Academia y la UNAM es natural, aseveró

 

Aunque la conservación de nuestra lengua está garantizada, en la actualidad corre el riesgo de una fragmentación lingüística en lo referente a sus vocabularios técnicos y especializados, advirtió José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua Española (AMLE).

 

Antes, disciplinas como la Economía y la Computación eran consideradas sólo para expertos; ahora que forman parte de nuestra vida cotidiana se ha despertado el interés en un gran número de personas por conocer su terminología. Así, sin darnos cuenta, hemos empezado a manejar conceptos que no eran comunes hace 100 años.

 

Es precisamente aquí donde se encuentra el riesgo de que, al tratarse de lenguajes técnicos, los países los utilicen de forma distinta. Por ejemplo, en México utilizamos una máquina llamada computadora, conocida en España como ordenador, indicó el investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

Entonces, si desde la designación del aparato mismo ya se fragmentó el mundo hispánico, puede suceder que con el paso del tiempo y dada la velocidad requerida para la adquisición de neologismos técnicos, se vayan separando los diversos grupos hispanohablantes, sostuvo.

 

En ese sentido, puntualizó José Moreno, las academias tenemos la obligación no de resolver el asunto, porque no está en nuestras manos hacerlo, pero sí de proponer diversas alternativas de solución y publicar diccionarios que no sólo reflejen el vocabulario de la lengua, sino también indiquen hacia dónde va la mayoría de los hablantes.

 

Al tratar este punto Margit Frenk, académica de la Facultad de Filosofía y Letras, opinó que a veces se da demasiada importancia a las palabras. Dadas las diferencias entre un país y otro, se advierte sobre la posible desintegración de nuestra lengua, cuando en realidad no existe el peligro de que desaparezca el español.

 

Las palabras, aclaró, son como los ladrillos de las construcciones; no son lo más importante, lo primordial es la estructura.

 

Algo positivo del 11 de septiembre

 

Con el objetivo primordial de velar por la conservación, pureza y perfeccionamiento de nuestro idioma, el 11 de septiembre de 1875 fue inaugurada la Academia Mexicana de la Lengua Española (AMLE), bajo la presidencia de José María de Bassoco.

 

A punto de cumplir 128 años, la Academia Mexicana colabora con la Real Academia Española (RAE) –vigente desde el año 1500 y que edita periódicamente su Diccionario, con un valor normativo universalmente reconocido que lo hace único en su género–, y con las 20 academias procedentes de cada uno de los países que utilizan la lengua de Cervantes.

 

Ellas son las academias Colombiana, Ecuatoriana, Salvadoreña, Venezolana, Chilena, Peruana, Guatemalteca, Costarricense, Panameña, Cubana, Boliviana, Dominicana, Nicaragüense y Hondureña de la Lengua; las academias Filipina, Paraguaya, Puertorriqueña y Norteamericana de la Lengua Española; la Academia Argentina de Letras, y la Academia Nacional de Letras del Uruguay.

 

 

 

Estas academias empezaron a surgir en países como Italia, Francia y España; sin embargo, en sus inicios eran entidades sin una función social definida; “eran grupos de diletantes exquisitos, generalmente hombres ricos que se reunían; uno tocaba el piano, otro declamaba, otro hacia una exposición filosófica”, mencionó Moreno de Alba.

 

Se pensaba que estas instituciones estaban conformadas por personas cultas, reunidas para conversar de literatura, poesía y lengua española, dijo.

 

Durante el siglo XIX, dichos organismos fueron considerados poco útiles, pero gracias a la buena relación de la Academia Mexicana con las demás corporaciones de este tipo, organizó el Primer Congreso de Academias de la Lengua Española, efectuado en la Ciudad de México en abril de 1951, del cual surgió la Asociación de Academias de la Lengua Española.

 

Desde hace décadas, estas asociaciones tienen una labor social relacionada con el estudio del idioma español y con la preparación de instrumentos de consulta; en la actualidad, no faltan personas que creen que funcionan como en el siglo XIX, destacó el lingüista.

 

Hoy en día, las academias contribuyen a la unión de la lengua y a su mejor conocimiento, subrayó. “No ayudamos a la conservación de nuestro idioma, porque eso está garantizado gracias a sus cerca de 400 millones de  hablantes”.

 

El papel de este organismo es múltiple, porque además de ocuparse de la lengua de la península ibérica, le sigue el rastro al español de México, señaló Margit Frenk, miembro de número de la AMLE a partir de 1993.

 

Desde hace años, precisó, la Academia trabaja en los llamados mexicanismos, es decir, términos inexistentes en España y otros con distinto significado. Tal es el caso de la palabra banqueta, la cual designa en la península a un tipo de banca y aquí a una acera. Éste es un ejemplo entre centenares.

 

En fecha reciente este organismo remitió a la Real Academia Española  una lista de palabras y significados para ser incluidos en la última edición de su diccionario, aunque muchos de ellos ya están considerados. Integrar los vocablos faltantes es otra de las funciones de la Academia Mexicana, refirió.

 

Otro asunto de relevancia es la unidad de la lengua que, a decir del presidente de la AMLE, es una tarea del conjunto de academias. Si al platicar con un argentino nos entendemos es porque la estructura idiomática es la misma en su sintaxis y morfología.

 

En suma, se trata de hacer constar, por una parte, cuáles son las variedades regionales y, por otra, promover la unidad de los hispanohablantes.

 

Por ello, enfatizó Moreno de Alba, estas organizaciones dotan de diccionarios que, de una manera tácita, recomiendan una forma particular de designar las cosas con el mismo nombre.

 

En ese sentido, un ejemplo del servicio social de estos cuerpos especializados es la ortografía. Desde el siglo XVIII han tenido el tino de ajustar el idioma según el habla de la gente; porque la lengua se transforma, no lo notamos porque este proceso es lento, pero de siglo en siglo sucede y, en ese sentido, es importante reflejar en nuestro vocabulario los cambios efectuados por los hispanohablantes.

 

En el español la diferencia entre pronunciación y ortografía es mínima, y gracias al trabajo de las academias hoy nuestra lengua tiene una ortografía moderna y práctica, con reglas sencillas. De hecho en la actualidad, en todo el mundo con raíz hispánica se esperan las normas de la RAE y las existentes no se discuten, aseveró el investigador universitario.

 

Lo que pretende esta institución cuando marca una regla de ortografía es simplificar las cosas; es decir, facilitar la escritura y la lectura del idioma.

 

“Estamos unidos por una lengua común, no separados por ella. En este sentido social de las academias es en el que, como director de la Academia, me interesa poner énfasis. No tanto en la calidad personal de cada académico, porque eso ya se sabe y es mérito personal de cada uno. Tratamos de invitar a nuestra Academia a personas importantes en el ámbito de la lingüística, la literatura  o la poesía, pero esos son méritos de ellos”, afirmó.

 

Lo importante es destacar la actividad de este organismo como grupo y entidad social, porque de ello se deriva el vínculo con la sociedad y eso caracteriza a las academias modernas, abundó.

La Academia y su vínculo con la UNAM

 

Cuando se funda la Academia Mexicana no era el mejor momento de la Universidad, pero a partir de que esta casa de estudios recupera su tradición, el vínculo entre ambas instituciones es natural, “porque la mayor parte de sus miembros somos universitarios; no puede ser de otra manera”, subrayó Moreno de Alba.

 

La UNAM es tan importante que los buenos escritores, poetas y lingüistas son miembros de la Academia y universitarios. Si bien las funciones de ambas instituciones son diferentes, “siempre ha habido una buena relación”, agregó.

 

La Academia Mexicana de la Lengua Española empezó a funcionar con 12 miembros. Ahora lo hace con 36 de Número y 36 Correspondientes. Estos últimos radican fuera del Distrito Federal.

 

A este organismo han pertenecido muchos de los más ilustres  hombres de letras mexicanas –filólogos, gramáticos, filósofos, ensayistas, poetas, novelistas, historiadores y humanistas–, como es el caso de Joaquín García Icazbalceta, Francisco Sosa, José María Marroquí, Francisco del Paso y Troncoso, José María Vigil, Justo Sierra, Emilio Rabasa, José López Portillo y Rojas, Rafael Delgado, Federico Gamboa, Manuel José Othón, Juan de Dios Peza, Amado Nervo, Luis G. Urbina, Alejandro Quijano, Artemio del Valle Arizpe, Antonio Caso, Julio Torri, Manuel Romero de Terreros, Ángel María Garibay, Carlos Pellicer, José Gorostiza, José Vasconcelos, Isidro Fabela, Jaime Torres Bodet, Manuel Toussaint, Salvador Novo, Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, Juan Rulfo e Ignacio Bernal, entre otros.

 

En la actualidad son miembros de la Academia destacados universitarios, como Margo Glantz, Margit Frenk, Rubén Bonifaz Nuño, Ruy Pérez Tamayo, Miguel León Portilla, José Pascual Boxó, Clementina Díaz y de Ovando, Julieta Fierro, Mauricio Beuchot, José Luis Martínez, Ernesto de la Torre, Ramón Xirau, Leopoldo Solís, Vicente Quirarte y la recientemente nombrada Elsa Cecilia Frost. 

 

Moreno de Alba precisó que la Academia requiere de muy buenos escritores, incluso de otras disciplinas, como es el caso de la astrónoma Julieta Fierro y el doctor Ruy Pérez Tamayo.

 

Por su parte, Margit Frenk sostuvo que la relación entre la UNAM y la Academia se da a través de sus miembros: “Si bien se trata de instituciones de carácter muy distinto, el mismo director en sí ya es un vínculo”.

 

Además, hay propuestas para que haya representantes de las distintas ramas de la actividad intelectual en México; por ello, está integrada por historiadores, poetas, novelistas, críticos literarios, médicos y hasta una astrónoma.

 

Los miembros de esta institución deben ser personas que, independientemente de la disciplina que cultiven, escriban muy bien; no tienen por qué ser novelistas todos, enfatizó Moreno de Alba.

 

También debe ser muy destacado en su disciplina y tener interés en el estudio y fortalecimiento del español como instrumento social de comunicación, agregó.

 

De hecho, todos nuestros académicos cumplen con estos requisitos. Son personas respetables en cuanto a su valor intelectual, escriben de forma excelente y desean contribuir al fortalecimiento de nuestra lengua, concluyó.

 

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Foto 1

 

El Diccionario editado por la Real Academia Española, institución vigente desde el año 1500, tiene un valor normativo reconocido universalmente. En él participan 21 academias hispanohablantes.

 

Foto 2

José Moreno de Alba hizo énfasis en el vínculo natural que existe entre la Academia Mexicana de la Lengua Española –institución que dirige– y la UNAM. Si bien tienen funciones distintas, “siempre ha habido una buena relación” entre ambas.

 

 

Foto 3

La académica Margit Frenk reconoció la necesaria relación entre la Universidad Nacional y la Academia Mexicana de la Lengua Española, en donde parte de sus miembros son reconocidos universitarios.