Boletín UNAM-DGCS-396
Ciudad Universitaria
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Pies de foto al final del boletín
ROSARIO CASTELLANOS, UNIVERSITARIA DESTACADA Y ESCRITORA UNIVERSAL
·
La poeta, cuentista, novelista, ensayista y
dramaturga, en toda su creación literaria y docente, así como en su actuación
como mujer, tendió a liquidar estructuras humanas que por injustas deberían
desaparecer: Aurora Ocampo, del IIFl
·
Para Graciela Hierro, directora del PUEG, es
la segunda madre simbólica del feminismo en México y creadora de una
"metodología" retomada por mujeres de todo el mundo: la ironía,
producto de la inteligencia
Rosario Castellanos fue una de
las escritoras mexicanas más completas, no solo por ser extraordinaria poeta, cuentista,
novelista, ensayista y dramaturga, sino porque en sus libros, artículos y
cátedras, y en su actuación como mujer, tendió siempre, con gran humor, a
liquidar aquellas estructuras humanas que por injustas deberían desaparecer,
aseguró Aurora Ocampo, del Centro de Estudios Literarios del Instituto de
Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM.
No sólo eso. Castellanos es la segunda madre simbólica
del feminismo en México –la primera es Sor Juana Inés de la Cruz– y creadora de
una "metodología feminista" retomada por mujeres de todo el mundo: la
ironía, producto de la inteligencia, donde los argumentos se llevan hasta sus
últimas consecuencias, añadió Graciela Hierro, directora del Programa
Universitario de Estudios de Género (PUEG).
En el aniversario 78 del
nacimiento de una de las universitarias más destacadas del siglo XX –ocurrido
el 25 de mayo de 1925 en la ciudad de México–, la maestra Ocampo, quien fuera
su alumna, ayudante y amiga, refirió que la también periodista estuvo
comprometida con su tiempo, para quien “nada de lo humano fue ajeno”.
"Su alianza será, a
partir de siempre, con el débil, porque ya desde la adolescencia, en agobiante
torbellino, la ha abrasado la ira que en ella despierta el ver entronizada a la
alevosía", escribe el estudioso literario Raúl Ortiz y Ortiz en la
presentación del disco compacto de poesía de Castellanos, perteneciente a la
colección "Voz Viva de México", recién editado por la Dirección de
Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de UNAM.
Castellanos buscó siempre la
equidad en el conocimiento y en los derechos humanos, y su lucha no fue con
tristeza o amargura, sino con gran sentido del humor, dijo Graciela Hierro.
Asumió con orgullo su condición femenina, dándose cuenta de la diferencia
sexual, de que las mujeres no son ni quieren ser como los hombres; tampoco
pretendió actuar trágicamente. Sólo buscó "Otro modo de ser humano y
libre/ Otro modo de ser", como menciona en su poema Meditación en el
umbral.
Según palabras de la propia
autora, "escribir ha sido, más que nada, explicarme a mí misma las cosas
que no entiendo". De hecho, aseguró Aurora Ocampo, llegó a la literatura
–a la poesía, primero, único género que publicó de 1948 a 1957– por
sufrimiento: "Escribo porque yo, un día, adolescente,/ Me incliné ante un
espejo y no había nadie./ ¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros/
chorreaban importancia".
Sufrió desde pequeña porque
fue hija de un hacendado, dueño de muchas tierras cerca de Comitán, Chiapas, a
donde Rosario fue llevada a los pocos días de nacida; sus padres hubieran
querido que su primer hijo fuera varón.
Luego nació su hermano; sin
embargo, años después falleció y ella oyó decir a su madre "mejor se
hubiera muerto mi hija”. ¿Quién heredaría las tierras? ¿Quién? Eso da una idea
del dolor que tuvo desde niña y de la inseguridad que padeció por mucho tiempo,
explicó Ocampo.
En el suelo chiapaneco recibió
amor, atención y cariño de su nana, pero también le angustió el trato que le
daban a ésta por ser mujer indígena, lo mismo que al resto de los excluidos y
desvalidos.
En una entrevista revela sus
sentimientos: "creí que el hecho de abandonar Chiapas a los 16 años y
vivir en la ciudad de México me impulsaría a escribir sobre personas y
problemas muy intelectuales. No fue así, la gente que en mis escritos pugnaba
por salir era la de Chiapas".
Así se muestra en su novela
inicial, Balún Canán (o "nueve estrellas", nombre que según la
tradición dieron los mayas al sitio donde hoy se encuentra Comitán); en Ciudad
Real, su primer libro de cuentos, y Oficio de Tinieblas, su segunda novela,
obras que en conjunto forman la trilogía indigenista más importante de la
narrativa mexicana del siglo XX.
Rosario estudió la carrera de
filosofía en esta casa de estudios. A mediados de 1950 una jovial ponente
sustenta, lúcida, los argumentos en defensa de su tesis Sobre cultura femenina,
y para graduarse en la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) discurre ante los
miembros de un jurado, que no pueden contener risa ni asombro frente a tanto
ingenio y valentía en una memorable sesión que deja huella en Mascarones,
escribe Raúl Ortiz.
Desde entonces en toda su
obra, el personaje más importante fue la mujer, analizada bajo muchos puntos de
vista, como la que se rebela contra el dominio de cualquier tipo. Castellanos
luchó contra la discriminación femenina en todos los terrenos.
Más tarde, en la Universidad
de Madrid llevó cursos de estética y estilística, becada por el Instituto de
Cultura Hispánica. A su regreso, según datos del Diccionario de Escritores
Mexicanos editado por la UNAM, fue promotora de cultura en el Instituto de
Ciencias y Artes de Chiapas en Tuxtla Gutiérrez, en 1952.
De 1954 a 1955, con la Beca
Rockefeller, escribió poesía y ensayo. Los dos siguientes años trabajó en el Centro
Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal de las Casas; luego, de
1958 a 1961 fue redactora de textos escolares en el Instituto Indigenista de
México.
"… combina su apasionada
entrega a las letras con afanes altruistas: primero en el Instituto Indigenista
de Chiapas –tierra de sus padres, campo de batalla en donde se pavonea orondo
el blasón de la injusticia, pero ante todo fuente de inspiración, y constante
escenario para los relatos en la primera fase de su obra–, más tarde decidirá consagrarse,
en buena parte de su vida activa, a la enseñanza", abunda Ortiz y Ortiz.
Otras de sus creaciones son
Álbum de familia, Los convidados de agosto, Rito de iniciación, Mujer que sabe
latín ("que todas las mexicanas, preocupadas por el feminismo hemos leído
con gran atención", según Graciela Hierro), Poesía no eres tú. Obra
poética 1948-1971 y la obra de teatro El eterno femenino, publicada de forma
póstuma; además de una colección de artículos periodísticos reunidos en El uso
de la palabra y El mar y sus
pescaditos.
En alguna ocasión comentó que
sólo había vivido lo redactado y eso, en opinión de Ocampo, es muy importante
debido a que sólo mediante la escritura hay memoria de lo experimentado.
Transformó en obra de arte, en personajes de tres dimensiones, lo que vivió.
Para Graciela Hierro,
Castellanos fue una escritora y pensadora de primer nivel, cuya filosofía se
plasmó en su poesía y sus novelas, como Balún Canán, de "profundidad
metafísica". Se trata de una autora que no sólo pertenece a México, sino a
todo el mundo.
No resiste el impulso de
compartir con el lector cuanto le apasiona y mantiene activa para superar el
abatimiento; lee con creciente avidez a los clásicos ingleses y norteamericanos
en el original, señala Ortiz, quien a partir de 1962 compartió la Cátedra de
Literatura Comparada con Rosario.
A pesar de sus logros como
autora, que la hicieron obtener los premios Chiapas (1958), Xavier Villaurrutia
(1961), Sor Juana Inés de la Cruz (1962), Carlos Trouyet de Letras (1967) y
Elías Sourasky de Letras (1972), su mayor triunfo fue haber sido profesora. Lo
que sufrió, que fue mucho, lo transformó en lecciones para sus clases en la
FFL.
Así lo manifiesta Aurora
Ocampo, su "alumna de tiempo completo" y ayudante, además de
"heredera" por concurso de las cátedras de Rosario en la Facultad
desde que ésta se fue como embajadora de México en Israel –donde falleció por
una descarga eléctrica el 7 de agosto de 1974–. “Enseñó a sus estudiantes a
analizar la obra literaria, sobre todo la narrativa, desde adentro,
involucrándose con ella”, reveló.
“Esperábamos su clase como si
fuéramos a una fiesta, porque se entregaba, se abría por completo. Frente a sus
alumnos, en el aula, se expresaba mejor que en sus textos, probablemente porque
la estimulábamos”, abunda.
Cada vivencia cotidiana con su
esposo, Ricardo Guerra –con quien estuvo casada 13 años–; con su único hijo,
Gabriel; el resto de su familia y amigos, así como con la lectura, la
trasformaba en enseñanza, "por eso fue tan gran maestra".
Con ella, analizar cualquier
libro, fuera de filosofía, historia o literatura, era una experiencia vital y
así lo enseñó a quienes asistieron a sus clases de Novela hispanoamericana
contemporánea, Literatura iberoamericana comparada y Seminario de crítica en la
FFL, que impartió de 1961 a 1971.
Tal fue la importancia de su
papel como mentora que, de acuerdo con los que asistieron a sus cátedras,
quienes no lo hicieron no la conocieron por completo.
También supo ser
extraordinaria amiga; uno sabía que podía contar con ella en situaciones
difíciles, añadió Aurora Ocampo: "Si de alguien recibí entusiasmo por lo
que hacía, fue siempre de Rosario".
Castellanos, quien se sentía
una "hija de la Universidad Nacional", fue jefa de Información y
Prensa en esta casa de estudios (de 1961 a 1966), en la administración de
Ignacio Chávez.
De 1966 a 1967 fue profesora
invitada de las universidades de Wisconsin y Bloomington, luego de la
Universidad Hebrea de Jerusalem, desde su nombramiento como embajadora de
México en aquel país, en 1971, hasta su muerte.
Para Hierro, Rosario
Castellanos es una de las mujeres más destacadas que ha tenido la Universidad
Nacional y la más sobresaliente de su época, "de primer nivel", erudita
(lectora de Virginia Woolf, Simone Weil y Simone de Beauvoir), de quien las
mexicanas "tenemos mucho que aprender".
En Ciudad Universitaria,
manifiesta Ortiz, la palabra de Rosario Castellanos resuena en todos los
ámbitos, porque su nombre ("que no abrevio por ninguna razón")
identifica una figura vigorosa entre las plumas más originales que habían
comenzado a destacar a partir de los años cincuenta. Desde sus primeros
intentos literarios cosecha triunfos en todos los géneros abordados, y en todos
descuella.
Esta universitaria, pionera en
muchos sentidos, tuvo una prematura desaparición a los 49 años de edad. Su
muerte, ocurrida en Tel Aviv hace casi 29 años, se debió al mencionado
accidente, cuando se electrocutó al encender una lámpara después de ducharse.
Su chofer se dio cuenta,
relata Ocampo, y llamó a una ambulancia, sin embargo, camino al hospital, su
corazón no resistió más y murió. Por órdenes del entonces presidente Luis
Echeverría, sus restos fueron sepultados en la Rotonda de los Hombres Ilustres
–hoy de las Personas Ilustres–, en la ciudad de México.
Como homenaje póstumo, el
poeta chiapaneco Jaime Sabines escribió Recado a Rosario Castellanos:
"Sólo una tonta podía dedicar su vida a la/ soledad y al amor./ Sólo una
tonta podía morirse al tocar una lámpara,/ si lámpara encendida,/ desperdiciada
lámpara de día eras tú…/"
En 26 años, de 1948 a 1974,
Rosario Castellanos dedicó sus mejores momentos, los más lúcidos y plenos, a
crear una obra que la expresara de cuerpo entero. Y que al expresarla fuese una
especie de registro del mundo en el que le tocó vivir, comentó en alguna
ocasión Emmanuel Carballo.
“Quizá alguien decida hurgar
entre papeles polvorientos y encuentre textos dignos de ver la luz después de
muchos años. Una artista a la que se considera archivada en los linderos de la
fama –acaso por tratarse de la pluma sobre la que más tesis se escriben en
México y en el extranjero, y que más ha sido traducida– tiene tanto que decir
todavía. Muchas son las sorpresas que nos reserva la escritora íntegra, la
mujer cabal e indestructible”, concluye Raúl Ortiz.
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PIES DE FOTO
Foto 1
Rosario
Castellanos tendió siempre, con gran humor, a liquidar aquellas estructuras humanas
que por injustas deberían desaparecer, indicó Aurora Ocampo, del Centro de
Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM,
con motivo del 78 aniversario del nacimiento de la escritora.
Foto 2
Graciela Hierro, directora
del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, afirmó que después
de Sor Juana Inés de la Cruz, la segunda “madre simbólica” del feminismo en
México es Rosario Castellanos, de quien el 25 de mayo se celebra el 78
aniversario de su nacimiento.
Foto 3
La escritora
Rosario Castellanos, de quien se celebra este año el 78 aniversario de su
nacimiento, enseñó a sus estudiantes a analizar la obra literaria, sobre todo
la narrativa, “desde adentro, involucrándose en ella”, señaló quien fuera su
discípula, ayudante y amiga Aurora Ocampo, del Instituto de Investigaciones
Filológicas de la UNAM.
Foto 4
El 25 de mayo se
celebra el aniversario 78 del nacimiento de una de las universitarias más
destacadas del siglo XX, la poetisa, cuentista, novelista, ensayista y
dramaturga Rosario Castellanos.