Boletín UNAM-DGCS-0852
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RIESGO POTENCIAL PARA LA SALUD, EL CONSUMO DE TRANSGÉNICOS: URSULA OSWALD
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La investigadora del CRIM de la UNAM, dijo
que puede provocar incidencia de cáncer de mama y próstata, así como otros
padecimientos
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Reconoció que hay tecnología que puede hacer
más productivos los campos y que no es dañina
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Participó en el XXII Seminario de Economía
Agrícola del Tercer Mundo, en el Instituto de Investigaciones Económicas
El consumo de alimentos
transgénicos es una amenaza potencial para la salud, pues puede provocar la
incidencia de cáncer de mama y próstata, toxicidad crónica y aguda en el ADN,
inestabilidad de genes implantados, producción involuntaria de tóxicos o
aumento de alergias. Por ello, es necesario poner en práctica medidas
precautorias antes de padecer estas consecuencias o daños ambientales, afirmó
la investigadora de la UNAM, Ursula Oswald.
Al participar en la mesa
redonda “Las nuevas tecnologías y los desafíos para el sector agroalimentario”,
dentro del XXII Seminario de Economía Agrícola del Tercer Mundo, abundó que a
esos daños en la salud se suman el debilitamiento del sistema inmunológico, el
desequilibrio hormonal y los efectos acumulativos antecedentes de procesos
degenerativos en los tejidos, origen de enfermedades como cáncer y lupus.
En Estados Unidos,
ejemplificó, una de cada tres personas padece cáncer, en tanto en México es uno
de cada ocho. En el país vecino se detectó, en los últimos cuatro años, el
aumento del 18 por ciento en el número de alergias alimentarias en niños.
La académica del Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) informó que en México
los alimentos transgénicos autorizados en forma limitada por razones
experimentales, desde hace seis años, son: canola, jitomate, papa, soya y
algodón. Sin embargo, todavía no se ha podido acceder a los protocolos de
regulación.
En la sala de conferencias
“Ricardo Torres Gaitán”, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc),
explicó que el transgénico cambia en forma sustancial el proceso de
reproducción y tiene repercusiones más allá de una hibridación natural, por lo
que a principios de este año se adicionó al Código Penal Federal un artículo en
el cual se convierte en delito ambiental introducir, transportar, almacenar o
liberar en el país y sin las guías necesarias los organismos genéticamente
modificados.
Los cinco alimentos básicos
del mundo: arroz, trigo, papa, frijol y maíz,
empezaron a sistematizarse
desde hace 12 mil años. Hoy, ante la aparición de los transgénicos, advirtió,
tenemos una gran preocupación ambiental y ecológica, además de la necesidad de
proteger estos granos por ser México nación de origen en cuatro de ellos.
Tan sólo en el caso del arroz,
alimento importante en términos de consumo, detalló, según la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se producen 527
millones de toneladas anuales, de las cuales 16 millones se experimentan.
En cuanto al trigo, que hace
ocho mil años nació de una hibridación espontánea, dijo, tiene un papel fundamental en el cuadro
nutricional. El frijol, explicó, empezó a cultivarse hace siete mil años en
Mesoamérica, durante la cultura olmeca –Centroamérica, México y Perú–, lo que
muestra la posibilidad de un intercambio de productos; el maíz es el de mayor
complejidad, pero el genoma se conserva, con excepción de la semilla
hibridizada encontrada en Oaxaca, Chiapas y Puebla.
La especialista expresó que
México debe asumir la responsabilidad para tener la suficiente comida y de
buena calidad, culturalmente adecuada, es decir, tenemos derecho a ingerir los
alimentos nacionales. Además, requiere de una legislación de prevención.
En el evento, en el que
también participó la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Michelle
Chauvet, la coordinadora del Programa de Ingeniería Química Ambiental de la
Facultad de Química, María del Carmen Durán Domínguez, se refirió en forma
específica al procesamiento del maíz y el sorgo.
Comentó que se presentó una
propuesta para procesar dichos granos para el consumo humano que sólo utiliza
la sexta parte de agua y la cuarta de energía, en comparación con los sistemas
tradicionales, pero no ha sido instrumentada por molineros, tortilleros o los
grandes fabricantes de harinas.
Identificó dos causas
fundamentales: la falta de entusiasmo del sector para probar tecnologías
novedosas aún cuando se les demuestren sus bondades y los mecanismos de
corrupción mediante los cuales adquirían maquinaria comercial de importación,
incluso a precios elevados.
Con los cambios registrados en
el ámbito nacional, consideró que ahora será posible volver a intentar la
presentación de estas tecnologías tanto a los pequeños empresarios de molinos y
tortillerías, como a los grandes industriales, las cuales “son más amigables
con el ambiente y producen harinas, masas y tortillas a un costo menor que los
procesos tradicionales”.
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PIE DE FOTO
La académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, Ursula Oswald; la coordinadora del XXII Seminario de Economía Agrícola del Tercer Mundo, María del Carmen del Valle, y la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Michelle Chauvet, durante el evento organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas.