Boletín UNAM-DGCS-0851
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DESGASTADO EL MODELO AGROPECUARIO MEXICANO: POLANCO LÓPEZ
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Está en decadencia y agotado, afirmó el
director de Políticas Públicas de la Asociación Nacional de Empresas
Comercializadoras de Productores del Campo
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Propuso declarar al campo mexicano prioridad
nacional y en situación de emergencia económica y social
Es necesario reconocer, revalorizar y promover los
diferentes sistemas agrícolas existentes en el mosaico de condiciones naturales
y socioeconómicas de México, y renovar el actual modelo agropecuario porque
está “en decadencia, desgastado y agotado, y con un horizonte poco prometedor”.
Así lo aseguró Iván Polanco López, director de Políticas
Públicas de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores
del Campo, al participar en el “XXII Seminario de Economía Agrícola del Tercer
Mundo. Agricultura y alimentación frente a los retos tecnológicos del nuevo
siglo”, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
En la mesa “La visión de los productores: el impacto de
la incorporación de tecnologías en la producción” propuso declarar al campo
mexicano como prioridad nacional y en situación de emergencia económica y
social.
Refirió que el modelo de agricultura industrial es un
sistema de producción rutinaria, homogénea e intensiva, que implica la
concentración de tierras y un uso exhaustivo de maquinaria, agroquímicos,
antibióticos, conservadores y agua, el cual en el corto plazo eleva la
producción.
Sin embargo, señaló, aunque dicho modelo puede ser
pertinente para Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, en México
“tendríamos que hablar de diversos modelos de agricultura acordes con la
variedad orográfica, agroecológica, étnica, socioeconómica y cultural de
nuestro país”.
En nuestro territorio sólo 15% de la superficie agrícola
sería apta para dicho modelo –llanuras costeras del Pacífico y el Golfo, y
algunos valles interiores-, porque para el resto (85%) no es aplicable.
Además, la agricultura industrial, precisó Polanco,
tiende a concentrar las tierras, los subsidios y los ingresos en unas cuantas
unidades productivas, desplazando a los pequeños y medianos productores,
obligándolos a rentar o vender sus parcelas y a buscar opciones de trabajo en
las ciudades.
Luis Armando Aznar Molina, de la Unión Nacional de
Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), señaló que cuando se
piensa en tecnologías para los productores del campo deben hacerse dos
preguntas: para qué y para quién.
A partir de ellas, agregó, se plantean diversos
escenarios posibles: el primero es el biotecnológico. Los cultivos modificados
genéticamente son una herramienta para la agricultura industrial y sus
beneficiarios son las corporaciones multinacionales.
Otro es el correspondiente a las políticas públicas y las
tecnologías para pequeños productores, donde hay programas como “Contigo” y
“Alianza para el campo”, los cuales tienen una visión sectorial. Instrumentos
como la nueva Ley de Desarrollo Rural Sustentable no pueden operar por falta de
financiamiento.
Ante esa situación, se requiere entender la
multifuncionalidad de la agricultura campesina para alcanzar la soberanía y la
seguridad alimentaria.
Comentó que para que una nueva tecnología beneficie a la
agricultura y al desarrollo humano, debe haber participación, transparencia
y respeto cultural, ambiental y de la
salud, así como satisfacción de las necesidades de las personas.
Alvaro López Ríos, dirigente de la Unión Nacional de
Trabajadores Agrícolas, coincidió en la necesidad de buscar soluciones a los
problemas del campo de manera integral, con la participación de los campesinos
y sus familias.
Asimismo, urgió la necesidad de una política agraria
articuladora, en función de la pluralidad nacional, donde la problemática de
los productores sea diferenciada.
La agricultura comercial, dijo, se relaciona con los
monopolios de maquinaria, fertilizantes y agroquímicos necesarios para mantener
altos niveles de eficiencia frente a una competencia complicada.
Por último, Belem Avendaño, de la Universidad Autónoma de
Chapingo, aseveró que la inocuidad alimentaria es un tema vigente en los
ámbitos nacional e internacional. La demanda de alimentos de buena calidad
sanitaria es mayor conforme la población adquiere conciencia de su importancia
para mantener la salud.
Los consumidores, dijo, tienen acceso a alimentos de todo
el planeta, lo cual representa nuevos retos, ante el riesgo de importarlos
contaminados. Ese desafío es aún mayor para los productores, ya que su
actividad está sujeta a la disponibilidad de los recursos naturales,
condiciones meteorológicas, enfermedades, etcétera.
Por ello, los países importadores recurren a normas
estrictas que garanticen el cumplimiento de los más altos estándares de
calidad, aunque en realidad podría tratarse de imponer barreras técnicas para
proteger a los mercados domésticos de las exportaciones de países emergentes,
explicó.
Mantenerse en el mercado internacional, abundó, implica
para los productores mexicanos cumplir con programas y regulaciones costosos.
Por ello, los pequeños se verán desplazados y recurrirán al mercado doméstico
como alternativa para sobrevivir.
Finalmente, se preguntó quién financiará las inversiones
que las empresas mexicanas requieren para permanecer en el ámbito
internacional, modificar sus procesos y pagar la certificación.
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