12:00 hrs. Marzo 22 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-0263

Ciudad Universitaria

 

 

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EL NIÑO PODRÍA AUMENTAR SU INTENSIDAD Y PELIGROSIDAD EN EL SIGLO XXI

 

·        El siglo pasado se registraron 23 episodios de este fenómeno meteorológico, comentó Teresa Ayllón Torres

·        A partir de 1980 se presentaron los cuatro eventos más poderosos y dañinos; el más violento fue el de 1997-98

·        El Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras conmemoró el Día Meteorológico Mundial

 

A partir de la década de 1980 se dieron los cuatro episodios más poderosos de “El Niño”, de los cuales el más violento fue el de 1997-98; por lo que se podría esperar que los próximos eventos de este fenómeno meteorológico sean más fuertes en el presente siglo, afirmó Teresa Ayllón Torres.

 

La académica del Colegio Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) explicó que en el siglo XX se registraron 23 episodios de El Niño y se calcula que el calentamiento planetario de los últimos cien años, cercano a un grado centígrado, ha influido en el aumento anormal de la temperatura de las aguas del Pacífico ecuatorial.

 

Las más importantes manifestaciones de la relación atmósfera-océano se producen con la formación de “El Niño” y “La Niña”, fenómenos muy irregulares cuya aparición aún no se puede predecir, comentó Ayllón Torres.

 

El primero es un gran volumen de agua cálida que se desplaza del pacífico occidental en dirección a las costas de América. Es un calentamiento anómalo del agua superficial del Pacífico ecuatorial, que se produce a intervalos irregulares, asociado a la fluctuación de la presión atmosférica entre los centros de alta presión (en la Isla de Pascua) y de baja (al norte de Australia).

 

El mecanismo de intercambio de calor entre los océanos y la atmósfera produce cambios climáticos muy intensos que afectan la vida de millones de personas, añadió.

 

Las corrientes oceánicas juegan un papel decisivo en el clima porque producen la transferencia de calor de las bajas latitudes a las altas, y viceversa. Por ejemplo, de las zonas polares se transportan las aguas de bajas temperaturas a las áreas ecuatoriales y al revés.

 

Puntualizó que las corrientes de superficie de los océanos alcanzan profundidades de varios cientos de metros y anchuras hasta de mil kilómetros. Son superiores a cualquier río continental y controladas por la fuerza y dirección del viento.

 

En tal sentido, la también fundadora del Observatorio Meteorológico del Colegio de Geografía de la FFL, destacó la importancia de incrementar el número de centros de observación y estudio en el océano, con el objeto de determinar, cuando menos, el inicio del  fenómeno.

 

Hasta ahora, “una de las acciones que se han tomado es zonificar el Pacífico con boyas y puntos de observación para señalar cómo fluctúan las temperaturas, no sólo del agua, sino del viento”. La investigación científica del fenómeno puede ser una manera de aminorar desastres como sequías o inundaciones.

 

El Niño de 1997-98 fue el primero que se detectó desde su “nacimiento”. Con ayuda de 70 boyas oceánicas se registraron cambios en la temperatura del aire y del agua hasta una profundidad de 500 metros.


 

En agosto de ese año la temperatura del Pacífico, que usualmente es de 22 grados centígrados, comenzó a elevarse hasta que en octubre alcanzó 29 y 30 grados. Entre otros efectos, se produjeron lluvias torrenciales y en el desierto de Atacama, Chile, uno de los más secos, hubo precipitaciones de 300 milímetros.

 

El Niño de 1982-83 provocó la muerte de más de dos mil personas y pérdidas materiales por 13 mil millones de dólares; en el de 1997-98 perecieron 2,500 personas y se produjeron daños por alrededor de 50 mil millones de dólares.

 

Teresa Ayllón recalcó que cuando termina un fenómeno de El Niño con frecuencia se presenta el de La Niña, corriente producida por el enfriamiento de las aguas del Pacífico oriental que crea condiciones meteorológicas opuestas. Sus efectos más notorios se observan también entre diciembre y marzo.

 

La Niña, presente en 15 ocasiones durante el siglo XX, surge de profundidades frías que refuerzan la corriente antártica de Humboldt. Esa gran masa avanza desplazando a las aguas superficiales calientes, con lo cual se beneficia la actividad pesquera sudamericana.

 

Añadió que la franja de agua fría localizada en el ecuador alcanza cinco mil kilómetros de largo, desde las costas de Sudamérica hasta Samoa, y produce nuevas condiciones climáticas: tiempo seco en el Pacífico oriental y central; disminución de la evaporación y reducción de las lluvias.

 

En Australia y el sureste de África, el agua cálida desplazada por el viento provoca el ascenso de grandes masas de aire caliente y húmedo, intensa evaporación y abundantes precipitaciones, finalizó.

 

 

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Se estima que el calentamiento global de los últimos cien años, cercano a un grado centígrado, ha influido en el aumento de la temperatura del Pacífico ecuatorial, explicó Teresa Ayllón Torres, de la Facultad de Filosofía y Letras.

 

 

FOTO 2

 

Teresa Ayllón Torres, de la Facultad de Filosofía y Letras, aseguró que las más importantes manifestaciones de la relación atmósfera-océano se producen con la formación de El Niño y La Niña, fenómenos que aún no se pueden predecir.