Boletín UNAM-DGCS-0248
Ciudad Universitaria
Pie de foto al final del boletín
LA CULTURA DE LA
PAZ NO LE CONVIENE A LOS PAÍSES DESARROLLADOS
·
Sus intereses obedecen a la economía de guerra, agregó Noemí Casasola
Gudiño, de la ENTS de la UNAM
·
El punto de partida para que exista una transformación en ese sentido es
la educación
·
La solidaridad, el diálogo, la tolerancia y la reconciliación deben
sustituir a la violencia
A pesar de que poco más de 75 millones de
personas han firmado el Manifiesto 2000 promovido por la UNESCO, en el que se
comprometen a promover la cultura de la paz, ningún país desarrollado lo ha
signado porque obedecen a cuestiones de economía de guerra, aseguró Noemí
Casasola Gudiño, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
Explicó que entre los signantes se encuentran
38 jefes de Estado, incluido el presidente de México.
La cultura de la paz es una necesidad mundial,
agregó; desde el 2000 se empezó a trabajar más activamente en esto, lapso
“decretado como Año Internacional de la Cultura de la Paz, y el decenio que va
del 2001 al 2010 es el que se va a considerar como de las Naciones Unidas a
Favor de la Paz”.
Hoy, indicó Casasola Gudiño, la cultura de la
paz es una utopía, pero hay que reconocerle su valor, aunque el camino para
establecerla es lento y largo, porque
el único cambio posible y duradero se da a través de la educación enfocada a
resaltar nuestros derechos y obligaciones, así como a tener juicios libres de
prejuicios, es decir, evitando todas las conductas discriminatorias. De otra
forma, será difícil establecer relaciones armónicas.
Se debe practicar, asimismo, la autoconciencia,
es decir, “replantearme cómo estoy viendo a las otras personas, a partir de qué
perspectiva, qué tan tolerante soy, lo cual no significa aguantarnos, soportar
todo lo que venga, y mucho menos rechazar nuestros derechos, sino respetar las
opiniones de otros, escucharlas, reconocer la diversidad entre los seres
humanos”, y a partir de esto analizar todas nuestras acciones.
La paz, señaló, no se puede establecer por
decreto o porque algún maestro la imparta en el aula, “es una condición que se
predica a través del ejemplo”.
Los prejuicios, precisó, se aprenden desde la
casa, nadie nace con ellos. “Si provienes de una familia en la cual te
enseñaron a discriminar al anciano, porque es viejo, porque ya no sirve, lo más
seguro es que tú les enseñes eso a tus hijos”.
Así, habría que reflexionar en qué tanto la
violencia –que creo es algo innato en el ser humano, lo que se aprende es el
prejuicio– debe proceder y si no sería necesario primero entrar en el terreno
de las palabras.
Evidentemente, la paz no es sólo la ausencia de
guerra, va más allá. Hay quien habla de evitar la muerte social, es decir, el
estar marginado y padecer grados extremos de pobreza, de tal manera que la
gente puede volverse más violenta de lo que normalmente es, hasta matar o
provocarse la muerte.
La cultura de la paz, entonces, engloba los
conceptos de solidaridad –incluyendo la empatía hacia el dolor y sufrimiento
ajenos–, el diálogo, la tolerancia y la reconciliación. “Es transformar la
visión que tenemos los seres humanos de un mundo violento como el actual.
Significa la no eliminación del conflicto, sino
su resolución por medios pacíficos, el respeto y reconocimiento a la diferencia
entre los seres humanos, así como el derecho a la igualdad, aseguró Casasola
Gudiño.
El conflicto nos lleva a un cambio en la
sociedad, es un resorte que nos permite la evolución. De hecho, el problema
estriba en esquivarlo, o en tratar de vivir en una sociedad en la que no exista
en ningún momento; más bien habría de hacerse referencia a la forma en la que
se solucionará, es decir, a través de medios no violentos, como el diálogo, la
mediación y la negociación, entre otros.
-o0o-
Foto 1
Noemí Casasola
Gudiño, de la Escuela Nacional de Trabajo Social, de la UNAM, señaló el nulo
interés de los países desarrollados, por una cultura de la paz.