Boletín UNAM-DGCS-0119
Ciudad
Universitaria
![]() |
![]() |
![]() |
Pies de fotos al final del boletín
·
Aseguró Michael Wievoirka, director
de las Escuelas de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia
·
Dictó la primera conferencia del
Seminario Permanente Mestizaje y Racismo que organiza la UNAM
El desarrollo del individualismo moderno
y el de las identidades colectivas son dos fenómenos que van unidos, porque
cada vez más son las decisiones personales las que construyen las identidades
colectivas, indicó Michael Wievoirka, director de las Escuelas de Altos
Estudios en Ciencias Sociales de Francia.
El especialista aseveró que, por ejemplo, hay
jóvenes franceses que dicen: soy musulmán porque quiero, no porque mi padre lo
sea. Sin embargo, precisó, hay gente que dice que si se habla de identidades
colectivas no hay que hacerlo de individualismo, porque son dos cosas
totalmente distintas, y hay que elegir.
El autor de Sociedades y terrorismo y El
espacio del racismo agregó que la tendencia de las identidades colectivas –no
todas y no siempre– es negar al individuo. “Es un tema difícil, porque de un
lado es una decisión personal, pero cuando estás dentro no puedes ser sujeto de
tu existencia”.
Michael Wievoirka participó en la conferencia
del Seminario Permanente Mestizaje y Racismo, organizado por la Facultad de
Filosofía y Letras, el Instituto de Investigaciones Antropológicas, la
Dirección General de Posgrado, el Centro de Investigaciones sobre América del
Norte y el Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales.
Wievoirka, uno de los sociólogos y filósofos
más destacados en el debate actual sobre racismo, terrorismo y
multiculturalismo en Europa, añadió que es menos posible pensar ese tipo de
movimientos en el cuadro clásico del Estado nacional. Convergen en su formación
muchas dimensiones: lo local, nacional y
global o mundial.
Se cuestionó, ¿cómo se constituyen estas
identidades colectivas en el espacio público? Nunca, aseveró, será fácil que se
den naturalmente. No obstante, cuando se constituyen de manera positiva es
porque son resultado del trabajo de los actores y de los grupos que forman
ellos mismos. Tiene mucho que ver con la capacidad de revertir la negación, la
vergüenza, el sentido de que cada uno es diferente y por eso no tiene un
espacio en esta sociedad.
Por ello, apuntó, es necesario ser capaz de
acabar con la identidad negativa (que abarca a la gente de ese grupo que ha
sido aniquilada como ser humano o colectivo) aceptando que “yo soy el que queda
cuando los otros ya no existen”, y de afirmarse con una identidad positiva, es
decir, “ofrecer al mundo una cultura, una lengua, una manera de vivir, una
religión”.
Lo anterior, prosiguió, sólo es el primero
paso, ya que luego viene el tema de la violencia simbólica, donde los dominados
se integran fuertemente a los dominadores y a su forma de pensar, que no se
pueden constituir como actores.
En ese momento, indicó Michael Wievoirka puede
presentarse otro problema: que no todos los grupos o personas tienen los
recursos culturales para afirmarse de manera positiva en el espacio público, ya
sea porque esa cultura fue totalmente olvidada o destruida, por ejemplo.
La construcción de identidades colectivas,
recordó, es un fenómeno histórico que vale para todo el mundo. Inició en los
años 60 de dos formas: con grupos constituidos de una manera cultural “quiero
existir, que mi identidad sea reconocida” –aquí no se habla de ellos en
términos sociales, pues no hacen diferencia entre ricos o pobres-; del otro
lado, están los actores que quieren ser reconocidos en el espacio público pero
se refieren inmediatamente a una fuerte carga social.
En los años 70 y 80 hay una conexión directa
entre lo cultural y lo social, desencadenando el racismo: eres diferente por tu
nombre, el color de tu piel y por tanto tú y yo no podemos convivir en el
empleo, el alojamiento. Es gente que es excluida socialmente, pero están
integrados cultural y políticamente.
Es entonces cuando esas minorías apartadas
afirman: si dicen que soy distinto, voy a serlo, construiré par a mí una
identidad diferente, que en ocasiones se opone a la sociedad pero, en el fondo
es para incluirse. Por eso esta gente es más y más nacionalista, por razones
que tienen que ver mucho con lo social: los que vienen, los distintos son una
amenaza para mi identidad cultural.
De ahí surgen, sostuvo, los movimientos nacionalistas, por lo menos
en Europa, basados en el deseo de distinguirse de los pobres. “Esta es una de
las claves para entender partidos como el Frente Nacional, en Francia; la Liga
del Norte, en Italia. Por tanto, la conexión de lo social y cultural no sólo se
da en el caso de los pobres”.
En los años 80 y 90 el tema de las clases casi
desapareció, hoy en día lo que se ve es el retorno de lo social: los que luchan
contra la globalización, la modernización liberal, esto habla de asuntos más
sociales.
-oOo-
El desarrollo del
individualismo moderno y el de las identidades colectivas son dos fenómenos que
se presentan al mismo tiempo, indicó Michael Wievoirka, director de las
Escuelas de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia, al participar en el
Seminario Permanente Mestizaje y Racismo, organizado por la UNAM
Michael
Wievoirka, Ambrosio Velasco y Judith Bokxer, director de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM y jefa de la División de Estudios de Posgrado de
la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de esta casa de estudios, en el
Seminario Permanente Mestizaje y Racismo organizado por la UNAM