06:00 hrs. Enero 5 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-014

 

 

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DETERIORO CONSTANTE DEL TEMPLO MAYOR

 

·        La contaminación atmosférica, las inundaciones y el suelo irregular, las principales causas: José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda

·        Los mayores daños se registran en las partes expuestas a la intemperie, afirman los investigadores del Instituto de Física

 

La zona arqueológica del Templo Mayor se deteriora constantemente no sólo por la contaminación atmosférica, sino por las inundaciones y suelo irregular en el que se encuentra, aseguraron los doctores José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda.

 

Los investigadores del Instituto de Física (IF) de la UNAM, quienes colaboran en un equipo multidisciplinario, en el cual también participan especialistas en restauración y conservación del Templo Mayor, explicaron que los daños son más graves en las partes expuestas a la intemperie, aunque dentro del museo algunas piezas, sobre todo orgánicas como huesos, igualmente registran deterioro.

 

En este caso, para determinar los daños y sus causas, los investigadores universitarios utilizan uno de los tres aceleradores de partículas con que cuenta el IF, el Pelletron, con lo cual contribuyen a precisar las técnicas de restauración que permitan la conservación de ese patrimonio histórico de la humanidad.

 

El doctor Ruvalcaba mencionó que este novedoso trabajo, iniciado en 1997, reúne dos aplicaciones de los aceleradores de partículas: la investigación arqueológica y la relativa a la contaminación ambiental.

 

Para ello, utilizan técnicas de haces de iones no destructivas, conocidas como PIXE, RBS, NRA y PIGE, usadas para estudiar la superficie de diversos materiales.

 

Un acelerador funciona con una fuente de iones donde se producen las partículas; tiene, además, un tubo donde ellas adquieren energía y velocidad, así como una serie de imanes y campos eléctricos y magnéticos que crean el rayo de partículas que corre a través de un tubo al vacío hasta alcanzar la muestra de estudio en una cámara de irradiación para reconocer los diferentes tipos de átomos presentes.

 

Otra forma de identificar la composición de un material es la emisión característica de rayos X (ideal para descubrir la presencia de elementos que no sean ligeros) o gamma (que, por ejemplo, delatan la existencia de flúor o sodio).

 

En el Templo Mayor se ha trabajado en lo que fue casa de los Guerreros Aguila. En ese recinto, dentro del área ceremonial, existe una serie de banquetas alrededor de los restos del edificio, hechas de basalto y decoradas con pinturas que representan una procesión de combatientes a un lugar que se considera era de autosacrificio.

 

Dicho recinto, explicó el físico, es uno de los más afectados porque "cada vez que llueve aumenta el nivel freático del antiguo lago; la humedad comienza a subir y deteriora las pinturas".

 

Se trata de aguas contaminadas, aclaró el doctor Miranda, que contienen cloruros y sulfatos, lo cual no sólo daña la decoración, sino los propios basaltos. Cuando los niveles del agua bajan, esos contaminantes se cristalizan provocando la fractura de las piedras.

 

Éstas fueron irradiadas por la parte expuesta y la trasera del Templo Mayor, por lo que se observaron cambios en la composición; la presencia de concentraciones muy altas de elementos como azufre y zinc, así como de cloro, son muestra del daño causado por la contaminación producida por los autos, las industrias y las inundaciones, añadió Ruvalcaba.

 

Cabe señalar que la presencia de plomo en cantidades por arriba de lo normal no fue registrada, "lo que quiere decir que el cambio en la composición de las gasolinas fue útil y no se están depositando metales pesados".

 

Empero, a esa afectación se suma la contaminación atmosférica por partículas suspendidas o polvo proveniente de las zonas este y noreste de la ciudad.

 

Dicha contaminación se puede depositar o ser reactiva con los materiales, ya sean las piedras o los estucos; en el caso de estos últimos al reaccionar, en especial con el bióxido de azufre atmosférico, forman un yeso que los destruye.

 

"En el caso de los estucos, el deterioro es impresionante; la superficie expuesta a la contaminación ambiental está negra en su totalidad, cuando el material original era blanco, ya que está constituido principalmente de carbonato de calcio. Con el bióxido de azufre se produce una reacción química que genera yeso y que tiene esa coloración oscura", aseguró el doctor Miranda.

 

No se trata sólo de un cambio de color, sino que con base en estudios de microscopía electrónica, se determinó que hay modificaciones estructurales en la superficie del material.

 

Otro fenómeno que daña a la parte expuesta del Templo Mayor es la lluvia ácida, aunque ésta no ha sido estudiada específicamente por el IF, tanto en su parte química (ya que al arrastrar contaminantes se convierte en ácidos sulfúrico o nítrico), como mecánica, por la velocidad que lleva el agua al momento de caer. "Por eso, algunas partes del sitio están techadas".

 

Un problema más que complica la conservación de la zona arqueológica es, al contrario de como ocurre en todo el Centro Histórico de la ciudad, el levantamiento del suelo. "Al momento que le quitaron todos los edificios coloniales de encima, el Templo Mayor comenzó a levantarse, mientras los edificios de al lado, como la Catedral, se hunden. Ese suelo cada vez más irregular afecta la estructura", añadió Miranda.

 

En el interior del Museo se registra otro tipo de contaminantes. Se trata de compuestos orgánicos en general o vapores que reaccionan de forma diferente con cada material.

 

Los más afectados son los huesos, formados por una parte mineral, denominada hidroxiapatita, y otra orgánica, llamada colágeno. En esta última, a diferencia de la primera, se presenta nitrógeno.

 

Este hecho, además, ha permitido a los investigadores del IF un método de fechamiento novedoso consistente en determinar el contenido de nitrógeno en el colágeno que disminuye en función del tiempo. “Es factible determinar una antigüedad de hasta mil 500 años antes de nuestra era, correspondiente al período preclásico temprano”.

 

Asimismo, se ha propuesto el estudio de láminas metálicas de cobre, plata y plomo (materiales de ultra alta pureza) para caracterizar la corrosión que padecen mediante el acelerador de partículas.

 

"Con esta investigación que está en proceso, queremos irradiar la región de corrosión en las placas para obtener información referente a los elementos presentes, y así tener datos directos acerca del deterioro".

 

La contaminación interna del museo proviene de los visitantes, así como de las alfombras del recinto y de los gases que se filtran del exterior (contaminantes de los vehículos, de los puestos de “fritangas” de los alrededores y del gas doméstico).

 

Revertir, o incluso prevenir los daños en el museo y sitio del Templo Mayor es difícil. Para los estucos eso implicaría la inexistencia de contaminantes en la atmósfera, lo cual es "prácticamente imposible".

 

Empero, una posible solución sería cerrar el Centro Histórico al tráfico vehicular, es decir, convertirlo en una zona peatonal para reducir las concentraciones de contaminantes. "De otra forma, los restauradores tendrían que poner capas protectoras especiales a cada uno de los materiales, como ya ocurre con los basaltos para impedir la llegada de humedad, o limpiar periódicamente hasta que el resultado final fuera que el Templo Mayor se acabara".

 

Los físicos han presentado una propuesta para el estudio de los objetos encontrados en la Ofrenda 102, en lo que fuera la Casa de las Ajaracas. Ahí, donde hace casi 500 años el conquistador español Hernán Cortés encontró las escalinatas de la última etapa del Templo Mayor, los arqueólogos hallaron materiales únicos, como un chaleco de algodón e ídolos de copal vestidos con papel.

 

El objetivo es encontrar métodos de conservación adecuados con la idea de aplicarlos también en otros museos para mejorar el mantenimiento de las colecciones, dijo el doctor Ruvalcaba. Además se quiere hacer una propuesta general de estudio de piezas arqueológicas y de los efectos de la contaminación de los sitios, concluyó Javier Miranda.

 

 

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José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda, investigadores del Instituto de Física, señalaron que el Templo Mayor sufre un deterioro constante, por lo que es necesario determinar con precisión el daño y las causas del mismo.