Boletín UNAM-DGCS-014
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DETERIORO
CONSTANTE DEL TEMPLO MAYOR
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La contaminación atmosférica, las inundaciones y el suelo irregular, las
principales causas: José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda
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Los mayores daños se registran en las partes expuestas a la intemperie,
afirman los investigadores del Instituto de Física
La zona
arqueológica del Templo Mayor se deteriora constantemente no sólo por la
contaminación atmosférica, sino por las inundaciones y suelo irregular en el
que se encuentra, aseguraron los doctores José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda.
Los investigadores
del Instituto de Física (IF) de la UNAM, quienes colaboran en un equipo
multidisciplinario, en el cual también participan especialistas en restauración
y conservación del Templo Mayor, explicaron que los daños son más graves en las
partes expuestas a la intemperie, aunque dentro del museo algunas piezas, sobre
todo orgánicas como huesos, igualmente registran deterioro.
En este caso, para
determinar los daños y sus causas, los investigadores universitarios utilizan
uno de los tres aceleradores de partículas con que cuenta el IF, el Pelletron,
con lo cual contribuyen a precisar las técnicas de restauración que permitan la
conservación de ese patrimonio histórico de la humanidad.
El doctor Ruvalcaba
mencionó que este novedoso trabajo, iniciado en 1997, reúne dos aplicaciones de
los aceleradores de partículas: la investigación arqueológica y la relativa a
la contaminación ambiental.
Para ello, utilizan
técnicas de haces de iones no destructivas, conocidas como PIXE, RBS, NRA y
PIGE, usadas para estudiar la superficie de diversos materiales.
Un acelerador funciona con una fuente de
iones donde se producen las partículas; tiene, además, un tubo donde ellas
adquieren energía y velocidad, así como una serie de imanes y campos eléctricos
y magnéticos que crean el rayo de partículas que corre a través de un tubo al
vacío hasta alcanzar la muestra de estudio en una cámara de irradiación para
reconocer los diferentes tipos de átomos presentes.
Otra forma de
identificar la composición de un material es la emisión característica de rayos
X (ideal para descubrir la presencia de elementos que no sean ligeros) o gamma
(que, por ejemplo, delatan la existencia de flúor o sodio).
En el Templo Mayor
se ha trabajado en lo que fue casa de los Guerreros Aguila. En ese recinto,
dentro del área ceremonial, existe una serie de banquetas alrededor de los
restos del edificio, hechas de basalto y decoradas con pinturas que representan
una procesión de combatientes a un lugar que se considera era de
autosacrificio.
Dicho recinto,
explicó el físico, es uno de los más afectados porque "cada vez que llueve
aumenta el nivel freático del antiguo lago; la humedad comienza a subir y
deteriora las pinturas".
Se trata de aguas
contaminadas, aclaró el doctor Miranda, que contienen cloruros y sulfatos, lo
cual no sólo daña la decoración, sino los propios basaltos. Cuando los niveles
del agua bajan, esos contaminantes se cristalizan provocando la fractura de las
piedras.
Éstas fueron irradiadas por la parte
expuesta y la trasera del Templo Mayor, por lo que se observaron cambios en la
composición; la presencia de concentraciones muy altas de elementos como azufre
y zinc, así como de cloro, son muestra del daño causado por la contaminación
producida por los autos, las industrias y las inundaciones, añadió Ruvalcaba.
Cabe señalar que la
presencia de plomo en cantidades por arriba de lo normal no fue registrada,
"lo que quiere decir que el cambio en la composición de las gasolinas fue
útil y no se están depositando metales pesados".
Empero, a esa
afectación se suma la contaminación atmosférica por partículas suspendidas o
polvo proveniente de las zonas este y noreste de la ciudad.
Dicha contaminación
se puede depositar o ser reactiva con los materiales, ya sean las piedras o los
estucos; en el caso de estos últimos al reaccionar, en especial con el bióxido
de azufre atmosférico, forman un yeso que los destruye.
"En el caso de
los estucos, el deterioro es impresionante; la superficie expuesta a la
contaminación ambiental está negra en su totalidad, cuando el material original
era blanco, ya que está constituido principalmente de carbonato de calcio. Con
el bióxido de azufre se produce una reacción química que genera yeso y que
tiene esa coloración oscura", aseguró el doctor Miranda.
No se trata sólo de
un cambio de color, sino que con base en estudios de microscopía electrónica,
se determinó que hay modificaciones estructurales en la superficie del
material.
Otro fenómeno que
daña a la parte expuesta del Templo Mayor es la lluvia ácida, aunque ésta no ha
sido estudiada específicamente por el IF, tanto en su parte química (ya que al
arrastrar contaminantes se convierte en ácidos sulfúrico o nítrico), como mecánica,
por la velocidad que lleva el agua al momento de caer. "Por eso, algunas
partes del sitio están techadas".
Un problema más que
complica la conservación de la zona arqueológica es, al contrario de como
ocurre en todo el Centro Histórico de la ciudad, el levantamiento del suelo.
"Al momento que le quitaron todos los edificios coloniales de encima, el
Templo Mayor comenzó a levantarse, mientras los edificios de al lado, como la
Catedral, se hunden. Ese suelo cada vez más irregular afecta la estructura",
añadió Miranda.
En el interior del
Museo se registra otro tipo de contaminantes. Se trata de compuestos orgánicos
en general o vapores que reaccionan de forma diferente con cada material.
Los más afectados
son los huesos, formados por una parte mineral, denominada hidroxiapatita, y
otra orgánica, llamada colágeno. En esta última, a diferencia de la primera, se
presenta nitrógeno.
Este hecho, además, ha permitido a los
investigadores del IF un método de fechamiento novedoso consistente en
determinar el contenido de nitrógeno en el colágeno que disminuye en función
del tiempo. “Es factible determinar una antigüedad de hasta mil 500 años antes
de nuestra era, correspondiente al período preclásico temprano”.
Asimismo, se ha propuesto el estudio de
láminas metálicas de cobre, plata y plomo (materiales de ultra alta pureza)
para caracterizar la corrosión que padecen mediante el acelerador de
partículas.
"Con esta investigación que está en
proceso, queremos irradiar la región de corrosión en las placas para obtener
información referente a los elementos presentes, y así tener datos directos
acerca del deterioro".
La contaminación interna del museo
proviene de los visitantes, así como de las alfombras del recinto y de los
gases que se filtran del exterior (contaminantes de los vehículos, de los
puestos de “fritangas” de los alrededores y del gas doméstico).
Revertir, o incluso prevenir los daños en
el museo y sitio del Templo Mayor es difícil. Para los estucos eso implicaría
la inexistencia de contaminantes en la atmósfera, lo cual es
"prácticamente imposible".
Empero, una posible solución sería cerrar
el Centro Histórico al tráfico vehicular, es decir, convertirlo en una zona
peatonal para reducir las concentraciones de contaminantes. "De otra
forma, los restauradores tendrían que poner capas protectoras especiales a cada
uno de los materiales, como ya ocurre con los basaltos para impedir la llegada
de humedad, o limpiar periódicamente hasta que el resultado final fuera que el
Templo Mayor se acabara".
Los físicos han presentado una propuesta
para el estudio de los objetos encontrados en la Ofrenda 102, en lo que fuera
la Casa de las Ajaracas. Ahí, donde hace casi 500 años el conquistador español
Hernán Cortés encontró las escalinatas de la última etapa del Templo Mayor, los
arqueólogos hallaron materiales únicos, como un chaleco de algodón e ídolos de
copal vestidos con papel.
El objetivo es encontrar métodos de
conservación adecuados con la idea de aplicarlos también en otros museos para
mejorar el mantenimiento de las colecciones, dijo el doctor Ruvalcaba. Además
se quiere hacer una propuesta general de estudio de piezas arqueológicas y de
los efectos de la contaminación de los sitios, concluyó Javier Miranda.
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José Luis Ruvalcaba y Javier Miranda, investigadores del Instituto de Física, señalaron que el Templo Mayor sufre un deterioro constante, por lo que es necesario determinar con precisión el daño y las causas del mismo.