Boletín UNAM-DGCS-948
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EN EL MUNDO OCCIDENTAL TAMBIÉN SE LLEVAN A CABO SERIAS ACCIONES CON TINTES FUNDAMENTALISTAS
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En occidente, las guerras representan un
acto económico-político y de usura: Ignacio Díaz de la Serna, investigador
universitario.
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En el Islam no hay fundamentalismo, sino que
es una de las culturas más negociadoras, opinó el catedrático de la Universidad
Iberoamericana.
En el mundo occidental, que
encabeza Estados Unidos, se proclaman y ejercitan diversas actitudes
fundamentalistas como es la defensa de la llamada libertad o el libre mercado,
destacó Ignacio Díaz de la Serna, investigador universitario durante su
participación en el coloquio Globalidad y
conflicto, Estados Unidos y la crisis de septiembre, en la Coordinación de
Humanidades.
En la mesa denominada Filosofía y política de la globalidad.
Civilización o barbarie, Ignacio Díaz
precisó que la guerra no es la cultura islámica o una continuación de la
religión, sino que se trata esencialmente de un acto sagrado para ese tipo de
culturas.
Sin embargo, en el mundo
occidental, la guerra no tiene nada de sagrado, sino que es un acto
económico-político, de usura, donde más importa la expansión territorial y
dominio.
En realidad nunca nos hemos
retraído completamente a la violencia, no expresamos un no definitivo, se trata
de fundamentos de debilidad donde toda prohibición promueve su transgresión
aleatoria y ritualizada bajo formas precisas.
En síntesis, enfatizó, “si de
algo somos incapaces, es de aceptar que tenemos una sed inagotable de
catástrofes”.
En tanto, Ilán Semo, de la
Universidad Iberoamericana apuntó que en el Islam no hay fundamentalismo, sino
que es una de las culturas más negociadoras y de amplio comercio donde es
posible que alguien trabaje para Estados Unidos –como Bin Laden- y hoy esté en
su contra.
“Ninguna religión es
fundamentalista por sí misma, pero usada por
una potencia política es otra cosa”, agregó.
Ambrosio Velasco Gómez,
catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) opinó que si bien la
guerra puede ser una continuación de la política por otros medios, el
terrorismo no lo es, toda vez que éste no tiene regreso a la diplomacia o
establecimiento de acuerdos, sino al contrario, es la supresión de estas
posibilidades.
Manifestó su preocupación por
la respuesta del actual conflicto ante las demandas multiculturalistas ya que
en el caso de México como en muchos otros países, se ha hecho un enorme
esfuerzo por la legitimidad de demandas de diversos grupos culturales.
Con este conflicto, apuntó, se
da un giro a esta problemática que hoy se convierte en una forma anti
multiculturalista debido a la asociación exagerada entre terrorismo y las
culturas distintas a las occidentales.
Ante esta situación, acotó, es
necesario revisar las condiciones bajo las cuales el multiculturalismo es
justificado. “En México ya se discuten como es el caso de las mujeres y
comunidades indígenas y lo mismo debería de hacerse en términos de los
talibanes”, dijo.
Asimismo, consideró que los mismos movimientos a favor del
multiculturalismo condenen tajantemente estos actos terroristas, “debe haber un
deslinde de estos movimientos y los gobiernos a su vez no han sido tan claros
al respecto”.
De igual forma, comentó, es
una oportunidad para una defensa a nivel internacional para establecer los
límites del multiculturalismo y de su legitimidad.
Francisco Valdés Ugalde,
investigador universitario y del Instituto Nacional de Estudios sobre la
Revolución Mexicana, opinó que a raíz de los acontecimientos en la Unión
Americana, se ha iniciado una nueva era cuya esencia es el choque de las
civilizaciones.
Agregó que es posible afirmar
que los acontecimientos recientes y las preparaciones bélicas subsecuentes, nos
han recordado que la historia aun no llega
a su fin y que por el contrario, es menester hacer un balance del conocimiento
adquirido en política y economía para discutir una agenda para la
profundización pluralista de los valores de la democracia y de la libertad.
El punto central de la reflexión,
concluyó, pasa por el tema de la justicia el cual puede fundarse en los valores
políticos del liberalismo sin que éstos queden sujetos a la tiranía no sólo de
valores, sino de teorías económicas inspiradoras de políticas que
sistemáticamente recaen en la injusticia con versiones limitadas de la
democracia.
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