Boletín UNAM-DGCS-935
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LA JUSTICIA
DURANTE EL PORFIRIATO, PRODUCTO IDEOLÓGICO MÁS QUE LEGAL
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Elisa Speckman Guerra, del Instituto de Investigaciones Históricas de la
UNAM, comentó que la criminología positivista ejerció influencia sobre los
funcionarios judiciales al dictar sentencias
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Las características corporales eran las que determinaban a las personas
a delinquir según esta corriente, indicó
La influencia de las corrientes
criminológicas positivistas en la práctica judicial durante el porfiriato,
motivó la aplicación de sentencias mayores a las previstas en la legislación
penal para menores de edad, afirmó Elisa Speckman Guerra, del Instituto de
Investigaciones Históricas de la UNAM.
Muchos jueces, explicó, convencidos de que los
menores eran delincuentes natos incorregibles, les imponían sanciones más
severas que las contempladas por la legislación penal con el propósito de
mantenerlos más tiempo relegados de la sociedad.
Al dictar una conferencia en el Palacio de
Minería sobre las posibilidades de la ética y la moral en las concepciones
sobre la delincuencia a finales del siglo XIX, en el marco de los actos
conmemorativos del 450 aniversario de la UNAM, la académica explicó que las
escuelas positivistas europeas interpretaban el fenómeno de la criminalidad
basadas en supuestos biológicos y antropológicos.
Para estas tendencias, indicó, los rasgos
físicos determinaban la inclinación de los individuos a cometer delitos, al
contrario a lo que sostenía la ideología liberal plasmada en el código penal de la época que se basaba
en el supuesto del libre arbitrio de la persona.
Con estas tesis se llegó a sostener, en aquella
época, que se podía reconocer a los delincuentes por ciertas características
corporales consideradas anómalas, que eran acentuadas entre la población
indígena.
Speckman Guerra dijo que entre las convicciones
de la escuela positivista estaba el considerar que el atavismo –rasgos físicos
similares a los del hombre de la prehistoria- era característico de los
delincuentes, así como ciertas funciones orgánicas extraordinarias como mayor
resistencia al dolor.
Los criminólogos afiliados a estas ideas,
precisó, incluso sostuvieron que la tendencia a delinquir era hereditaria,
originada por la carencia congénita de sentimientos morales.
Desde esta perspectiva, sostuvo la
investigadora universitaria, las consideraciones éticas y morales no jugaban
papel alguno ya que el individuo carecía de voluntad autónoma para decidir
sobre sus propias acciones. Tampoco era posible, agregó, concebir que las
sanciones tuvieran por objetivo lograr la rehabilitación del delincuente.
Los positivistas partían de la premisa según la
cual mientras más peligroso era un criminal, mayor debía ser su castigo, y
añadió que creían en la aplicación de la pena de muerte en algunos casos.
En consecuencia, puntualizó, al contrario del
principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley, los criminólogos afiliados
a esta escuela eran partidarios de una aplicación diferenciada de la justicia,
lo cual condujo a la aplicación de sentencias mayores a las previstas en los
ordenamientos jurídicos penales.
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PIES DE FOTO
Elisa Speckman
Guerra, académica del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM,
durante su conferencia en el Palacio de Minería.
La académica del
Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Elisa Speckman Guerra,
habló sobre la criminalidad durante el porfiriato.
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