Boletín UNAM-DGCS-805
León Olivé Morett |
SOBRE EL ABORTO, EL ESTADO DEBE RESPETAR LA AUTONOMÍA Y DIGNIDAD DE LAS PERSONAS: LEÓN OLIVÉ
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Participó en el ciclo de conferencias
realizadas con motivo del 50 Aniversario del la FD
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Dijo que el Estado no debe hacer ningún
juicio moral, ni prohibir abortar
En el problema del aborto, el Estado no debe tomar una posición
partidaria o doctrinaria, sino respetar la autonomía y la dignidad de las
personas afirmó León Olivé Morett, del Instituto de Investigaciones
Filosóficas.
Destacó, ante esta problemática y desde un punto de vista éticamente
correcto el Estado desde su posición no debe hacer ningún juicio moral, ni
prohibir que se realice el aborto.
En el marco del ciclo de conferencias realizadas con motivo del 50
Aniversario de la Facultad de Derecho, el investigador explicó que las ideas
fundamentales del pensamiento moderno sobre la persona humana se basan en
conceptos básicos como el de autonomía, por medio del cual el individuo debe
tener la capacidad de tomar decisiones por sí mismo de manera responsable; y el
de dignidad, el cual nadie tiene derecho a invadir.
Por
ello, en el problema del aborto el Estado tiene la obligación de respetar los
principios de autonomía y dignidad de cada ser humano, reiteró Olivé Morett, al
participar en la mesa “Derecho y Filosofía”.
Este, abundó, es un problema ideológico en el cual las personas deciden
con base en sus convicciones; por consiguiente, y dado que las controversias
sobre este tema no van a llegar a un acuerdo racional, el Estado debe permitir
todas esas ideas y las acciones consecuentes con las mismas.
Asimismo, indicó, esta problemática ha girado en torno a la polémica de
considerar al feto como una persona o no; sin embargo, esto es algo que la
ciencia hoy en día no puede decidir, porque ésta también tiene límites y, por
lo tanto, esto no será algo que se resuelva científicamente.
Por su parte, Juliana González Valenzuela, de la Facultad de Filosofía
y Letras, al hablar de la ética profesional consideró que un principio rector
de ésta es la necesidad de continua actualización, la cual debe ir más allá de
la etapa formativa.
Esto, abundó, no es sólo una exigencia científica o intelectual, sino
corresponde a esas virtudes éticas de permanente apertura, de esfuerzo, de
renovación constante del conocimiento y de disposición al aprendizaje, el cual
“no termina nunca, ni nunca abarca todos los campos ni todos los posibles
enfoques cognoscitivos”.
Así, mencionó, el conocimiento de la vocación y la fidelidad a ella,
condicionan en gran medida la autenticidad con que se forman y ejercen las
profesiones. El ideal es, evidentemente, que la elección profesional responda a
los intereses vocacionales de quien opta.
Pero, aclaró, la llamada vocacional no surge solamente de la voz
interior, la dimensión ética es en esencia la proyección social, comunitaria y
solidaria de la vida humana.
En este contexto, el compromiso es doble y simultáneo, consigo mismo y
con los otros, y esto se hace particularmente manifiesto justo en el ejercicio
académico profesional pues en él, de alguna forma, están involucrados otros
seres humanos, ya sea en el orden individual o en el social, apuntó la
académica.
Todos estos valores, puntualizó, cobran vida en la formación
universitaria, ya sea de manera explícita e implícita en la formación que se
recibe en nuestra Universidad Nacional.
El carácter nacional de la UNAM, aseveró, se expresa en su marcada
responsabilidad social, y su autonomía significa el hecho de que en ella rige
el valor de libertades como la de pensamiento, de cátedra y de investigación.
A su vez, refirió, es una institución promotora de la pluralidad y la
creatividad en todas sus funciones y en todos sus horizontes educativos y
generadores de conocimiento.
En todos sus espacios académicos, culturales y vitales, en la riqueza
de su tradición histórica y en la promesa de su porvenir, la UNAM nos otorga el
privilegio de hacer posible una formación integral y, con ello, de formar una
genuina ética profesional.
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