6:00 hrs. Julio 27 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-726

 

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AUMENTÓ EL TRABAJO INFANTIL EN TODO EL PAÍS, EN LAS ÚLTIMAS DOS DÉCADAS

 

·        El catedrático de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Carlos Avila Romero, señaló que a pesar de ser ilegal y mantenerse oculto la pobreza provocó esta situación

·        Laboran en diferentes actividades niños que tienen desde dos años, sin seguridad social, salario ni protección

 

A pesar de ser ilegal, en las últimas dos décadas el trabajo infantil creció en todo el país debido al aumento de la pobreza al agudizarse en las clases más desprotegidas, sin que hasta el momento se hayan aplicado medidas adecuadas para erradicar esta situación anómala, afirmó el catedrático de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Carlos Avila Romero.

 

En entrevista, puntualizó que de esta actividad apenas se descubrió una parte mínima, porque sólo se exhibe el aspecto más evidente: el trabajo infantil en las calles y en las centrales de abasto. En las primeras, niños de dos a 15 años laboran en los cruceros de limpia parabrisas, actores o venden golosinas.

 

Otros menores –de 7 años en adelante–, se alquilan en las centrales de abasto y los mercados para trabajar como cargadores o diableros; en casas-habitación, como sirvientes; adolescentes que laboran en tiendas de autoservicio como empacadores de mercancía, conocidos como cerillos.

 

El maestro en sociología advirtió que de manera oficial no se tiene ninguna estadística o cifra global sobre el número de infantes que trabajan. Sólo hay un censo del gobierno del Distrito Federal de los menores que están en situación de calle: de los 14 mil niños registrados, tres mil son de la calle, mientras los otros 11 mil laboran en ella.

 

Por su ilegalidad, expresó, el trabajo infantil "es subterráneo", pero se sabe que en diversos estados de la República un número importante trabaja en maquiladoras, la industria de la costura y ladrilleras.

 

En general, los infantes laboran en condiciones de explotación, mal remunerados, sin seguridad social y ningún tipo de protección, pues no se cubren los lineamientos esenciales señalados en la legislación laboral.

 

De Oaxaca, Guerrero o Chiapas, los menores se trasladan a Tijuana, Ciudad Juárez y Mexicali, principalmente, donde para sobrevivir y en espera de trasladarse a Estados Unidos trabajan en maquiladoras. Dado que sólo permanecen uno o dos meses y a los dueños de estas fábricas no les conviene dar información al respecto, no hay registro alguno.

 

Los niños cargadores o diableros, por su parte, transportar hasta 100 kilogramos de peso, deben pagar renta por el diablo y realizar un sin número de viajes para obtener el dinero que llevarán a su casa el cual no rebasa los 100 pesos.

 

Los infantes que trabajan en las tiendas de autoservicio como empacadores de mercancía  tienen como única seguridad estar dentro de los establecimientos y no ser asaltados ni vejados, aunque la remuneración depende de las propinas que les entreguen porque la empresa no les paga un salario ni se hace cargo de ellos.

 

El sociólogo subrayó que la mayoría de los menores que trabajan provienen de familias de escasos recursos económicos, sobre todo de los 40 millones que se encuentran en extrema pobreza.

 

Sin embargo, dejó en claro que se debe analizar desde dos visiones distintas: la sociológica-psicológica y la jurídica. Dentro de las dos primeras, es evidente el maltrato al infante por parte de su familia y de la sociedad  al no brindarle adecuadas expectativas  de vida.

 

Avila Romero explicó que en este sentido el trabajo infantil se convierte en un mecanismo fundamental de apoyo a las familias para sobrevivir en condiciones precarias. Los menores aportan el 100% de sus ingresos para el sostenimiento familiar.

 

Desde el punto de vista jurídico y humanista, acotó, esta situación es por completo ilegal porque los infantes dejan inconclusa una de las principales etapas de la vida: la niñez, la cual sienta las bases para su desarrollo como adulto, además de verse obligados a abandonar la escuela y ni siquiera concluir la instrucción primaria.

Otro factor fundamental que propicia el aumento del trabajo infantil es el proceso de desaparición en que se encuentra el sector campesino, hecho que acelera la migración a las ciudades con grandes desventajas para estos grupos.

 

Los nuevos avances tecnológicos crean una brecha entre los grupos sociales. Los rezagados están carentes de preparación y de los elementos indispensables para desarrollar una vida urbana acorde a las necesidades del desarrollo social o nacional, por lo que recurren al trabajo infantil para poder sobrevivir.

 

Las consecuencias son múltiples, recalcó el profesor de la ENTS: los adultos tienen una experiencia de vida marcada por tragedias personales muy severas, manifestadas por problemas emocionales graves. Esto es, no terminan el ciclo de la niñez hasta los 14 ó 15 años, tienen un reducido -quizá inexistente- periodo de la pubertad y la adolescencia se adelantó, lo que implica que la familia les delegó en forma acelerada responsabilidades que no correspondían a su edad.

 

El adulto surge a temprana edad, lo que provoca procesos inconclusos. La situación se agrava cuando fueron violados o maltratados en la infancia. Se convierten en hombres y mujeres agresores de sus hijos, parejas, familiares y vecinos. Además, la violencia que ejercen no sólo es física sino psicológica, simbólica y sexual.

 

Las personas que están en esta situación son trabajadores, pero  mantienen cierta pereza mental, lo que inhibe los procesos de enseñanza aprendizaje y, por ende, la toma de conciencia ciudadana y social.

 

Con ello, apuntó el académico de la ENTS, se desbordan otro tipo de problemas como las tendencias a la corrupción y a las actitudes antisociales, entre las cuales destaca la delincuencia; el agotamiento de los valores de la sociedad mexicana, pues antes se reivindicaba el valor de la pobreza ligado con el de la honradez y el trabajo.

 

Hoy, comentó, en lugar de ser orgullo estos valores provocan pena porque lo importante no es ser honrado sino tener dinero y ganancias, adquiridas desde "el bisne, la transa, el empleo informal hasta la delincuencia", para satisfacer demandas inmediatas como bebida embriagante y no cubrir las necesidades vitales de alimentación, vestido, educación y salud.

 

La visión de futuro de estas personas comienza a desaparecer: no tienen proyecto de vida, de familia, de desarrollo humano, y se vive un inmediatismo, donde los valores no tienen lugar.

 

El investigador expuso que los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal, han puesto en práctica mecanismos políticos para disminuir la incidencia del trabajo infantil. El problema es que estas estrategias son diferenciadas y no todas correctas ni acertadas

 

A nivel federal, detalló, está la puesta en marcha del programa De la calle a la vida, el cual es un intento del presidente Vicente Fox para contener y tratar de solucionar en forma permanente el problema de los niños de la calle y, por consiguiente, del trabajo infantil.

 

Este plan es incipiente, está en diseño y programación, además de que se enfrenta a una dura realidad: la escasez o ausencia de recursos públicos para programas de esta envergadura, señaló.

 

En cuanto a la política capitalina, agregó, es contradictoria al tratar de rescatar lineamientos y experiencias del pasado gobierno, aunque con la modalidad de coinversión y corresponsabilidad, lo que retrasa la planeación y ejecución de programas de apoyo a grupos que laboran con niños trabajadores de la calle.

 

También, arremetió Avila Romero, está presente el problema del presupuesto y de los apoyos financieros, hecho que alarga los procesos, discusiones y concertaciones sin tareas o actividades específicas.

 

En el ámbito local, indicó, las delegaciones políticas tratan de instrumentar tareas de atención a niños trabajadores, con mayor o menor eficacia.

 

Se deben poner en práctica proyectos con personal especializado, propuso el especialista de la ENTS, dado que en este momento no es suficiente y menos tiene las herramientas, el conocimiento y la experiencia para atender esta clase de problemas.

 

Sólo así se podrá atender a las tres o cuatro generaciones de personas inmersas en esta situación y que son afectadas: adultos mayores, con más de 40 años de edad, adultos entre 25 y 40 años; jóvenes y niños.

 

 

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En las últimas dos décadas el incremento de la pobreza trajo como consecuencia el aumento del trabajo infantil, afirmó el profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Carlos Avila Romero.

 

 

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Los niños que trabajan en la calle desempeñan diversas actividades sin salario, seguridad social, ni protección, comentó afirmó Carlos Avila Romero, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.