Boletín UNAM-DGCS-579
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VIOLENCIA MASCULINA, PROBLEMA DE TODAS LAS CLASES SOCIALES
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Roberto Castro, investigador del Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias dijo que el fenómeno se
manifiesta en forma emocional, psicológica, sexual, física y verbal
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Fenómeno social que se investiga desde la
perspectiva de quienes lo padecen: las mujeres
La violencia masculina
no sólo es un problema relacionado con la pobreza; sino que se manifiesta en
todas las clases sociales, afirmó el investigador del Centro Regional de
Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), Roberto Castro.
La violencia
está asociada con la pobreza, sin embargo está latente en todas las clases
sociales y se manifiesta de diversas maneras, desde la emocional o psicológica
hasta la sexual, física, e incluso verbal.
Dijo que una de
las posibles explicaciones de la violencia de los hombres sea la sensación de
amenaza a su poder y recurren a ella para restablecer el orden, en el que ellos mantienen una posición de privilegio.
Empero, añadió el especialista, ésta sigue siendo una explicación parcial para
un problema muy complejo.
Este fenómeno
social, apuntó, por lo regular se investiga desde la perspectiva de los seres
que lo padecen: las mujeres. “La mayoría de las investigaciones sobre violencia
intrafamiliar en América Latina y en el resto del mundo, se basan en encuestas
aplicadas a las mujeres y con base en los resultado se estima la proporción de
la población femenina afectada por la violencia.
Empero son
pocas las investigaciones que además de estudiar la prevalencia exploren el
grado de severidad de la violencia”, señaló el investigador universitario. En
el país, y en el mundo entero, hay muchas menos investigaciones en torno a la
conducta violenta de los hombres en el hogar, quienes finalmente son los
golpeadores o los abusadores, abundó Roberto Castro.
Para llevar a
cabo su investigación en torno a los factores que explican la conducta de los
hombres que ejercen la violencia, el investigador universitario comentó que
trabaja en colaboración con dos organizaciones no gubernamentales: Colectivo de Hombres por Relaciones
Igualitarias (CORIAC) y Salud y
Género.
Afirmó que la
investigación en torno a las causas de la violencia intrafamiliar no se puede
hacer interrogando directamente a los hombres en sus hogares, por cuestiones de
seguridad para las mujeres. “A los hombres no se les puede investigar de forma
directa por dos razones básicas: en el caso de aplicarles un cuestionario en
hogares donde ellos son golpeadores se corre el riesgo de que se sientan
amenazados, sospechen que el cuestionario se les aplicó como resultado de una
denuncia de su mujer y las agredan de nuevo”.
En segundo
término “los hombres son un grupo con poder; se ha identificado que en estudios
de este tipo, la no respuesta entre los hombres es mayor entre varones que
entre mujeres, lo que refleja que aquellos recurren a su propio poder para
decidir si contestan o no: “éste es un grave problema pues el poder que explica
la violencia, es el mismo que nos impide estudiar y obtener respuestas
concretas”.
Subrayó que
ahora se sabe que los hombres viven una triada de la violencia: desde edades
tempranas aprenden a ser violentos contra otros individuos de su mismo sexo,
contra las mujeres y contra sí mismos. “Desde la infancia los hombres son
socializados para demostrar superioridad física en relación con otros hombres
y, por supuesto, para demostrar su superioridad sobre las mujeres”
“Expresiones
como vieja el último, no seas niña o chillona, son locuciones que refuerzan un sentido de la
masculinidad y nos hacen pensar que la condición femenina es inferior. Cuando
los individuos crecen con esa idea se sientan las bases para después perpetuar
esas diferencias a través de prácticas sociales concretas, siendo la violencia
una de ellas”, advirtió Roberto Castro.
Precisó que
dicho fenómeno no necesariamente se traduce en adultos violentos, sin embargo
se trata de una de las semillas de la violencia. Asimismo, dijo, la
masculinidad se refiere a la forma socialmente determinada de ser hombre, es
algo que se aprende y en ella están contenidas las semillas de la violencia.
Roberto Castro
señaló que a través de las mujeres que han padecido alguna forma de violencia
intrafamiliar, “hemos tratado de estudiar algunas características de sus
parejas. Es mucho más fácil saber las cifras de las mujeres que sufren
violencia que el número de hombres que la ejercen, aunque parte de estos datos
se puede obtener a través de ellas. Los hombres que sufrieron violencia en su
infancia están en mayor riesgo de reproducirla en sus propios hogares, ya
adultos. De igual manera, aquellas mujeres que de pequeñas sufrieron
violencia presentan un mayor riesgo de
padecerla de adultas”.
Sin embargo,
dijo, también hay hombres que vivieron la violencia en su hogar pero que ahora,
en la edad adulta, no son violentos. Es decir, acotó, “sólo tenemos pistas,
pero el problema de la violencia masculina contra las mujeres es mucho más
complejo de lo que uno sospecha”. Carecemos de una “fotografía panorámica del
país en torno a cuántas mujeres viven este problema. En los diversos estudios
parciales actualmente existentes, hay una variación enorme en las cifras porque
se utilizan diferentes definiciones de violencia y porque no siempre se mide su
severidad”.
Además, hace
falta investigación cualitativa, sin cuestionarios, para recuperar el punto de
vista de los entrevistados, y comprender mejor cómo viven la violencia, qué les
significa y porqué recurren a ella”.
La violencia
contra las mujeres es una manifestación extrema de la desigualdad de género que
existe en esta sociedad, la cual, consideró, hay que combatir desde sus formas
más elementales. “El problema comienza allí, donde en apariencia es
intrascendente, donde incluso la gente no lo nota”.
Destacó la
carencia de una encuesta nacional de violencia contra las mujeres, ”herramienta
que resultaría importante impulsar desde la Secretaría de Salud”. Sólo desde
esa perspectiva se puede estimar qué porcentaje de hombres son violentos también.
La violencia
masculina contra las mujeres es una cuestión estrictamente cultural,
socialmente construida. Se requieren campañas dirigidas a los hombres para
hacerlos conscientes de sus actitudes violentas y mostrarles lo urgente que es
cambiarlas. Para ello, finalizó, “necesitamos investigación que fundamente
mejor una campaña masiva de prevención de la violencia”.
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