Boletín UNAM-DGCS-1206
Pies de foto al final del boletín
EN MÉXICO, SE
VIVE COTIDIANAMENTE CIERTA FORMA DE TERRORISMO
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El filósofo Alejandro Tomasini aseguró que es necesario ir a las raíces
del problema para eliminarlo de manera política
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Sostuvo que el aumento de impuestos es una especie de terrorismo
hacendario
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Dijo que hay por lo menos tres formas de terrorismo: el de los
exaltados, el de Estado y el de baja intensidad
En México se vive y
padece de manera cotidiana cierta forma de terrorismo, por ello hay que ir a
las raíces y tratar de eliminarlo de manera política, aseguró Alejandro
Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Afirmó que después
de los atentados del pasado 11 de septiembre en Estados Unidos, el terrorismo
no puede ser identificado como un acto aislado grandioso o espectacular, sino
que apunta a una compleja situación permanente.
Cuando finalmente
se realiza una acción de esta naturaleza, ello significa que todo se vale, que
la vida institucional se quebrantó, que las fuerzas armadas del Estado son
libres de actuar y los grupos inconformes se sienten con esa misma libertad.
En México se ha
agudizado esa situación, por ello, el Ejército mexicano está bien preparado y
hay diversas fuerzas interesadas en que cada vez esté mejor armado.
Indicó que el
aumento de impuestos, por ejemplo, es una especie de terrorismo fiscal, ya que
tarde o temprano tiene efectos en otros contextos y de otras maneras.
El investigador
universitario sostuvo que existen diversas formas de violentar los derechos de
las personas, no sólo el de unos individuos aislados que protestan por una
situación que no pueden remediar; esa es sólo su forma más representativa.
Añadió que los
atentados del 11 de septiembre sólo hicieron explícito un fenómeno político
cotidiano. Ahora lo importante es realizar el análisis cuidadoso de las
modalidades de terrorismo. Es erróneo pensar que se trata de la actuación de
unos desenfrenados o locos que andan sueltos
con los cuales hay que acabar por la fuerza, como si se tratara de un
problema de salud mental.
Más bien, recalcó
Alejandro Tomasini, se trata de un asunto político con al menos tres grandes
modalidades. Por un lado, el terrorismo de los exaltados, de los que colocan
bombas en un centro comercial o destruyen edificios, y que causan la muerte de
mucha gente inocente.
Por otro lado, está
el terrorismo de Estado, el que se ejerce con bombarderos, apoyados en toda una
infraestructura institucional y en los medios de comunicación como la
televisión y que es igual de aterrador que el anterior. Un ataque aéreo es tan
estremecedor para los niños de una ciudad bombardeada como el atentado de un
individuo en un supermercado.
En cuanto al efecto
consideró que es quizá más diabólico el ejercido por el Estado, que es
dirigido, sistemático e indiscriminado, y en grandes proporciones.
Una tercera
modalidad es lo que podría llamarse terrorismo de baja intensidad, el cual
padecen, de manera cotidiana, millones de personas que viven en situaciones
desastrosas: en la insalubridad, la suciedad, el hambre y sin instrucción, y no
pueden salir de ella porque cualquier intento que hagan es reprimido de forma
severa.
Así, diariamente
hay casos en donde prevalece una situación de terror ejercida sobre grandes
poblaciones, como la de los palestinos con sus reivindicaciones frente a
Israel; o la de los campesinos de las zonas de combate en Colombia, que cuando
no son atacados por los guardias blancos y los asesinos a sueldo, lo son por
los guerrilleros.
Mucha gente que
habita las llamadas ciudades perdidas o de miseria, como en la zona de Chalco,
vive en un estado de terror de baja intensidad, porque no tiene perspectivas de
vida ni de progreso, y no pueden hacer nada para salir de ahí, donde la
violencia a sus derechos está institucionalizada y no se percibe como agresión.
El investigador del
IIF mencionó que la posibilidad que tiene el Estado de actuar militarmente
también es una forma de terrorismo, que se ejerce en el interior del país y a
escala mundial.
Afortunadamente, en
México todavía no se ha producido el fenómeno terrorista similar al sucedido en
Estados Unidos. Debe entenderse que tales acciones, sean rechazadas o
aprobadas, son una forma de lucha política que requiere conciencia en el mismo
sentido y en el país el nivel de ésta
es bajo.
Recalcó que hay
formas de agresión hacia la población como secuestros, asaltos, asesinatos y
robos, pero sin el cariz político del terrorismo. "Si los actos delictivos
que se realizan todos los días en todo el país tuvieran una bandera política,
viviríamos declaradamente en una situación de terrorismo".
Hay, pues, un
terrorismo de baja intensidad, el cotidiano, el no espectacular, el cual queda
oculto porque no tiene banderas políticas ni se presenta como una forma de
protesta. No obstante, si la situación no cambia puede fácilmente desembocar en
un terrorismo abierto y una lucha fratricida.
Se deben encontrar
vías de solución a los problemas urgentes del país antes de que las
manifestaciones de descontento se generalicen y asuman un toque político porque
el terrorismo, por un lado, afecta a la población y, por otro, suscita una
respuesta brutal e indiscriminada del Estado.
Opinó que cuando en
el país haya soldados en las calles, policías que pregunten y pidan documentos
a cada momento o entren a las casas, el terrorismo se habrá apoderado del país,
y eso es algo que a toda costa debe evitarse.
El concepto de
terrorismo se revela cada vez más como un concepto complejo y con múltiples ramificaciones: con la vida política,
las instituciones, la economía, la cultura y las tradiciones.
Reconoció que el
país está lejos de vivir una “colombianización”, no obstante es alarmante ver
la evolución de México porque todo indica que hacia allá vamos.
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Cierta forma de terrorismo se vive y padece de forma
cotidiana en México, indicó Alejandro Tomasini Bassols, del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la UNAM