Boletin: UNAM-2000/576
Lugar: Ciudad Universitaria
Fecha: Martes, 19 de Septiembre de 2000
AVANCES EN MÉXICO EN EL
ESTUDIO DE MOVIMIENTOS TELÚRICOS
En los últimos 15 años la
sismología en México ha registrado importantes avances tecnológicos utilizados
en el estudio de los movimientos telúricos, con la utilización de instrumentos
y técnicas especializados, afirmó el doctor Shri Krishna Singh, investigador
del Instituto de Geofísica.
Al dictar la conferencia
"Lo nuevo en Sismología de México", en el auditorio "Ricardo
Monges López" del propio instituto, dijo que en la actualidad se analizan
los temblores con mayor precisión, lo que permite comprender mejor su
comportamiento, causas y efectos.
Los temblores, explicó el
sismólogo, ocurren debido al proceso de subducción de placas tectónicas. Se producen
cerca de las costas -como ocurrió cuando se registraron los sismos de 1985- y
abajo del continente, como el que se presentó en Tehuacán, Puebla, el 15 de
junio del año pasado.
Existen otros sismos que son
superficiales y que se presentan en la corteza superior. Generalmente son de
magnitudes pequeñas. “Cada movimiento de tierra es único, distinto, y muestra
algo nuevo”.
El temblor de 1985, cuya
magnitud fue de 8.1 grados se registró en algunos aparatos que arrojaron
información todavía muy burda de lo que pasó en el Distrito Federal. A partir
de entonces iniciaron los cambios en la sismología con el mejoramiento en la
calidad de la instrumentación y de los datos.
Aquel fenómeno natural, dijo
el investigador, fue el primero de gran magnitud a escala mundial que dio lugar
a registros justo arriba del hipocentro -región a una profundidad de entre 10 y
100 kilómetros-, en la estación "Caleta de Campos", y sirvió para
establecer registros en diversas zonas de la ciudad, como Tacubaya o Ciudad
Universitaria.
A consecuencia del sismo de
1985, en el Valle de México se incrementó de ocho a 150 el número de
instrumentos de medición, lo que permitió la obtención de mejor información
sobre los movimientos telúricos y, al mismo tiempo, entender su variabilidad en
esta zona.
Especialistas en matemáticas
aplicadas, ingenieros y sismólogos, indicó, se han dedicado a modelar las
formas de las ondas para tratar de explicar por qué se amplifican.
La información es valiosa y ha
ayudado a la microzonificación a tal grado que se puede estimar un movimiento
telúrico esperado en cualquier punto del Valle de México. El investigador
consideró que ninguna otra ciudad del mundo tiene tantos avances en la
detección del temblor y la respuesta de edificios.
En 1985, informó el
especialista, la red de acelerógrafos del Instituto de Ingeniería, se centraba
en Guerrero y Michoacán. En la actualidad se extiende hasta Oaxaca y el centro
del país, entre otras zonas. También aumentó la colaboración entre sismólogos e
ingenieros especialistas en esta materia, lo que ha permitido el rápido avance
en las investigaciones.
Shri Krishna Singh abundó que
otro logro fundamental es la red de estaciones de banda ancha, aparatos
sofisticados que miden con precisión el movimiento del terreno, y permiten
estudiar el temblor con más detalle. No existía ninguno a mediados de la década
de los 80’s, hoy México cuenta con 20 de esos instrumentos.
Una innovación más, afirmó el
científico universitario, es el entendimiento de los procesos de generación de
los temblores, geodinámica o cómo se mueve la superficie. “Para comprender en
forma correcta el fenómeno de la dinámica de la Tierra, especialmente la
acumulación de esfuerzos que generan los sismos, se necesitan realizar las mediciones
geodésicas con precisión”.
Últimamente están disponibles
sistemas receptores GPS, que miden el movimiento del terreno con precisión, de
tal manera que se pueden establecer variaciones de pocos milímetros. La
interacción de placas involucra sellamiento de fallas geológicas y rompimiento,
eso se observa con mediciones geodésicas que cambiarán la manera de observar la
“gran máquina terrestre”.
El sismólogo informó que el
reto es instalar estaciones permanentes donde se midan esos cambios cada décima
de segundo, es decir, colectar datos y analizarlos. En este momento siete
instalaciones de este tipo están en operación, y se espera que el resto del año
y los siguientes comiencen su actividad hasta que sean un total de 20.
Ello, destacó, servirá para
estimar peligros sísmicos, como en el caso de zonas donde no hay historia de
grandes temblores. En esos lugares existen dos posibilidades: que no hay
riesgos o, en el otro extremo, que se está acumulando la energía para un gran
temblor, aunque esa situación no se puede descifrar. De ahí la importancia del
monitoreo de la deformación para cuantificar el riesgo.
El científico resaltó que a
pesar de los avances en la investigación y del refinamiento de la información,
aún no se tiene la tecnología que permita predecir los fenómenos. El panorama
en ese sentido, opinó, seguirá siendo “gris”, debido a que la propiedad de las
fallas no es fija, es decir, que su resistencia evoluciona y no hay manera de
medirla, además de existir interacción entre zonas.
Finalmente, señaló que para
lograr el avance en la investigación sobre esta área “necesitamos apoyo
continuo para aumentar las redes y traer las señales, pero sobre todo, se
requieren estudiantes, técnicos e investigadores para analizar los datos”.
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