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Boletín UNAM-DGCS-783
Ciudad Universitaria.
11:00 hs. 23 de noviembre de 2017


Jaime Labastida Ochoa

       

HAY QUE PENSAR EN ESPAÑOL CON AUDACIA Y RIGOR: JAIME LABASTIDA

• La filosofía se desarrolla con ímpetu sólo cuando se escribe en la lengua matriz; esto ha sucedido y sucede en México, afirmó el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida Ochoa
• Filosofar, acotó, implica una tarea fundamental: ir a la raíz, dudar, indagar, no darse por satisfecho jamás
• El doctor honoris causa por la UNAM dictó la conferencia “Filosofía y Lengua. Pensar en español”

La filosofía se desarrolla con ímpetu sólo cuando se escribe en la lengua matriz; esto ha sucedido y sucede en México. “Hay que pensar en español con audacia y rigor”, afirmó en la UNAM Jaime Labastida Ochoa, director de la Academia Mexicana de la Lengua.

El español tiene un amplio desarrollo en poesía, teatro y narrativa, y en teología, pero sólo en los últimos decenios posee “filosofía propia,” es decir, un pensamiento radical, original, auténtico, sin importar sus temas, sino el método y el rigor con el que se examinan los asuntos de que trate, subrayó el también poeta, periodista y ensayista.
En el marco de su reciente investidura como doctor honoris causa por la Universidad Nacional, el también miembro fundador y director general de la Editorial Siglo XXI, dictó la conferencia “Filosofía y Lengua. Pensar en español”, en donde refirió que se puede y se debe pensar en esa lengua, que debemos considerar matriz, es decir, en la que concebimos palabras a las que semantizamos (le damos significado) de manera creativa.

Acompañado por Enrique Linares Salgado, director de la Facultad de Filosofía y Letras, dijo que hay que reconocer que la lengua española no ha conocido, a lo largo de su historia, un crecimiento suficiente del pensar filosófico, y que no disponemos de un sistema de pensamiento propio como lo tienen el idealismo alemán, el empirismo inglés o el racionalismo francés.

En los últimos 70 años, en México se destacan diversos libros de una factura rigurosa que nos obligan a suponer que la filosofía ha adquirido carácter y nivel profesionales, entre ellos, “Metafísica de la expresión”, de Eduardo Nicol (1956); “La invención de América”, de Edmundo O’Gorman (1958); “La idea y el ente en la filosofía de Descartes”, de Luis Villoro (1965) o “Filosofía de la praxis”, de Adolfo Sánchez Vázquez (1967).

Para filosofar en cierta lengua, explicó Labastida, hacen falta condiciones, necesarias y suficientes, aparte de las lingüísticas, como la presencia del verbo ser. “Añadamos que el español posee dos verbos que lo predisponen a filosofar, ser y estar, de los cuales dispone también el portugués”.

En el Foro experimental José Luis Ibáñez de la FFL, explicó que en filosofía “tratamos con palabras, y éstas no son sólo signos fónicos y gráficos. Son señales, tienen significado, aluden, evocan, piensan. El sistema de cada lengua impone un régimen determinado de pensamiento”.

El doctor honoris causa cuestionó qué significa el sintagma “filosofía” y por qué hasta hoy no admite traducción. “¿Amor al saber y sólo eso? Deberíamos penetrar mucho más en su posible significado”. Filosofar, acotó, implica una tarea  fundamental: ir a la raíz, dudar, indagar, no darse por satisfecho jamás.

En lugar de amor a lo que se sabe, deberíamos decir amor a lo que no se sabe, a la ignorancia, si por tal se entiende el esfuerzo por romper el círculo de las sombras; amor a la creatividad, a la audacia lingüística, a la innovación.

Todos los hombres piensan, pero no todos filosofan. Filosofar implica un método, un rigor, una exigencia consigo mismo, aprender a morir y estar muerto, como sostiene Platón. El poeta Antonio Machado, a quien le gustaba pensar y filosofar, insistió en que razonar era hacer un análisis corrosivo de las palabras, repensar lo pensado, saber lo sabido, dudar de la propia duda. Aunque, aclaró, la lingüística también hace un análisis corrosivo de las palabras y no es filosofía.

Labastida recordó que la lengua alemana comenzó a hacer una filosofía original, con carácter propio, luego de que se cumplió una primera condición, de orden social y lingüístico: la reforma luterana, que hizo lectores a los alemanes, aunque sólo fuera en sus inicios de la Biblia Vulgata, que Lutero tradujo, y que en algo más de un siglo produjo un portentoso desarrollo de la música y la literatura, pero aplastó a las artes plásticas.

El trabajo filosófico, finalizó, es una larga cadena de procesos de intraducibilidad y de esfuerzos inauditos para crear campos semánticos inéditos; toda filosofía es creativa, es una lucha con las palabras.

 

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Jaime Labastida Ochoa, doctor honoris causa por la UNAM y director de la Academia Mexicana de la Lengua.