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Boletín UNAM-DGCS-366
Ciudad Universitaria.
15:30 hs. 26 de mayo de 2017

 

       

LA UNAM ESTUDIA SUSCEPTIBILIDAD GENÉTICA DE MEXICANOS A ENFERMEDADES CRÓNICAS NO TRANSMISIBLES

• Estas afecciones tienen factores genéticos y ambientales, y sus mecanismos de herencia no son claros; se pretende descubrirlos desde la física, la biología computacional, la medicina y el cómputo de alto rendimiento, expuso Enrique Hernández, de la Facultad de Ciencias

Desde la multidisciplina, un grupo de científicos del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM y del Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN, dependiente de la Secretaría de Salud) buscan caracterizar genéticamente a la población mexicana en relación con enfermedades crónicas no transmisibles.

A este tipo de padecimientos se les llama complejos; entre ellos destacan los distintos tipos de cáncer, la diabetes tipo 2, las enfermedades degenerativas (como párkinson, alzhéimer, esclerosis lateral amiotrófica y arterioesclerosis) y las autoinmunes (artritis reumatoide, lupus eritematoso, tiroiditis, esclerosis múltiple y diabetes tipo 1).

Tienen factores genéticos y ambientales, y sus mecanismos de herencia aún no son claros para la ciencia, por lo que expertos buscan develarlos desde la física, la biología computacional, la medicina y el cómputo de alto rendimiento.

Enrique Hernández Lemus, investigador asociado al C3, profesor de física en la Facultad de Ciencias y subdirector de Genómica Poblacional del INMEGEN, indicó que una de las tareas más relevantes en dicho instituto es la caracterización genética de la población mexicana en relación con este tipo de afecciones.

“Las enfermedades complejas tienen patrones de herencia que no son triviales, y entender los mecanismos a través de los cuales podemos hacer diagnóstico, pronóstico y eventualmente terapéutica, no es fácil”, reconoció.

Genética de poblaciones

Para estudiar estos temas, Hernández Lemus utiliza la genética de poblaciones, una teoría que se fundamenta en una dualidad interesante: la individualidad genómica (cada ser vivo tiene un dos por ciento de su genoma que lo hace individual y distinto a los demás) y la genómica poblacional (que parte del genoma humano completo; todos los humanos lo compartimos en un 98 por ciento).

“La genética de poblaciones fue quizá la primera disciplina de la biología teórica, y realizar experimentos en esa área es muy difícil. Esta teoría tiene dos fines: estudiar individuos para aprender cosas de las poblaciones y conocer cada vez más a las poblaciones para entender lo que le pasa al individuo”, explicó.

En el auditorio Fernando Ocaranza de la Facultad de Medicina, dijo que encontrar diferencias genéticas es muy difícil, pues hay mutaciones repetidas de generación en generación, y otras que no son muy relevantes. Para distinguir las que causan daños significativos, es necesaria una revisión exhaustiva del genoma y conocer cada vez las múltiples variantes que implican “ser mexicano”.

En el INMEGEN, el universitario y sus colegas analizan diversas vías celulares como trayectorias en redes complejas. Su proyecto está enmarcado en las aplicaciones de los sistemas complejos a los problemas de tipo biomédico.

El científico desarrolla una metodología sistemática para analizar las secuencias celulares en el contexto de las redes biológicas, que puede ser de utilidad para entender las llamadas enfermedades multifactoriales complejas, que derivan de factores tanto genético/genómicos como medioambientales.

“Un cambio genético en una población, que es fijo o constante, ocurre en un tiempo proporcional al tamaño de la misma. Si tenemos una de un millón de individuos, necesitamos un millón de generaciones para que una variación se mantenga fija. Esto es muy lento aún en bacterias, no digamos en humanos”, expuso.

Pero con la genética de poblaciones podemos estudiar genéticamente a los individuos y sus características para aprender de la población, y luego, conociendo datos repetidos en una población se pueden inferir datos sobre el individuo.

“El genoma humano está compuesto de seis mil millones de nucleótidos, de los cuales tres mil millones son independientes. Son como tres mil millones de letras distintas. Los seres humanos compartimos alrededor del 98.5 por ciento de ellos. Hay 30 millones de bases en las que somos distintos”, explicó.

Esos 30 millones de bases hacen que cada uno de nosotros se vea diferente en aspectos como el color de ojos y piel, estatura, complexión, e incluso en algunos rasgos de personalidad.

Dentro de estas diferencias se encuentran las mutaciones referentes a las enfermedades, que pueden ser muy raras y útiles para caracterizar a los individuos, o comunes a un grupo mayor. Con este trabajo, Hernández Lemus y su grupo analizan nuevas rutas para entender la complejidad de nuestra población.

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Enrique Hernández Lemus, investigador asociado al C3 y profesor de la Facultad de Ciencias.