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Boletín UNAM-DGCS-453
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 4 de julio de 2016

 

   

ESTUDIAN EN LA UNAM MATERIALES Y TÉCNICAS USADAS EN OBJETOS DE NUESTRA HERENCIA CULTURAL

• Con los métodos más avanzados, el Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural de esta casa de estudios contribuye a la conservación de ese patrimonio

México alberga una riqueza cultural diversa distribuida por la geografía nacional, desde las zonas semidesérticas del norte, hasta las selvas húmedas del sur y sureste, pasando por el occidente, el Golfo y la zona centro.

En nuestro territorio hay 180 zonas arqueológicas y mil 271 museos, entre los administrados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y los independientes.

Ahí se resguarda parte importante de ese patrimonio, como documentos y objetos prehispánicos, de la Colonia, de la Independencia, de la Revolución y del México contemporáneo, fabricados con diversos materiales, desde piedra volcánica, barro, papel amate, madera, textiles de origen vegetal, pinturas y grabados novohispanos, hasta metales como oro, plata y bronce.

Todo ello es el área de trabajo y la materia prima del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural (LANCIC) en la UNAM, que coordina José Luis Ruvalcaba Sil, del Instituto de Física (IF).

“Es importante preservar nuestra herencia cultural para las generaciones presentes y futuras, y también por su impacto económico en cada comunidad y región del país”, consideró el universitario.

En el LANCIC también es posible corroborar las hipótesis de los investigadores de humanidades sobre objetos o documentos a partir del análisis de los materiales que los conforman.

El laboratorio, conformado por los Institutos de Física, de Química (IQ) y de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, y por un área del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), surgió como resultado de una iniciativa interdisciplinaria e interinstitucional, cuyo objetivo es caracterizar los materiales y técnicas con las que fueron fabricados objetos que hoy son parte de nuestro patrimonio cultural, y para desarrollar métodos para su diagnóstico y conservación.

Una de las metas de ese espacio –construido con aportaciones del Conacyt, la UNAM y el ININ– es crear un área de trabajo en la que se desarrollen métodos, dispositivos experimentales, estrategias “y mejores prácticas de estudio, además de protocolos de investigación y conservación que permitan intervenciones adecuadas”, subrayó.

Desde el LANCIC se impulsó la creación de la Red Temática sobre Ciencias Aplicadas a la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural, del Conacyt, en la que participan universidades y centros del INAH y del Instituto Nacional de Bellas Artes. Su responsable es Luis Barba, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA).

“Con la Red firmamos un convenio para hacer investigación de manera conjunta, ofrecer servicios, hacer intercambio de estudiantes y formar recursos humanos especializados”, resaltó Ruvalcaba Sil.

Proyecto ANDREAH

“Con frecuencia, en nuestro quehacer nos encontramos con objetos o documentos valiosos, difíciles de sacar de los museos o de los acervos para su estudio, pero tampoco podíamos trasladar nuestros equipos para analizarlos”.

La solución a esa disyuntiva fue desarrollar equipos pequeños, “quizá no tan sensibles ni con la resolución de los de laboratorio, pero de los que obtenemos información de buena calidad”, subrayó el experto.

Así, dentro del LANCIC se dio continuidad y un mayor impulso al proyecto Análisis no Destructivo para el Estudio del Arte, la Arqueología y la Historia (ANDREAH), vinculado con el acelerador de partículas Pelletron y dotado de espectrómetros que usan láseres, luz infrarroja, rayos X y equipos de fluorescencia, importantes en el análisis de los materiales. “Con este equipo portátil hemos podido trabajar con prácticamente todos los museos nacionales”.

Aunque los investigadores han adquirido la mayor parte de sus aparatos, algunos fueron modificados, diseñados y manufacturados en el IF. “En este momento tenemos unos 15 espectrómetros y un par de equipos de fluorescencia y difracción que desarrollamos nosotros”.

Análisis foráneos

Parte de sus dispositivos fueron llevados al centro INAH de Chiapas para investigar sobre la colección de piedras verdes de Bonampak. Los universitarios transportan su equipo por tierra “pues se dificulta hacerlo por aire, debido a su volumen y manejo. Para esa labor se desarman y guardan protegidos en cajas de plástico. El Instituto de Física tiene un camioneta utilizada para el transporte”, compartió.

En febrero de 2016 algunos diarios mexicanos publicaron que investigaciones dirigidas por Ruvalcaba Sil determinaron que objetos de la ofrenda encontrada en el cenote sagrado de Chichén Itzá, en Yucatán, procedían de Perú.

“En esas notas se tomaron muchas libertades, pues en ningún momento afirmé que los objetos estudiados venían de Perú, sino que había una influencia tecnológica de esa región y desde cierta época, y que así como los objetos son transportados de una región a otra, las técnicas se pudieron difundir hasta llegar a la región de influencia mesoamericana”, resaltó.

Los investigadores pumas observaron que la tecnología de cobre dorado utilizada en algunos objetos de las ofrendas es similar a la que se desarrolló en Perú en el año 600 de nuestra era. “Con nuestras técnicas podemos saber de qué están hechos los objetos, establecer la tecnología utilizada en su elaboración, su probable procedencia, y si un objeto sufrió alteraciones por razones históricas o por una restauración”, remarcó.

“A solicitud de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH iniciamos el análisis de algunas de esas piezas. Mientras ellos hacían la restauración, nosotros el estudio técnico. Era muy importante hacer la investigación, porque la tecnología empleada había pasado desapercibida en Mesoamérica”.

Más tarde surgió la posibilidad de colaborar con la Universidad de California en Berkeley para hacer el estudio completo de parte de la colección que está en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y otra en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México, así como en el Museo Regional de Antropología Palacio de Cantón, en Mérida, Yucatán.

“Este trabajo es una muestra de los alcances que se pueden tener, porque es factible abordar algunas colecciones de origen mexicano en el extranjero y así tener conocimientos que no se podrían lograr de otra forma”, finalizó Ruvalcaba Sil.

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José Luis Ruvalcaba Sil, del Instituto de Física de la UNAM