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Boletín UNAM-DGCS-402
Ciudad Universitaria.
11:00 hs. 12 de julio de 2015


Yuri Taran

   

A 33 AÑOS DE SU ERUPCIÓN, EL CHICHÓN AÚN ES POTENCIALMENTE PELIGROSO

• Es un volcán de actividad moderada, vigilado por científicos de la UNAM
• El investigador del IGf, Yuri Taran, aseguró que monitorear colosos activos es fundamental, porque si no se conoce el nivel base de lo que ocurre antes de que hagan erupción, no se tienen parámetros de comparación

Por más de un siglo los volcanes del sureste mexicano permanecieron en un sopor profundo, hasta que en 1982 despertó el Chichonal –conocido también como Chichón–, con efectos devastadores para los pobladores de la región noroeste de Chiapas.

En más de 11 mil años no se había presentado un evento de esa magnitud en el territorio nacional; a la fecha se considera el más importante de su tipo en la historia del país. Fue una erupción tan violenta, que en 40 minutos la columna abarcó 100 kilómetros de diámetro por casi 17 de alto.

Han transcurrido 33 años de ese acontecimiento y ahora es un recuerdo lejano en la memoria colectiva; para otros, sólo representa el nombre de un volcán más. Con el propósito de conocer sus condiciones actuales, Yuri Taran, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, estudia esta estructura geológica, que hasta hoy es “potencialmente muy peligrosa”.

El Chichón
Tras su erupción, es inspeccionado de forma constante por científicos del IGf, que sistemáticamente monitorean sus emisiones de vapor, temperatura de agua, actividad sísmica y otros parámetros que adviertan sobre un incremento de su actividad, que ahora es moderada, y la posibilidad de otra explosión.

“Examinamos la química de los gases volcánicos de la laguna del Chichón y de los manantiales que están a su alrededor. Desde hace siete años estudiamos, con instrumentación especial, el flujo del dióxido de carbono (CO2) del cráter y nos hemos percatado de que está subiendo”, reveló.

La labor científica del universitario consiste en entender cómo funciona un volcán o un sistema hidrotermal; otra parte de su trabajo es el área de geotermia, pues las aguas termales constituyen una expresión superficial de un sistema que está en la profundidad.

En estas tareas utilizan equipo de campo basado en mediciones de acidez como pH o de temperatura, además de herramientas para medir flujos de gases de la superficie del lago o del suelo, explicó.

Los instrumentos sirven para muestrear las fumarolas en gases burbujeantes en aguas, es decir, para medir flujos de aguas caudales y observar todo tipo de elementos. “Con ello, ya tenemos estimaciones del potencial geotérmico del Chichón; es decir, de la energía que puede obtenerse mediante el aprovechamiento del calor al interior de la Tierra”. Sin embargo, hay que trabajar mucho más porque es potencialmente muy peligroso, remarcó.

Estudiar y monitorear volcanes activos es fundamental, porque si no se conoce el nivel base de lo que ocurre antes de que empiecen a hacer erupción, no se tienen parámetros de comparación, reiteró.

“El suceso del Chichonal dejó ciertos conocimientos para entender los volcanes del mundo; por ejemplo, se supo que después de cada erupción crece un domo de lava muy grande dentro del cráter, que es peligroso”.

De un coloso activo se desprende una nube de gas y en sus faldas, por lo regular, se encuentran manantiales termales. “Mis investigaciones se han enfocado a analizar estos dos aspectos”, concluyó el universitario, que desde hace más de 30 años se ha dedicado a la indagación de la geoquímica de los fluidos volcánicos.

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El Chichón, un volcán de actividad moderada, es vigilado por científicos de la UNAM.
Yuri Taran, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.