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Boletín UNAM-DGCS-387
Ciudad Universitaria.
11:00 hs. 4 de julio de 2015


Clara Inés Espitia Pinzón

   

CUENTA LA UNAM CON UN LABORATORIO DE BIOSEGURIDAD NIVEL 3

• En la unidad BSL-3 se hace investigación con la bacteria de la tuberculosis y se siguen estrictos protocolos de seguridad

Actualmente, México cuenta con laboratorios de bioseguridad, especializados en el manejo de microorganismos patógenos y potencialmente en esa condición. Se les ubica en los niveles: 1, 2, 3 y 4, de acuerdo con los microorganismos infecciosos con los que se trabaje.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó a los agentes causantes de enfermedades y sus toxinas en cuatro grupos de riesgo según su capacidad patogénica, virulencia y toxigenicidad, modo de transmisión y gravedad de la enfermedad que originan.

En el grupo de riesgo 3 están incluidos algunos virus, como el del Valle del Rift, el de la encefalitis equina venezolana y el de la inmunodeficiencia humana (VIH); también bacilos, como el causante del ántrax (Bacillus anthracis), y algunas bacterias, como Mycobacterium tuberculosis.

Una de las características del grupo es su alta transmisibilidad. Pueden provocar enfermedades graves en humanos y en animales, aunque el riesgo de contagio entre personas es bajo.

“Es importante mencionar que se debe contar con medicamentos y vacunas contra los clasificados dentro de este grupo. Si no fuera así, entonces hablaríamos del grupo de riesgo 4, al que pertenecen virus como el ébola, para el cual el tratamiento y vacuna están a nivel experimental”, dijo Clara Inés Espitia Pinzón, responsable académica de la Unidad de Bioseguridad (BSL-3) y jefa del Departamento de Inmunología del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm).

“En nuestro laboratorio nivel 3 trabajamos casi exclusivamente con M. tuberculosis –causante de la tuberculosis humana–, una de cuyas características es que se trasmite por el aire en forma de aerosoles, es decir, cuando las personas infectadas estornudan o tosen y, por lo tanto, es muy contagiosa”, señaló.

“Esto también puede ocurrir mientras se manipulan las bacterias en el laboratorio. Por ejemplo, al abrir un cultivo de microorganismos, si no se sigue el protocolo adecuado, se podrían liberar aerosoles al ambiente”, indicó.

Bioseguridad y biocustodia

Estos espacios están planeados para cumplir con dos preceptos básicos: la bioseguridad y la biocustodia. La primera está conformada con todas las medidas encaminadas a proteger a las personas que trabajan con los patógenos, al personal de una institución, a la comunidad y al medio ambiente. Esto implica el adecuado diseño del laboratorio, el entrenamiento del personal, el seguimiento de los protocolos para manejar los microorganismos y el equipo de protección personal.

El laboratorio nivel 3 cuenta con un sistema de aire que genera una presión negativa, que no permite la salida de partículas hacia el exterior y el aire es continuamente renovado a través de filtros que retienen la salida de microorganismos.

El sitio primario de contención son los gabinetes de bioseguridad biológica, que a su vez tienen presión negativa y están conectados con filtros específicos para impedir que los aerosoles generados durante el manejo de los microorganismos escapen al ambiente.

“Una de las situaciones más graves que pueden presentarse es que accidentalmente se rompa un recipiente con el cultivo de las bacterias; en este caso, los protocolos son fundamentales porque indican exactamente los procedimientos para contener el derrame y proteger al personal”, explicó la académica.

La biocustodia

La biocustodia, por otra parte, se refiere a las providencias necesarias para proteger a los microorganismos y evitar su salida, no accidental, sino intencionada, con objetivos de bioterrorismo.

“En México no hemos tenido este tipo de experiencias, pero es importante mencionar que desde la década de los 70 se firmó la Convención de Armas Bacteriológicas (biológicas) y Toxínicas, promulgada por la ONU, que versa sobre la prohibición del desarrollo, producción y almacenamiento de éstas en los estados firmantes, que se comprometieron a su control y destrucción”, refirió Espitia Pinzón.

Entre las acciones específicas dentro del contexto de la biocustodia están, por ejemplo, contar con inventarios de las cepas de bacterias que se manejan. En el caso de M. tuberculosis hay una enorme diversidad en patogenicidad y virulencia, asi como resistencia a los medicamentos entre los aislados clínicos.

“Por esta razón se debe conocer todo acerca del origen de las cepas, especialmente si son resistentes, multirresistentes o extremadamente resistentes a los fármacos. Si presenta esta última característica, se le debe manejar en un laboratorio de riesgo biológico 4”, abundó.

Acceso restringido

El laboratorio nivel 3 del IIBm cuenta con un manual de bioseguridad en línea, que contiene un reglamento que, entre otras cosas, permite el acceso únicamente al personal autorizado previamente entrenado, como estudiantes de doctorado, posdoctorado y algunos de maestría, al final de sus estudios. La entrada está restringida a menores de 18 años.

En el Instituto la mayoría de las investigaciones se realizan en los de nivel 2, con patógenos del grupo de riesgo 2, que no producen una enfermedad severa en el humano y que son peligrosos sólo si los individuos están inmunocomprometidos. En cualquier caso, también se deben tener en condiciones de bioseguridad, remarcó.

Trabajo conjunto

Se colabora con la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) porque la tuberculosis también es un problema en el ganado. La bovina es producida por Mycobacterium bovis, que es tan patógena en las reses como M. tuberculosis en el humano. De igual manera, hay colaboraciones con algunas instituciones educativas y del sector salud, a las que se les provee de productos bacterianos no infecciosos, como ácidos nucleicos, proteínas y lípidos.

Recientemente se inició un programa de investigación en la búsqueda de nuevas alternativas de tratamiento para enfermedades infecciosas, entre las cuales está la tuberculosis, en el que participan científicos de los institutos de Química (IQ) y Nacional de Enfermedades Respiratorias.

En este proyecto, el BSL-3 tendrá un papel importante porque los compuestos, sintéticos y naturales, obtenidos a partir de plantas de la biodiversidad mexicana por los investigadores del IQ, serán evaluados in vitro y en vivo en modelos celulares y animales.

“El laboratorio cuenta con la infraestructura adecuada para infectar animales con M. tuberculosis por vía aérea y también para evaluar la actividad de los medicamentos y los preparados vacunales”, concluyó.

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En el laboratorio nivel 3 se trabaja casi exclusivamente con M. tuberculosis.