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Boletín UNAM-DGCS-357
Ciudad Universitaria.
11:00 hs. 21 de junio de 2015

 

   

RECREAN CLIMA DE LOS ÚLTIMOS DOS MIL 500 AÑOS

• A partir del estudio de estalagmitas, científicos de la UNAM establecieron el papel que pudieron jugar las lluvias y sequías en el surgimiento y la caída de sociedades prehispánicas

A partir del estudio de indicadores geoquímicos en estalagmitas, un grupo de investigadores del Centro de Geociencias (CGeo) de la UNAM, en colaboración con colegas de las universidades de Nevada y de Nuevo México, en Estados Unidos, reconstruyó el clima de los últimos dos mil 500 años en la parte central del país, en particular en la región del Valle de México.
 
“Las estalagmitas (rocas calcáreas en forma de cono con la punta hacia arriba, que surgen en el suelo de una cueva al gotear desde una estalactita agua con carbonato de calcio en disolución) conforman un archivo climático de alta resolución temporal; nos ofrecen la posibilidad de obtener información de la cantidad de lluvia que cayó año con año durante un cierto periodo en una determinada región”, explicó Juan Pablo Bernal Uruchurtu, integrante del grupo.

Como resultado de las gotas que se percolan en los suelos kársticos, las estalagmitas crecen lentamente. Ese líquido tiene cierta composición isotópica de oxígeno, establecida por la cantidad de lluvia que cae.

El oxígeno tiene dos isótopos: oxígeno-18 y oxígeno-16. Si las precipitaciones son pocas, el oxígeno-18 se enriquece en el agua de lluvia; si son muchas, se diluye. Es una regla conocida como efecto de cantidad. Con ella en mente, los investigadores observaron cómo se incorpora el oxígeno-18 en la estructura del carbonato de calcio.

Así, al medir en este compuesto químico la composición isotópica del oxígeno, es posible inferir la constitución del agua que precipitó ese carbonato de calcio y establecer si la lluvia fue abundante o escasa.
 
“Para tener un registro cortamos, a lo largo de una estalagmita de una cueva en Juxtlahuaca, Guerrero, muestras de carbonato de calcio de un milímetro de espesor, incluso más delgadas, de las que obtuvimos porciones de 500 microgramos que posteriormente analizamos por espectrometría de masas para ver cuánto oxígeno-18 y oxígeno-16 contenían”.

Las probables variaciones fueron interpretadas por los investigadores como cambios en la composición isotópica de la lluvia debido a factores como la ubicación de la estalagmita en la cueva, las condiciones ambientales y el efecto de cantidad, que podrían estar “fraccionando” ambos oxígenos.
 
“Lo interesante es que al cortarla estaba en crecimiento por la precipitación del carbonato de calcio en la parte superior. Lo sabemos porque observamos el goteo e hicimos fechamientos muy precisos de la punta, que nos dieron una edad aproximada de 20 años, que son nada en cuanto a periodos geológicos. Esto nos permitió hacer algunas comparaciones”, comentó Bernal Uruchurtu.

Registro de las lluvias

En el mundo hay archivos de la cantidad de lluvia que cayó en los últimos 100 años. En México, el más detallado es el del Servicio Meteorológico Nacional en su estación de Tacubaya. Al comparar el registro concerniente al siglo pasado con sus registros de isótopos de oxígeno, los investigadores encontraron una correlación casi perfecta.

“Estos resultados no sólo respaldan nuestro trabajo, también nos permiten hacer una calibración, pues refieren que lo que sucede en Juxtlahuaca, Guerrero, donde está la cueva de la que trajimos la estalagmita, ocurre también en la ciudad de México; que la cantidad de precipitaciones en esta urbe es proporcional a la de Guerrero”.

Asimismo, los universitarios analizaron los isótopos de oxígeno en la lluvia de la ciudad de México. “Todos los días, durante cinco años, medimos la cantidad, recogimos muestras y registramos las temperaturas. En este caso, también encontramos el efecto de cantidad perfectamente definido”.
 
Como detectaron una correlación entre las dos variables, hicieron una curva de calibración y de este modo extrapolaron hacia atrás y vieron más o menos cuánto ha llovido en la región del Valle de México en los últimos dos mil 500 años.

“Con esta información observamos cuándo llovió más y cuándo menos, cuándo cayeron precipitaciones y cuándo no; luego hicimos una reconstrucción paleoclimática de los últimos dos mil 500 años, que correlacionamos con los sucesos históricos y culturales más importantes de la región”, apuntó.
 
Teotihuacan

Basados en sus registros, los investigadores establecieron los patrones de lluvia y de sequía en el momento aproximado en que se fundó Teotihuacan, en el año 80, hasta su colapso entre el 550 y el 650.

“Con esta información fue posible establecer con cierta precisión su evolución, las condiciones climáticas en las que floreció y los años en que desapareció esa cultura. Creemos que las condiciones de sequía, entre otros factores, sí pudieron haber influido en el colapso.

“Es interesante observar en la gráfica que en la época de la fundación de Teotihuacan había una sequía generalizada. Aunque poco a poco la cantidad de lluvia aumentó y esta urbe empezó a crecer, a partir del año 200 aquélla disminuyó constantemente. Si bien se presentaron variaciones naturales en la cantidad, entre el 500 y el 700 hubo una extensa sequía, fase que coincide con el colapso”.

El periodo que va de finales del siglo XIII a mediados del XV fue de precipitaciones extremas. Fueron 150 o 200 años con un pico de unos 50 años, que coincidió con el florecimiento de Tenochtitlan y de las culturas de la cuenca.

Después, la intensidad empezó a disminuir y, por lo tanto, las condiciones fueron ligeramente más secas. Sin embargo, hacia 1600 hubo una sequía importante y otra alrededor de 1800.
 
“Se ha mencionado que durante la Independencia hubo condiciones de sequía, lo cual concuerda con nuestros registros. Asimismo, se dice que la Revolución Mexicana coincidió con años de gran sequía, y nosotros lo tenemos asentado. No creo que eso haya desatado el movimiento armado, pero esta reconstrucción nos permite tener un escenario climático y relacionarlo con el político y social”, concluyó Bernal Uruchurtu.

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