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Boletín UNAM-DGCS-062
Ciudad Universitaria.
11:00 hs. 31 de enero de 2015


Martha Laura Tapia Campos

   

 

PROPONE UNIVERSITARIA OTRA MIRADA A LA OBRA DE FRIDA KAHLO

• Apoyada en conceptos de la teoría psicoanalítica, Martha Laura Tapia Campos, académica de la FCPyS de la UNAM, devela en las pinturas de la artista una historia que no es advertida por sus admiradores

Ícono de la cultura mexicana e imagen representativa de un contexto social y una época, Frida Kahlo (6 de julio de 1907-13 de julio de 1954) será siempre motivo de reflexión desde diversas perspectivas.

Luego de analizar algunos de los cuadros más representativos de la pintora coyoacanense, cuyo nombre completo fue Magdalena del Carmen Frida Kahlo Calderón, la académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, Martha Laura Tapia Campos, propone a los espectadores otro modo de acercarse a su obra.

Apoyada en conceptos de la teoría psicoanalítica, devela en las pinturas una historia que no es advertida por sus admiradores.

“La primera impresión que me produjeron los cuadros fue de intenso malestar, de rechazo, porque te confrontan de una manera íntima con el dolor y el sufrimiento. No fue sino hasta después, al estudiar la teoría psicoanalítica, que decidí volver a su obra para replantear aquella impresión tan fuerte”, comentó Tapia Campos.

La académica se apoyó en la teoría del estadio del espejo, del médico psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan que, grosso modo, plantea lo que sucede si un niño pequeño es puesto frente al espejo por su madre.

El infante, que aún carece de coordinación motriz, no se ha formado todavía una imagen integrada de sí mismo. Es la madre la que lo anima al decirle: ‘¡Mira, eres tú!’, de modo que él se reconoce en su imagen especular a través de la mirada de la madre, hasta que por fin asume la imagen como propia y dice: ‘Eso soy yo’.

Del espejo al espacio de la pintura

Tapia Campos considera que la pintora mexicana descubrió el espacio de su obra pictórica en una especie de reactualización del estadio del espejo, que resulta decisivo para conformar la identidad de todo ser humano. Fue cuando yacía en su cama, después del accidente que destrozó su cuerpo, que la madre colocó frente a ella un espejo y le dio los implementos para pintar.

“Entonces experimentó deseos tremendos de dibujar, trazar líneas y darles un sentido, una forma, un contenido. Su desintegración física y emocional encontró así un espacio en que fue libre para afirmarse”, explicó.

Para elaborar su hipótesis, la universitaria acotó tres supuestos: “Frida sufría la desarticulación de su cuerpo, vivía con el deseo de ser madre y, asimismo, experimentaba la frustración de no tener un amor completo y pleno. Eso se refleja en toda su obra, incluso ella misma lo dijo: ‘[…] sufrí dos accidentes graves en la vida, el primero ocurrió cuando el autobús en que iba yo fue arrollado por un tranvía […] El otro accidente es Diego’”.

Según Tapia Campos, a través de sus cuadros Frida expresó su lucha contra la desintegración que la amenazó siempre, por lo que más que representaciones del dolor, el sufrimiento y la violencia son una afirmación del goce de la vida.

Una parte del estudio, publicado en su libro El espejo de Frida Kahlo (Comunicación y Política Editores), intercala la descripción de algunas obras de la pintora con referentes de su biografía.

“Es evidente que su obra es autobiográfica: cada uno de sus cuadros nos remite a una historia, a un episodio de su vida. Abordé 11 y los analicé justamente con el seguimiento del hilo de su biografía. Autorretrato con traje de terciopelo está dedicado a su primer novio, Alejandro Gómez Arias, como prenda de reconciliación, y en él se retrata tal como supone que su novio quisiera verla”, consideró.

Unos cuantos piquetitos, otro trabajo analizado por la maestra del Centro de Estudios de Ciencias de la Comunicación, representa un hecho de nota roja de la década de los años 30 del siglo pasado.

“Frida pintó este cuadro cuando Diego Rivera le pidió el divorcio porque éste tenía relaciones con su hermana Cristina. Es un trabajo cargado de violencia, con un complejo cruce de significantes que trasluce el intenso conflicto que vivía la pintora. La sangre de la escena desborda hasta el marco”.

Cielo infinito

Otra obra escogida es Mi nacimiento, que pintó en 1932, poco después del fallecimiento de su madre. En él impresiona la disolución de las fronteras entre la vida y la muerte; el parto, que significa dar a luz a un nuevo ser, es en el cuadro una zona de sombras en medio de la luz blanca de la sábana mortuoria, y las líneas de la madre en el alumbramiento marcan al mismo tiempo la “v” de vida y la “m” de muerte.

La académica también analizó Las dos Fridas, una de las más famosas de la compañera de Rivera, concebida en el periodo del divorcio. “Detrás de las imágenes sólo hay un cielo infinito; es decir, no hay nada, porque la pintora no sabe de dónde sostenerse. Es un abismo. Frida y Frieda están ahí. Una se aferra al Diego del medallón y la otra tiene el corazón sangrante, imagen que aparece en varios de sus cuadros”, indicó.

La universitaria también eligió el último cuadro que pintó, un bodegón titulado ¡Viva la vida!, donde se muestran unas espléndidas sandías abiertas y apetitosas.

“Es el cierre. Ella gozó plenamente, hizo lo que quiso, enamoró a quien quiso, hombres y mujeres. Sobre todo a su marido. Si una escuincla (palabra del agrado de Frida) conquista a un hombre mayor, de 40 años, por supuesto que tiene su mérito. Y se proyectó en las sandías. Están abiertas, son rojas, apetitosas. Por cierto, ahí aparecen otra vez la ‘v’ de vida y la ‘m’ de muerte”.

A la pregunta de qué hay en la obra de Frida que despierta el interés y la admiración del público, la académica dijo: “El dolor de ella es proyectado en las representaciones de un cuerpo en desintegración. Quizá por eso es que está muy cerca de la sensibilidad de nuestro tiempo; su mensaje de dolor y angustia parece ser el núcleo de su existencia; pero no cualquier dolor, sino ese dolor íntimo, secreto, incomunicable, de ser uno mismo”.

Y a todas aquellas personas interesadas en la obra de Frida Kahlo les propone que conozcan su biografía: “El espectador debe preguntarse por qué Frida se expresa de esa manera. Claro, hay pinturas que impactan y atrapan y de las que no se necesita conocer la historia que está detrás de ellas, pero en el caso de las de Frida, nos invitan a conocer su vida”, finalizó.

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En el libro El espejo de Frida Kahlo, Martha Laura Tapia Campos intercala la descripción de algunas obras de la pintora con referentes de su biografía.