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Boletín UNAM-DGCS-052
Ciudad Universitaria.
13:30 hs. 26 de enero de 2015


Susana Enríquez

   

 

CONTAMINACIÓN Y CALENTAMIENTO GLOBAL AMENAZAN LA VIDA DE LOS ORGANISMOS QUE HABITAN EL ARRECIFE DE CORAL

• El ser humano es el principal peligro para estos organismos, frágiles ante el cambio climático, dijo Susana Enríquez Domínguez, del ICMyL de la UNAM
• En la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales Puerto Morelos, la científica estudia los dos procesos clave que sostienen la vida en el sitio: la fotosíntesis y la calcificación

Los desechos que arroja el ser humano a los océanos y el cambio global del planeta amenazan la vida de los organismos que habitan el arrecife de coral, tanto los corales como su fauna y flora, incluidas macroalgas y la pradera submarina tropical, advirtió Susana Enríquez Domínguez, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM.

Tenemos un planeta que incrementa progresivamente su temperatura. Este fenómeno ejerce un grave estrés, sobre todo en las especies constructoras del arrecife de coral: los corales, los más afectados por ese aumento.

Se trata de un sistema que ha mostrado enorme fragilidad ante el cambio climático, en especial ante el calentamiento global, añadió la doctora en biología, adscrita a la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales Puerto Morelos, en Quintana Roo.

Nutrientes negativos

Enríquez explicó que ese sistema es eficiente y robusto si el ambiente es oligotrófico, es decir, si tiene poca disponibilidad de nutrimentos para mantener el crecimiento vegetal de algas, pastos marinos e incluso de las microalgas que viven en simbiosis con los corales.

Sin embargo, el crecimiento urbano y el mal manejo de los residuos que se producen en los hoteles tipo resort enriquecen en nutrientes estos ambientes, con lo que se modifica su naturaleza y se permite que especies oportunistas de rápido crecimiento, incluso de orígenes ajenos, sean las que tomen el relevo y cambien la comunidad de organismos, lo que afecta a esos ecosistemas tropicales. Por ello, el ser humano es su principal amenaza.

A nivel local esa situación constituye el mayor peligro, pues el valor paisajístico hace que la industria turística ejerza una fuerte presión en la mayoría de los países que tienen arrecifes de coral en sus costas.

Otros riesgos asociados a la presión turística y antropogénica local son la sedimentación, los encallamientos que afectan directamente su estructura y la contaminación por uso y abuso de combustibles fósiles para abastecer el incremento de tráfico marítimo (embarcaciones de recreo y cruceros).

De estas amenazas, las más graves son la fertilización y el incremento de residuos urbanos, sobre todo jabones que afectan al ambiente arrecifal, pues favorecen el desarrollo de especies oportunistas –incluidos microorganismos– y cambian su naturaleza, reiteró.

“Esta condición también aumenta la presencia de organismos patógenos y, por tanto, la incidencia de enfermedades; además, afecta negativamente las tasas de calcificación y el estado fisiológico de la mayoría de las especies que ahí habitan. De igual manera, propician la subsistencia de otras oportunistas, como algas que crecen rápidamente por encima de los corales y compiten con ellos por luz y espacio”, ahondó Enríquez Domínguez.

La contaminación causada por los residuos deriva en un cambio de fase en el ecosistema, donde pocas especies que no deberían vivir ahí se vuelven abundantes, mientras las nativas pierden protagonismo.

El sistema pierde su valor en biodiversidad y paisajístico, pues a estas variaciones de la estructura natural se suma el deterioro de la calidad del agua (más turbia) y los sedimentos (dejan de ser blancos y se vuelven oscuros y poco oxigenados, por lo que empiezan a oler mal y a ser tóxicos para muchos organismos que los habitan). Además, se produce una reducción de la calcificación, indispensable para construir arrecifes y mantener las playas.

Enríquez consideró que para conseguir que la sociedad sea consciente de lo que ocurre los científicos deben demostrar, con evidencias rotundas, cómo se produce este deterioro ambiental. “Nuestro trabajo se basa en encontrarlas para presentarlas a los tomadores de decisiones. El problema es que esta labor es compleja y lleva tiempo y ojalá que al llegar a ese punto todavía haya algo que preservar”, destacó.

Conversión de luz solar en energía

En la Unidad Académica de Puerto Morelos, la investigadora profundiza en el estudio de muchos de estos procesos desde el conocimiento de la fotobiología de estos organismos.

“Como biólogos tratamos de ver qué procesos permiten a la vida utilizar esa energía proveniente del Sol y mantener todos los desarrollos biológicos que, en el caso del arrecife y los organismos que contiene, conllevan no sólo el mantenimiento de su tejido vivo, sino también de producir grandes cantidades de carbonato para construir esa enorme estructura geológica que es el arrecife de coral”.

En la construcción de éstos, la energía lumínica proveniente de nuestra estrella es la base que mueve todo el proceso. Estos organismos son fotosintéticos, tienen cloroplastos, membranas fotosintéticas con las que utilizan la luz y la convierten en energía química y biológica, hacen fotosíntesis y producen energía para otros organismos, así como para calcificar.

En Puerto Morelos, donde hay una laguna arrecifal, estas estructuras están en aguas someras ricas en luz. Donde rompe la ola se ve la cresta del arrecife, que prácticamente sale del agua. Ahí crecen corales, algas y pastos marinos.

“Estos sistemas tienen una doble función: colectan suficiente energía para mantener sus procesos y, a la vez, inducen mecanismos que evitan daños causados por el exceso de luz, tanto visible como ultravioleta”, puntualizó.

Procesos fotoquímicos

En el laboratorio, Enríquez Domínguez y sus colaboradores describen la fisiología de diversos organismos arrecifales calcificadores, desde corales, macroalgas y pastos marinos, pero también esponjas simbióticas, y trabajan con métodos que ocurren a una escala de tiempo muy pequeña.

“Utilizamos fluorómetros para medir la señal de fluorescencia y su variabilidad como consecuencia de procesos fotoquímicos que suceden en fracciones de segundo y milisegundo. Algunos fluorómetros tienen resoluciones temporales de milésima de segundo y brindan información sobre los procesos más rápidos, que se registran en las primeras moléculas que colectan energía solar y la transfieren al lugar en el que se produce el primer evento fotoquímico, que es la emisión de un electrón”, detalló.

Al laboratorio los especialistas llevan muestras de tejidos de algas y de pastos marinos, así como trocitos de coral que mantienen vivos. “No podemos trabajar con la colonia entera, entonces los troceamos y mantenemos en condiciones semicontroladas, usamos herramientas no destructivas que nos permiten monitorearlos en condiciones naturales o en los tanques de la unidad académica. También trabajamos en camaritas para ver los flujos de oxígeno y de carbono que mantienen los tejidos de los organismos con el ambiente”.

Algunos, como los pastos marinos, tienen tejidos diversos, por lo que además del fotosintético (las hojas), se analizan sus rizomas, raíces y fisiología respiratoria, pues así se puede entender el balance de carbono de toda la planta.

Otra parte de su labor consiste en hacer modelos de simulación a partir de la descripción de la fisiología. “Colaboro con un científico inglés que hace modelos de distribución de la luz. Le doy datos de fisiología, de reflectancia y de absorción para ver cómo puede modular el cambio lumínico y así hemos simulado el campo lumínico dentro del dosel de una pradera de pastos marinos”.

Esta información es fundamental para hacer modelos de producción y determinar el impacto que se producirá en diferentes escenarios de cambio ambiental. Trabajamos en modelar la variación del campo lumínico en diferentes morfologías de coral y de una esponja emblemática en el Caribe, la de barril, señaló.

También, con un grupo de trabajo de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), Enríquez y su equipo, junto con el de otro investigador de la unidad, Roberto Iglesias, desarrollan modelos bio-ópticos para estimar, a partir de las descripciones fisiológicas y con el uso de datos del monitoreo satelital de la agencia estadounidense, que incluyen cambios de luz y de temperatura del agua, condiciones que propician el blanqueamiento de coral.

“Con esa base fisiológica podemos intentar predecir cuál será una condición concreta que llevará al blanqueamiento, con alta probabilidad y en un lugar específico. Estos modelos fisiológicos también permitirán, a futuro, describir la producción del arrecife de coral a partir del conocimiento de información ambiental clave”, finalizó.

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