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Boletín UNAM-DGCS-749
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 26 de diciembre de 2014


Víctor Manuel Chávez Ávila

El cultivo de tejidos vegetales permite, a partir de un fragmento en ocasiones minúsculo, controlar y dirigir el desarrollo de las células y producir plantas de forma masiva.

EL 46 POR CIENTO DE LAS ESPECIES VEGETALES DE MÉXICO, EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

• La reproducción in vitro de estas variedades representa un seguro contra su desaparición, explicó Víctor Manuel Chávez Ávila, del Laboratorio de Cultivo de Tejidos Vegetales del Jardín Botánico de la UNAM

Las cerca de 30 mil especies de plantas mexicanas hacen que el país ocupe el quinto lugar mundial en megadiversidad; sin embargo, el 46 por ciento de éstas se encuentra —en mayor o menor grado— en peligro de extinción, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

“Esta situación refleja una indolencia generalizada que nos lleva a minimizar la importancia de otros organismos y a explotarlos irreflexivamente —como si estuviéramos ante una veta inagotable—, sin atender las consideraciones de los expertos en la materia ni buscar la armonía con el ambiente, pero sí con el afán de obtener beneficios económicos a toda costa”, advirtió el responsable del Laboratorio de Cultivo de Tejidos Vegetales (LCTV) del Jardín Botánico (JB) de la UNAM, Víctor Manuel Chávez Ávila.

El investigador del Instituto de Biología (IB) fue enfático al señalar que “la situación es alarmante, pero en este escenario de devastación, con cerca de mil especies vegetales extinguidas al año (en promedio tres al día) las técnicas biotecnológicas in vitro han demostrado su utilidad para micropropagar y conservar especies amenazadas”.

El profesor Chávez Ávila se ha dedicado a la investigación de especies mexicanas en peligro de extinción, a partir de la cual ha logrado —junto con Richard E. Litz, de la Universidad de Florida— que el LCTV sea, hasta ahora, el único sitio en el mundo que ha logrado generar embriones somáticos (por proceder de estructuras del cuerpo de las plantas) de cícadas a partir de hojas de individuos adultos.

“Hoy mantenemos in vitro más de 90 distintas especies mexicanas en peligro de extinción, como estrategia para conservarlas. Lo conseguido es producto de una labor ininterrumpida y de cooperación con la bióloga Bárbara Estrada y el esfuerzo de decenas de estudiantes —de licenciatura a doctorado, aunque hemos tenido a niños de primaria— que han pasado por este espacio que, con el tiempo, ha mostrado ser un verdadero semillero de vocaciones”.

La lucha por restituir lo perdido

Una vez superada la fase experimental, el cultivo de tejidos vegetales permite —a partir de un fragmento en ocasiones minúsculo—, controlar y dirigir el desarrollo de las células y producir plantas de forma masiva.

Para explicar en qué consiste la parte tecnológica de esta ciencia, el investigador relató una experiencia reciente, cuando una tarde tocaron a su puerta para informarle del robo de uno de los barbascos (Dioscorea) más antiguos del Jardín Botánico, un ejemplar que había permitido el asentamiento de este reservorio en 1959.

Acompañado de un grupo de sus jóvenes estudiantes y con el instrumental que tenían a mano, llegaron al sitio para evaluar el escenario y constatar que el organismo había sido arrancado de raíz y que el ladrón sólo había dejado tierra removida, algunos vestigios de la planta adheridos en las paredes y otros más dispersos por el suelo.
Con toda celeridad —antes de que el material se marchitara por deshidratación y falta de alimento—, colectaron los restos y regresaron al LCTV. “El objetivo era salvar la vida a esta planta y no perder esta especie. Sobra señalar que la lesión infligida a la UNAM fue enorme, pero nuestra misión era aminorarla”.

Lo primero que hicimos —es lo mismo con ésta que con cualquier otra especie— fue preparar el medio de cultivo, es decir, mezclar las concentraciones exactas de sales minerales, vitaminas, aminoácidos, reguladores de crecimiento y complejos orgánicos para formar una plataforma gelificada donde depositar los tejidos vegetales.

En aquella ocasión preparamos dos centenares de frascos, pero sólo en 20 logramos que esas células (que antes formaban parte de un tallo, una raíz o una hoja) se mantuvieran vivas y comenzaran a desdiferenciarse y rediferenciarse hasta formar una planta autónoma.

La finalidad es que este organismo completo regrese al Jardín Botánico de la UNAM. Afortunadamente, en esta ocasión la intervención inmediata nos permitió propagar in vitro a este barbasco, generar hijuelos y al día de hoy ya tenemos varios individuos en invernaderos, expuso.

“El LCTV ha permitido propagar especies amenazadas con tal éxito que se considera que su labor es un seguro contra la extinción total de algunas de ellas. No obstante, el gran enemigo es el humano, pues es triste admitirlo, pero si algo sabemos de quien robó el barbasco es que sabía bien que ese ejemplar valía mucho en el mercado y se lo llevó con alevosía”.

 

A Chávez Ávila estas actitudes depredadoras siempre le han planteado la misma interrogante: “¿para qué hurtar de esta manera y lacerar si tenemos la capacidad tecnológica de producir estos organismos?”.

Depredación continua

Crónica de una muerte anunciada es el nombre de una novela de Gabriel García Márquez y tal vez la descripción más acertada de la inminente desaparición de una especie vegetal, la Ceratozamia euryphyllidia, de la que queda un puñado de individuos, todos masculinos.

“Hace poco Andrew Vovides, investigador del Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero, de Xalapa, Veracruz, encontró lo improbable: un ejemplar femenino silvestre nacido en la naturaleza. Esto parecía asegurar su preservación, pero justo cuando comenzaba a producir semillas alguien la sustrajo y así, de la forma más absurda, en breve una forma de vida se extinguirá para siempre”, refirió.

Por cada especie vegetal perdida se estima que de 10 a 30 organismos asociados (flora y fauna) desaparecen. El riesgo de seguir con esta inercia es que, inadvertidamente, podríamos eliminar una pieza clave  del andamiaje de la vida en el planeta y provocar que todo aquello de lo que dependemos para subsistir de golpe se venga abajo.

Las especies críticamente amenazadas del país están consignadas en la Norma Oficial Mexicana (NOM) 059 de la Semarnat y las candidatas a sumarse al listado aumentan cada día. “Lo ideal sería dejar de inscribir más nombres en ese inventario no sólo porque ello es testimonio de una biodiversidad cada vez más mermada, sino porque ese listado ha comenzado a convertirse en una guía para los coleccionistas ilegales nacionales y extranjeros”.
Mientras más raro un espécimen, más se paga por él, y detrás de este tráfico ilegal se esconde la necesidad de la gente. Por ello, nos hemos habituado a ver que en mercados de todo país (en el DF tenemos los de Xochimilco o Jamaica) se oferten plantas producto del saqueo como orquídeas en flor, sin tener conciencia de que son organismos que demoraron 10 años en llegar a ese estado.

“La gente suele entusiasmarse al escuchar casos exitosos de custodia y reproducción de animales amenazados, como pandas o lobos mexicanos, pero si logramos algo similar con una planta a pocos les importa. Éste es un doble criterio difícil de entender, en particular porque las especies vegetales son la base de todo ecosistema; estoy convencido de que si logramos que las personas comprendan esto, muchas cosas cambiarían”, aseveró.

Hace un año, en el Jardín Botánico entró en actividad el Centro de Adopción de Plantas Mexicanas en Peligro de Extinción. Las propagamos como producto de las investigaciones de nuestros jóvenes estudiantes y los visitantes pueden adoptarlas con una cuota de recuperación de gastos, bajo el compromiso de cuidarlas y reportar su desarrollo. “Entre muchos podremos evitar su extinción total”.

Semillas de cambio

Ante los escenarios ambientales y socioeconómicos cada vez más adversos, algunos campesinos mexicanos llegan a recolectar cícadas silvestres (con el riesgo de que estas plantas son neurotóxicas y cancerígenas aún al contacto). Ellos saben que recibirán cinco pesos por costal, pero ignoran que quienes pagan por éstos ya tienen un comprador en el extranjero dispuesto a desembolsar más de 300 euros por cada ejemplar de la bolsa.

“Las personas deben alimentar a sus familias —es un hecho irrefutable— y eso explica en parte que se incurra en este tipo de expolios. Pensar en legislaciones más duras es insuficiente, pues reprimir, sobre todo si es de manera desigual, no aporta las soluciones de fondo. Una respuesta sería capacitar a estas comunidades en el cultivo de tejidos vegetales para que ellos reproduzcan estas plantas y sean capaces de crear un mercado legal a su alrededor”, sugirió.

De hecho, dos estudiantes que realizan prácticas en el LCTV —Zaira Yassojara Flores López y Edith Maldonado García, de las universidades Tecnológica de Xicotepec de Juárez (Puebla) y de La Sierra Juárez (Oaxaca)— desarrollan proyectos en esta línea. Ambas han detectado en sus respectivas comunidades un problema similar: individuos que escalan montes para cortar orquídeas —Brassia verrucosa y Cuitlauzina pendula— que luego venden a los turistas.

“La idea es perfeccionar los procedimientos, obtener hijuelos de estas especies, salvaguardar estas poblaciones en declive y hacer que la gente entienda la diferencia entre lucrar con organismos silvestres y hacerlo con cultivados, así como los efectos de cada opción. Lograrlo equivaldría a sembrar una semilla de cambio”, expuso Zaira Flores.

Explotación sin planeación

Un ejemplo de cómo una industria entera se puede ir a pique por la explotación sin límite es el que se vive en Tlaxcala, donde la industria pulquera se encuentra amenazada por la merma cada vez más evidente de los agaves de donde se obtiene el aguamiel.

Lo anterior es porque, para satisfacer las demandas del mercado, los productores de esta bebida hacen uso de estas plantas sin darles los tiempos biológicos para florecer y llegar a su madurez (usualmente toma de 10 a 15 años) ni permitir que al menos un 10 por ciento de las poblaciones puedan reproducirse de forma sexual.

“Para los productores de la zona se complica cada vez más encontrar ejemplares adecuados, así como obtener los apoyos técnicos o financieros suficientes y con la frecuencia requerida para desarrollar su labor. Ligado a esta situación, los colectores no dan tiempo a que las poblaciones y plantaciones del agave pulquero se recuperen, al punto de que éstas se encuentran al borde del colapso. Parte de la solución es una propagación de sus variedades, de manera más informada, programada y con posibilidades de conservación y aprovechamiento sostenible”, explicó.

Con miras a atender esta situación, el académico y tres de sus estudiantes aceptaron la invitación institucional para elaborar un proyecto promovido directamente por la UNAM-gobierno de Tlaxcala, al que dedicaron los últimos tres años, en los que además se generaron, conceptualizaron y diseñaron una estrategia, y también desarrollaron los planos y supervisaron la construcción de un nuevo complejo de investigación en esa entidad, donde iniciaron los cultivos in vitro.

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Víctor Manuel Chávez Ávila, responsable del Laboratorio de Cultivo de Tejidos Vegetales del Jardín Botánico de la UNAM.