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Boletín UNAM-DGCS-748
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 26 de diciembre de 2014


Xavier Chiappa Carrara

   

 

CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD EN EL HUMEDAL COSTERO DE YUCATÁN

• A diferencia de otras regiones del país, en las costas de ese estado existen manglares que gozan de buena salud
• En la Unidad Académica de la UNAM en Sisal tienen un pequeño manglar que ha permitido seguir el proceso de sucesión ecológica

“Desde nuestra llegada a Yucatán hemos trabajado en el humedal costero, sistema fundamental para los demás hábitats de las costas, como los manglares. Laboro especialmente en un área que, en términos generales, denominamos conservación de la biodiversidad”, dijo Xavier Chiappa Carrara, coordinador General de la Unidad Académica Sisal (UAS) de la UNAM.

Hoy son frecuentes las discusiones sobre la importancia de los manglares y los servicios ecosistémicos que nos brindan, pero hasta hace relativamente poco se les consideraba sin utilidad. Aún hoy, estas formaciones vegetales compuestas por varias especies de mangle que forman bosques en los que está presente una o varias especies, son valorados como hervideros de mosquitos y “otros bichos”, resaltó.

Con su equipo de colaboradores, el investigador se ha dedicado a estudiar la biodiversidad de los humedales costeros y a entender cómo la energía del Sol se transfiere por los diversos niveles o eslabones de la cadena alimentaria para permitir que numerosas especies, vegetales y animales, se desarrollen en una zona que demanda lidiar con las condiciones marinas, salobres y dulceacuícolas.

“Son importantes para el desarrollo de larvas y juveniles de peces, crustáceos y moluscos, de tal suerte que algunos investigadores los consideran como guarderías en las que se crían organismos que serán aprovechados en otros sitios”, apuntó el académico.

Se han realizado investigaciones para estudiar la salud del manglar dentro del área de una reserva, al comparar sus coberturas con las que tienen los aledaños a las poblaciones. Utilizaron tecnología satelital, que permite observar grandes franjas de territorio.

“La hipótesis era que el manglar en las zonas de reserva estaría mejor conservado que otros, pero no se encontraron diferencias importantes que nos permitieran confirmarlo. En general, la salud de este ecosistema en la costa norte de Yucatán es bastante buena”, aseguró Chiappa Carrara.

Reforestación de manglares

Los investigadores pumas tienen un convenio de colaboración con colegas de la Universidad Autónoma del Carmen, UNACAR, en Ciudad del Carmen, Campeche.

“En el jardín botánico de esa institución hay uno de los viveros de mangle, quizá el más importante de los que conozco. Ahí se dedican a reproducir algunas especies, con las cuales las comunidades locales reforestan sitios que por razones naturales o antropogénicas han sufrido algún daño”.

Su trabajo consiste en dar seguimiento a las especies de peces asociadas a las raicitas de los mangles con pocos años de haber sido plantados, y comparan éstos con otros que están en un estado casi prístino de conservación.

“Observamos cómo se recuperan esas comunidades de peces como indicador de que la arquitectura del paisaje que generan las raíces sirve no sólo para reforestar la cobertura vegetal, sino para que se restablezca el equilibrio natural con otros organismos”, explicó el académico.

El mangle es una especie protegida, cuyo comercio está prohibido; por ello, en la UNACAR, con los permisos correspondientes de todas las autoridades, siguen dos rutas.

Por una parte, entregan plantas de mangle a cooperativas de la sociedad civil que se dedican a la restauración a través de programas que impulsa la Comisión Nacional Forestal. Por la otra, hacen donaciones a los gobiernos de Campeche y Yucatán, con lo cual las propias autoridades participan en los programas de restauración.

Aunque los investigadores no participan en la reforestación ni han recibido plantas, cuentan con algunos ejemplares. “Nuestros estudiantes de la licenciatura en Manejo Sustentable de Zonas Costeras, que han participado en esos programas, lograron la reproducción del mangle y obtuvieron algunas plántulas que sembramos en los terrenos de la UAS hace algunos años”, recordó el académico.

Ahora ya cuentan con su propio manglar, “no muy extenso, pero nos sirve para seguir a pequeña escala todo el proceso de sucesión ecológica, desde el establecimiento del ejemplar hasta la colonización de nuevas especies. Ya tenemos una comunidad importante de peces nativos y de aves que lo visitan para alimentarse”.

“En los hábitats restaurados, si son suficientemente extensos y las relaciones entre éstos y los organismos también se restablecen, se regeneran ecosistemas en los cuales se asentarán otras especies vegetales y animales, algunas de las cuales son biológicamente importantes en esa región de Yucatán”, abundó.

“Hay peces con ámbitos de distribución tan restringidos que sólo ocupan una franja del humedal. Son especies microendémicas y, al mismo tiempo, el alimento principal del grupo de aves piscívoras que anidan en estas costas”.

La energía del Sol y las cadenas alimentarias

Dentro de la conservación de la biodiversidad, una parte importante de su trabajo son los peces del humedal costero, que conducen la energía producida por plantas, como los mangles, a niveles tróficos superiores, como el de las aves. “Hemos tratado de reconstruir la cadena alimentaria a través de todas las transformaciones de la energía, desde el fitoplancton, hasta los grandes consumidores, como peces de mayor tamaño o aves”, señaló Chiappa Carrara.

En el sistema que conocemos como la Tierra dependemos del trabajo de las plantas para crear moléculas orgánicas, en especial glucosa, a partir de otras inorgánicas, como el bióxido de carbono, el agua y demás nutrientes, con la participación de la luz.

Esta última es fundamental para que se lleve a cabo la fotosíntesis que, en las zonas costeras, ocurre en diversos grupos vegetales. Uno es el de las plantas vasculares, como los mangles. Otro, los pastos sumergidos. El tercer grupo, quizá el más importante, es el fitoplancton, microalgas que producen sus propios alimentos y son la base de muchas cadenas alimentarias acuáticas.

La producción de materia es un proceso intenso en las zonas costeras, sobre todo en los trópicos, gracias a que las condiciones son óptimas buena parte del año: calor y luz, por lo tanto, la temperatura es adecuada y hay buena iluminación la mayoría de los meses. No faltan los nutrientes, que llegan de forma natural –antes de que apareciera la participación humana– con la escorrentía de terrenos aledaños, o bien, algunos más “importados” del mar.

En la naturaleza hay muchos organismos –como pequeños crustáceos, moluscos y protozoarios– que para crecer y desarrollarse se benefician de la riqueza biológica que generan las algas. De esta manera llega a los peces, especies importantes por su capacidad de transportar esta riqueza biológica de un sitio a otro.

Al alimentarse y engordar, trasladan la energía en sí mismos a otros sitios, donde son alimento de otros organismos. En el humedal costero, uno de los grupos que se benefician de esta riqueza energética es el de las aves. En la Reserva Estatal El Palmar, nuestra vecina, se han descrito 19 especies de aves piscívoras, que hacen ese proceso a distancias de cientos de kilómetros, refirió.

En los humedales costeros el ciclo de energía es muy dinámico, por lo que para mantener los enormes niveles de biodiversidad de especies e individuos se necesitan estos insumos naturales, que contribuyen a mantener la producción de materia orgánica. “Estudiar este proceso y cómo se transporta esta última es el centro de lo que hacemos en nuestro laboratorio”, finalizó el investigador.  

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Los manglares son importantes para el desarrollo de larvas y juveniles de peces, crustáceos y moluscos, de tal suerte que algunos investigadores los consideran como guarderías en las que se crían organismos que serán aprovechados en otros sitios. (En la imagen, cenote La bocana). Fotos cortesía Xavier Chiappa Carrara