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Boletín UNAM-DGCS-733
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 18 de diciembre de 2014


Fructuoso Ayala Guerrero

   

 

ESTUDIAN EL SUEÑO EN PACIENTES DEL ESPECTRO AUTISTA

• Mientras los sujetos sanos tardan, en promedio, 20 minutos en dormirse a partir de que se acuestan, aquéllos tienen una latencia que se puede prolongar una hora o más

Etimológicamente, la palabra autismo significa “encerrarse en uno mismo”. Y en efecto, los pacientes que sufren este trastorno neurológico, clasificado por Leo Kanner y Hans Asperger hacia 1943, adoptan una conducta de aislamiento absoluto, con la que demuestran que para ellos no existe nada más que su propio mundo, del cual es muy difícil sacarlos.

Tiene diferentes niveles de gravedad, por eso ahora ya no se habla de autismo como tal, sino del espectro autista. Los problemas de éste se originan durante la gestación, cuando el desarrollo cerebral puede ser alterado por distintos factores, como la edad muy temprana o avanzada de la futura madre, así como el consumo de drogas ilegales o legales (tabaco y alcohol) y de algunos antiepilépticos (incluso, ya se han detectado determinados genes que influyen en su aparición).

De acuerdo con la literatura médica, el ácido valproico, un antiepiléptico clásico de segunda generación, puede producir problemas del espectro autista.

Fructuoso Ayala Guerrero, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, junto con sus colaboradores, ha implementado un modelo animal de este tipo de trastornos, al inyectar el antiepiléptico mencionado a ratas de laboratorio durante la gestación. “Hemos detectado que presentan alteraciones en la conducta, la memoria y el aprendizaje, y también que su sueño se fracciona. Es un proyecto que aún está en desarrollo, pero los datos preliminares nos indican esto”.

Es importante que si una madre gestante padece epilepsia, su neurólogo escoja el fármaco más adecuado.

En los pacientes con problemas del espectro autista se alteran varios parámetros del sueño; el primero es la latencia a éste, es decir, el tiempo que tarda una persona en dormirse a partir de que se acuesta: 20 minutos, en promedio. En ellos se puede prolongar una hora o más.

Por lo general, en sujetos sanos el sueño es un fenómeno continuo: de vez en cuando se interrumpe, pero sigue; en cambio, en esos pacientes se fragmenta constantemente, duermen, despiertan, duermen, despiertan…, lo que da como resultado que se altere la calidad del mismo y se reduzca lo que se conoce como eficiencia al sueño.

Esta última resulta de dividir el tiempo total que pasa una persona durmiendo entre el tiempo total que pasa acostada. Si se acuesta ocho horas pero sólo duerme cuatro, su eficiencia es de 50 por ciento. Para considerar que un sueño es reparador, este parámetro tiene que estar arriba de 90 por ciento. Los pacientes con problemas del espectro autista se alejan mucho de esa cifra: su eficiencia al sueño es de 70 por ciento o incluso menos, dijo Ayala Guerrero.

¿Esto qué trae como consecuencia? “Todos sabemos, sujetos sanos, que si por una circunstancia no podemos dormir una noche, al otro día nos sentimos física y mentalmente cansados. Nuestro cerebro no funciona como debería, tenemos problemas de memoria, aprendizaje, conducta, estamos irritables... Pues bien, estos síntomas son característicos de los pacientes con problemas del espectro autista, porque no logran descansar en las noches.

“Si basados en nuestros estudios mis colaboradores y yo lográramos que la cantidad y calidad se optimizaran en esos pacientes, ¿sus síntomas mejorarían también al otro día? Consideramos que sí, pero esperamos tener resultados sólidos para que nuestra respuesta sea contundente”, comentó el académico.

La literatura médica indica que, en promedio, un tercio de los pacientes con problemas de ese espectro padece epilepsia.

“En nuestros estudios hemos detectado que muchos niños con esos problemas presentan actividad epileptiforme mientras duermen, es decir, ondas lentas, de gran amplitud, características del estado epiléptico. ¿Es conveniente darles fármacos para que no desarrollen la enfermedad?, nuestra opinión es que no, pero sí hay que observarlos constantemente”, recomendó.

Los pacientes con problemas del espectro autista tienen alteraciones de lenguaje, que van desde aquellos que no hablan nada, hasta los que lo hacen correctamente, aunque sólo utilizan el lenguaje pragmático para comunicarse, porque carecen de la capacidad de pensamiento abstracto que da libertad a la imaginación.

En cuanto a la interacción de tipo social, en un extremo están los que se aíslan por completo, y en el otro, los que pueden interactuar más o menos bien. Por lo que se refiere a su coeficiente intelectual, en un extremo están los que lo tienen muy bajo, y en el otro, los que tienen uno promedio o arriba de éste.

“Es más, puede haber algunos que poseen una habilidad sorprendente en ciertas áreas, como una supermemoria; claro, en compensación fallan en otras actividades mentales”, explicó el académico.

Una vez que Ayala Guerrero y sus colaboradores terminen sus estudios con modelos animales, recuperarán el cerebro de algunos de ellos y lo seccionarán con un grosor de micras para estudiar en el microscopio dónde se encuentra y qué características tiene el daño cerebral que origina los problemas de dicho espectro.

En relación con estos problemas se han descrito alteraciones anatómicas en ciertas regiones del cerebro, pero es probable que también se presenten afectaciones finas que no se han podido detectar con precisión con el uso de la tecnología actual, como las neuroquímicas.
“Como se sabe, el cerebro se comunica por medio de la liberación de neurotransmisores y, en el caso de los problemas del espectro autista, podría haber algún daño a nivel neuroquímico. Podríamos ver uno íntegro y no encontrar explicación para esas alteraciones, pero éstas quizá estarían asociadas al hecho de que las moléculas de los neurotransmisores no se liberan en la cantidad necesaria. Debemos esperar a que la tecnología avance para analizar esta posibilidad a nivel neuroquímico”.

Se asegura que las dificultades de ese espectro pueden ser diagnosticadas al cumplir el individuo un año y medio de vida, una vez que se puede comprobar si su lenguaje y su actividad motora se desarrollan adecuadamente.

Sin embargo, según el académico, hay signos susceptibles de ser detectados pocas semanas después del nacimiento, porque la comunicación no se lleva a cabo sólo mediante el lenguaje: el recién nacido también se comunica con los que están cerca, generalmente su mamá, mediante la vista y los gestos.

Si hay comunicación visual y gestual entre ambos todo va bien. Si no se presenta, es importante poner atención porque puede ser el inicio de un problema del espectro autista, advirtió.

Hasta ahora, el tratamiento de los problemas vinculados consiste en modificar las conductas del paciente, es decir, eliminar aquellas que no le son útiles y enseñarle las que le permitan ser autosuficiente, como agarrar y manipular los cubiertos para llevarse la comida a la boca.

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Fructuoso Ayala Guerrero, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.