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Boletín UNAM-DGCS-732
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 18 de diciembre de 2014


Marta Menjívar Iraheta

   

 

PROPONEN ESTRATEGIA PARA ELIMINAR GRASA Y PESO, PERO SIN PERDER MÚSCULO

• Alumnos de la Facultad de Química de la UNAM participan en un grupo piloto que, al someterse a una alimentación equilibrada y rutinas de ejercicio acordes a su edad y estilo de vida, busca evitar la obesidad sin recurrir al ejercicio intenso o limitar la comida

En el momento que las personas con obesidad buscan bajar de peso, si no siguen una dieta adecuada pierden masa muscular en lugar de grasa. “Estas formaciones, constituidas por fibras de proteína, son importantes para mantener las funciones de sostén, movimiento y postura, por estar adosadas al esqueleto y los tendones. Por ejemplo, los movimientos musculares de la cara determinan la expresión facial”, explicó Marta Menjívar Iraheta, de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM.

La académica expuso que este tejido utiliza 80 por ciento de la energía consumida en los alimentos, principalmente grasas y azúcares. “Al hacer una dieta valoramos mal nuestro metabolismo, porque si para bajar de peso nos limitamos a ensaladas, entonces no sólo habrá disminución de grasa, sino también pérdida de masa muscular. Por lo tanto, se debe recurrir a un nutriólogo para hacer un balance adecuado de acuerdo con las necesidades de cada persona”.

La proteína de los alimentos contiene aminoácidos que necesitamos, pero el organismo no produce (como el triptófano y la tirosina), útiles en la formación de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina.

La comida tradicional mexicana, que era de buena calidad, incluía maíz, frijol, chile, calabaza y verduras, una mezcla adecuada de proteínas, carbohidratos y lípidos, así como los nutrientes necesarios para una vida saludable.

Al dejar de lado esa dieta, se ha hecho indispensable la ingesta de suplementos. “Algunos alimentos como los frijoles, que nos aportan proteínas, ya no son consumidos diariamente y con frecuencia pareciera que sólo están de adorno”, indicó la académica.

Patricia Joseph, investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM, encontró que al dejar de comer 100 gramos de carne —la mayoría de las veces por su precio elevado— la gente sustituye esa ración por 300 gramos de tortilla.

Hay alimentos carentes de nutrientes adecuados o de proteína de buena calidad, como el maíz, deficiente en triptófano, precursor de la serotonina, monoamina neurotransmisora con efectos antidepresivos y moduladora del apetito.

Pero no es necesario ingerir carne para estar bien alimentados, para ello basta hacer combinaciones apropiadas. Hay pueblos en los que aún se consumen hierbas, como quintoniles y quelites, además de acociles, gusanos de maguey, entre otros insectos, que contienen vitaminas, minerales y antioxidantes en proporciones óptimas.

“En la facultad diseñamos un programa para planear dietas con base en colores: verde, rojo, blanco y café; en esta mezcla están incluidas frutas, verduras, leche, huevo y carne. Esta opción cromática permite equilibrar comestibles, como hacían nuestros antepasados”.

Una persona debe incluir una mezcla de productos verdes, rojos, amarillos, blancos y cafés para hacerse de vitaminas, minerales, antioxidantes, fitoestrógenos y aminoácidos, remarcó.

Asimismo, refirió que “en un estudio piloto, formado por 40 alumnos de entre 18 y 23 años de la FQ, detectamos que llegan a la Universidad con un índice de masa corporal (IMC) de 18”.

El IMC es la medida o cociente que resulta de dividir el peso de un individuo entre su estatura al cuadrado. Un IMC entre 18 y 25 indica que la persona tiene peso adecuado; entre 25 y 30 que tiene sobrepeso, y arriba de 30 es obesa.

En licenciaturas como Química, que es de tiempo completo, los muchachos llegan a clases a las siete de la mañana y se van a las nueve de la noche, por lo que comen lo que pueden.

Al terminar la carrera, de 10 semestres, a los 22 o 23 años, los alumnos ya tienen 26 de IMC. “Este sobrepeso se acentuará al entrar a laborar, pues esa dinámica permite menos actividad física”.

UNAM Camina

Como respuesta a este problema, los investigadores pensaron en cómo ayudarlos y consideraron la iniciativa Exercise is Medicine, surgida en Estados Unidos y retomada en América Latina. Hay un programa en cada país: en Brasil se llama Agita y en la Unión Americana Let’s Move! Nosotros le pusimos UNAM Camina.

Se hizo una evaluación completa de los jóvenes: se midieron sus parámetros bioquímicos, su gasto calórico y la frecuencia cardiaca. “Escaneamos sus cuerpos con un densitómetro (iDXA), aparato que emite rayos X de baja intensidad. En las imágenes observamos cómo se distribuye la grasa en su cuerpo”, relató.

De igual manera, midieron el circuito de la FQ y el de Las Islas para calcular cuántas vueltas son necesarias para que, en 20 minutos, realicen un ejercicio moderado y mantengan una frecuencia cardiaca estable. “En el circuito de la facultad dan 10 vueltas en grupo a una velocidad establecida por el ritmo del corazón. Al llegar a su umbral deben mantenerlo 20 minutos para quemar calorías”.

La duración e intensidad de la caminata dependen del objetivo, edad y grasa. “No buscamos que bajen de peso, sino que mantengan su músculo. Como son jóvenes, en algunos veremos cambios pronto”, agregó.

El ejercicio es moderado porque el esfuerzo intenso rompe el músculo y aumenta el volumen de masa muscular, “pero nosotros no queremos eso, sino conservarlo; además del ejercicio moderado, el aumento de ese tejido se dará con una alimentación adecuada”, aseveró.

“Aunque todavía hay datos por interpretar, hemos observado que en algunos la grasa de los costados se concentró en el abdomen, algo que podría estar relacionado con la genética del mexicano”, indicó.

“La tarea fundamental de la UNAM es formar recursos humanos para este país. Queremos que para su aprendizaje estén bien alimentados, con buena salud, y éste es el objetivo de nuestro proyecto”, finalizó la investigadora.

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Marta Menjívar Iraheta, de la Facultad de Química de la UNAM.