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Boletín UNAM-DGCS-555
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 24 de septiembre de 2014.


Gerardo Cifuentes


René Chávez





Con la nueva metodología de los universitarios ha sido posible caracterizar el subsuelo y detectar la posible existencia de cavidades, túneles, y problemas de subsidencia. Fotos cortesía René Chávez

CON TECNOLOGÍA PUMA, INVESTIGADORES ANALIZARÁN EL SUBSUELO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULKÁN

• Integrantes del IGf y de la FI buscarán cavidades o túneles en esa construcción de Chichén Itzá, mediante una tomografía eléctrica tridimensional, con el uso de una modalidad distinta a la convencional, desarrollada en la UNAM y en proceso de patente
• En octubre una decena de académicos y alumnos universitarios movilizarán 250 kilogramos de equipo y realizarán 20 horas de medición en cinco días de trabajo; esperan tener resultados preliminares en febrero o marzo

En la época mesoamericana era común que para inaugurar un edificio se colocara por debajo una ofrenda que contuviera elementos simbólicos importantes. Ése podría ser el caso de la pirámide de Kukulkán, en Chichén Itzá, donde científicos universitarios realizarán una tomografía eléctrica tridimensional, en la búsqueda de cavidades o túneles en el subsuelo.

Será posible gracias a una tecnología no convencional desarrollada por ellos y en proceso de patente. Se trata de una metodología que permite dar un nuevo uso a una herramienta comercial de exploración somera.

Esta nueva modalidad se efectuó por la imposibilidad de desplegar perfiles paralelos en forma de rejilla debido a las características del área bajo estudio (las edificaciones a investigar son el obstáculo para un arreglo tradicional) y la necesidad de conocer las condiciones del subsuelo.

Con esta metodología ha sido posible caracterizar el subsuelo debajo de ellas y detectar la posible existencia de cavidades, túneles, y problemas de subsidencia.

En la segunda y tercera semanas de octubre, 96 electrodos y casi un kilómetro de cables que llevarán una corriente de dos amperes como máximo, rodearán el monumento histórico de la Pirámide del Castillo y arrojarán aproximadamente cinco mil puntos de observación, que permitirán “ver” por debajo de ella, hasta 20 metros de profundidad. Nuevas historias mayas están por contarse.

Maravilla del mundo

La incursión universitaria en una de las maravillas modernas del mundo construidas por el hombre no surge de la nada. El equipo conformado por integrantes del Instituto de Geofísica (IGf): René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, así como por Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería (FI), y Denisse Argote Espino, subdirectora de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), trabaja en el estudio del patrimonio cultural desde hace lustros, tiempo que califican como una aventura espectacular.

Desde 1990 han estado presentes con sus investigaciones en Teotihuacan, los Teteles de Ocotitla o la catedral de Nuestra Señora de la Salud, en Pátzcuaro. Así también fue que se constató la presencia de túneles por debajo de la Catedral de Morelia y la condición de la pirámide principal de la zona arqueológica de Pañhú, Hidalgo, que sufre de deslizamientos del terreno.

La colaboración institucional ha cambiado, de acercamientos con arqueólogos, a una relación institucional formal, de tal manera que para los trabajos en Chichén Itzá se cuenta con la aprobación del Consejo de Arqueología del INAH, así como con el apoyo de la delegación Yucatán del propio instituto y del arqueólogo encargado del sitio.

Con la tomografía eléctrica tridimensional, que es una técnica no invasiva porque de otro modo se dañaría el patrimonio nacional, los científicos “iluminarán” lo que existe por debajo de la gran pirámide.

Gerardo Cifuentes explicó que cuentan con un instrumento de última generación, denominado SySCAL-Pro, manufacturado por Iris Instruments (Francia) y “del que hemos obtenido el máximo jugo, porque por sí mismo no realiza ese tipo de estudios; se requiere programarlo y nosotros lo hemos hecho en forma no convencional. Es ahí donde viene nuestra gran contribución al campo de la exploración geofísica”.

La parte novedosa, precisó Esteban Hernández, no es el aparato, sino la forma de utilizarlo, que no había sido reportada en la literatura; además “en la pirámide se tienen planeadas algunas combinaciones de lecturas, que serán los primeros experimentos que se van a realizar al menos en América; ésa es la aportación del método”.

En tanto, René Chávez refirió que se coloca una serie de varillas en el suelo, llamadas electrodos, interconectadas con un cable. El instrumento “funciona de manera simple: se envía corriente al subsuelo con un electrodo y otro la recibe, como si se tratara de un circuito eléctrico; dos más, en cualquier punto, miden la diferencia de potencial”.

La relación entre la diferencia de potencial y la corriente proporciona la resistencia. “Como tenemos un arreglo particular en la manera de medir la resistencia, la llamamos resistividad, y eso es lo que determinamos”. En los mapas que se obtienen así, una escala a colores indica las características del subsuelo.

La imagen es un reflejo de la geología, que se encuentra por debajo de la superficie del terreno. Diferentes materiales tienen distintas propiedades eléctricas y, por lo tanto, diferentes resistividades. Una cavidad o hueco en la tierra tiene una muy alta, porque la corriente eléctrica no se transmite en el aire, mientras que, en el otro extremo, un sitio saturado con agua transfiere fácilmente la corriente y su resistividad es muy baja.

Hasta antes de la pirámide de Kukulkán, añadió el geofísico, se habían utilizado varillas enterradas en el suelo como electrodos. Sin embargo, en El Castillo hay evidencia de la presencia de varios pisos estucados de la época maya, a 30 o 50 centímetros de profundidad, que impiden que se utilicen electrodos convencionales.

Hace poco más de un lustro, en Europa se comenzaron a emplear los electrodos planos para estudiar el subsuelo de iglesias de la época medieval; éstos no se entierran, sino que tienen una superficie plana cuadrada que se pone en contacto con el suelo y que cuentan con una pestaña que se conecta a los equipos de medición.

Este tipo de electrodos serán los que se utilizarán en el estudio de la Pirámide del Castillo, de manera que ni la estructura ni sus alrededores sufrirán  daño.

Chávez recordó que en 1997, con ayuda de arqueólogos y geofísicos estadounidenses, se realizó un análisis de radar de penetración terrestre “en el cual tuve la fortuna de participar. Ellos tenían la misma idea de que podía existir algo debajo de la pirámide”. Se hicieron estudios a lo largo y ancho de la plaza principal, hacia el noreste y sureste de la pirámide.

Linda Manzanilla y René Chávez de la UNAM, junto con William Sauck y Larry Desmond, de las universidades de Michigan y San Francisco, encontraron una discontinuidad o ruptura en la roca caliza que, en apariencia, “entra” a El Castillo. Parecería que existe un sacbé o camino enterrado hacia el interior de la pirámide.

“No estamos seguros de que sea un túnel, puede ser una subestructura, pero este método nos lo dirá”, consideró el universitario. Incluso, en caso de existir, se podrá detectar una inestabilidad geológica.

Al respecto, Denisse Argote dijo que, como parte de la arquitectura de esa construcción, por dentro hay un túnel con un jaguar y un chac mool. “Cuando los itzaes hicieron la segunda inauguración de la ciudad, no destruyeron la primer pirámide, dejaron la cavidad y esas ofrendas, y sobre eso construyeron el nuevo edificio”.

Chichén Itzá tiene dos etapas constructivas importantes, una en el periodo Clásico y otra en el Posclásico, que es la que se conoce más y que podemos observar en la actualidad. La posibilidad de encontrar nuevos elementos con la tomografía es muy grande.

Aunque, aclaró, la realización de excavaciones dependerá de las autoridades del INAH en Yucatán, “pero esta información les dará una pauta para tomar una decisión”.

Luego de movilizar 250 kilogramos de equipo, 20 horas de medición, cinco días de trabajo de una decena de académicos y alumnos universitarios –quienes realizan tesis de licenciatura y posgrado- y mediciones por etapas para verificar que son de calidad óptima, se espera tener los resultados preliminares en febrero o marzo próximos.

Las mediciones se someten a una serie de procesos matemáticos; debe existir una congruencia física de los parámetros y “eso tarda bastante. Las etapas matemáticas llevan dos o tres semanas y luego viene la interpretación de los datos”, precisó Cifuentes.

Con trabajos previos publicados en revistas científicas relevantes como Journal of Environmental & Engineering Geophysics y Near Surface Geophysics, el equipo anunció que para mayo se planea colocar los electrodos sobre la pirámide y, de esta forma, “iluminar” el volumen propio de la edificación y “ver” las etapas constructivas.

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Fotos

Esteban Hernández, Denisse Argote, Gerardo Cifuentes y René Chávez.