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Boletín UNAM-DGCS-193
Ciudad Universitaria.
06:00 hs. 01 de abril de 2014

 

   

 

CONOCER LA BIOMECÁNICA DEL CUERPO PERMITE MEJORAR EL DESEMPEÑO DEPORTIVO

  • Adrián Elías, estudiante de posgrado en Ingeniería Mecánica de la UNAM, analiza los principios generales para optimizar el desempeño físico en la práctica del bádminton

 

 

 

La combinación de un buen cuerpo y una mente capaz de moverlo es lo que produce genios del deporte como Michael Jordan, aseguró Adrián Elías, estudiante del posgrado en Ingeniería Mecánica de la UNAM, quien realiza su tesis sobre biomecánica del bádminton para entender cómo pueden mejorar sus resultados los atletas.

Estudios preliminares que se realizan a siete atletas del Distrito Federal indican que para que un jugador logre los 300 kilómetros por hora en la velocidad del gallito (récord internacional), además de fuerza necesita precisión.

Requiere generar en un remate una velocidad alta y un freno en el sentido contrario para transmitirla, además, precisa una reacción en un cincuenteavo de segundo.

¿Cómo un cuerpo humano logra esa maestría y es capaz de moverse a velocidades inimaginables? A partir de información adquirida por acelerómetros (sensor capaz de detectar cómo se mueve y gira un atleta) y graficada en computadora mediante un software llamado Matlab y Mathemática, así como con ayuda de video, se puede reconstruir  lo que hizo el atleta y detectar lo que el ojo no puede.

 

Al observar las gráficas y los videos tomados con una cámara Phantom, Elías supo que esa maestría la tiene un deportista de 60 años, categoría máster, sin entrenar, pero con años de dedicación al bádminton.

“El jugador puede mover el brazo a menor velocidad y transmitir mayor velocidad al gallito debido a que tiene ese toque, esa sensibilidad en la mano para que el momento de aceleración máxima (transmisión de la fuerza) sea cuando la raqueta toca al gallito; eso se genera en un cincuenteavo de segundo”.

En cambio, un joven de 1.90 metros, aunque movía el brazo más rápido que los demás, al golpear el gallito su efecto no era el mejor. No lograba transmitir toda su energía (como el hombre mayor) porque movía su extremidad con demasiada celeridad.

De ahí que para forjar individuos competitivos, “la combinación perfecta es la fuerza y velocidad del atleta más joven y más alto, con la práctica que tiene el entrenador”, resumió.

Tres de sus resultados preliminares son: primero, el brazo puede mover la mano desde 80 a 100 kilómetros por hora. Segundo, el factor para que un atleta transmita la velocidad es la afinidad o capacidad para generar un impulso o mucha energía en poco tiempo (se ve como un choque en la ilustración). Tercero, los jóvenes se mueven a mayores velocidades, pero a veces alguien que tiene mayor capacidad puede tener el mismo resultado con menos esfuerzo.

En las pocas pruebas que ha hecho, Elías ha encontrado principios generales que ayudan a que un deportista tenga mejor desempeño. Uno de ellos, reiteró, es la capacidad de generar un impulso.

 

Otro principio es que a mayor rango de movimiento es más fácil lograr velocidades altas. Como en el béisbol, los mejores no son los más fuertes, sino los que logran que su brazo tenga un rango de movimiento mayor (parece girado totalmente del lado contrario).

Además, las palancas o segmentos largos también transmiten más energía. Un joven de 15 años, por ser alto, se mueve a velocidades mayores. Atletas como Usain Bolt, campeón olímpico de atletismo, lo que “almacena de energía antes de generar la pisada, es mucho mayor que la de alguien pequeño”.

Un hallazgo adicional, que no tiene que ver con el cuerpo y se encontró en el atleta mayor, es que ayuda mucho más tener coordinación y saber cómo usar el cuerpo (mejor técnica), que ser el más fuerte y alto.

“Eso es lo que queremos generar: la combinación entre un buen cuerpo y una mente capaz de moverlo”. Con su investigación, Elías quiere ayudar a que los deportistas jóvenes adquieran las capacidades que ya tienen los más grandes, porque con la combinación de habilidad, fuerza y capacidad, viene el resultado deportivo.

La meta es formar un triángulo. “Entendemos qué se necesita, el entrenador lo enseña y el atleta lo aplica y perfecciona su técnica.  Ya no hace las cosas por intuición o porque cree que así son, tiene la seguridad de que cierta habilidad mejorará sus resultados”.

Tratamos con máquinas especializadas si vemos las cosas a nivel de ingeniería. Buscamos que los atletas desarrollen una habilidad muy fina y potente al mismo tiempo. Sin embargo, necesitamos más pruebas para tener información exacta, de modo que en vez de usar un rifle para matar patos, disparemos con uno de francotirador, concluyó.

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