Boletín UNAM-DGCS-022
Reclusorio Preventivo Varonil Norte
13:00 hs. 11 de enero de 2014.


JESÚS CONTRERAS, UN UNIVERSITARIO QUE REFLEXIONA SOBRE LA EXPERIENCIA CARCELARIA DESDE UNA CELDA

• El egresado de la FES Iztacala obtuvo el título de licenciado en Psicología con una tesina sobre los efectos de la prisión, escrita en el interior del Reclusorio Preventivo Varonil Norte • El joven asegura que la privación de la libertad poco hace por lograr la readaptación social del individuo y propone evaluar opciones más eficaces para este fin, como la retribución del daño e intervenciones psicológicas

Tras un prolongado periodo de reclusión y una larga espera de la ejecución de su sentencia, Sócrates concluyó: “Una vida sin examinarse a sí mismo no vale la pena”; a dos mil 400 años de distancia, Jesús Martín Contreras llegó a la misma premisa y decidió tomar su experiencia carcelaria, desglosarla y escribir un texto, Efectos psicológicos y simbólicos de la pena en prisión, que le sirvió para obtener el grado de licenciado en Psicología por la UNAM, “aunque ante todo es una reflexión sobre mí mismo y mi circunstancia”.

Durante 12 meses, desde su celda en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte de la Ciudad de México, Jesús redactó a mano lo que sería su tesina bajo una noción que ya intuía, pero aún no sustentaba teóricamente: “los objetivos de la pena carcelaria no se cumplen y sería deseable pensar en otras opciones”. Con apoyo de familiares y profesores reunió material para argumentar en favor de su conclusión.

“Se dice que el objetivo del confinamiento forzado es que a su término el recluso se reintegre a la comunidad, pero hay una tendencia al recrudecimiento de las sanciones y ya se mencionan penas de hasta 60 años, lo que nos lleva a una contradicción ideológica porque, con esos lapsos, ¿cómo sería un fin la readaptación social?”.

Escribir desde la cárcel

En 2005, a una semana de concluir sus estudios en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, se suscitó el problema legal que llevó a Jesús a la cárcel. “Mis perspectivas cambiaron de pronto —como pasa con cualquiera en una situación similar—, a tal grado que la posibilidad de titularme pareció diluirse.

“Aunque parezca obviedad —relató el joven— estar en un reclusorio te obliga a recorrer una y otra vez los mismos lugares y a enterarte, tarde o temprano, de lo que pasa al interior de esos muros. No fue de manera inmediata, pero con el tiempo supe de la posibilidad de obtener la licenciatura, incluso desde la reclusión e investigué qué debía hacer para eso”.

Proyecto UNAM es una iniciativa de colaboración entre el Gobierno del Distrito Federal y esta casa de estudios que facilita la obtención de grado a universitarios en prisión que ya terminaron sus créditos. “Los eventos que me trajeron aquí pasaron a días de concluir la última clase, así que no pude presentar el examen final. Por ello, en el conteo final de créditos adeudaba una materia, pero se me permitió acabarla aquí; afortunadamente era teórica. Lo demás fue redactar mi tesina”.

Para Jesús este proceso implicó un doble aprendizaje, el de armar un texto con aparato teórico y metodológico estricto y el de hacerlo con material limitado, a la antigua usanza, es decir, sin ayuda de ordenadores ni Internet. “Sólo al final se me permitió una computadora para hacer la transcripción de apuntes. Antes, todo el trabajo lo elaboré en un cuaderno con un bolígrafo, a partir de reflexionar sobre mi experiencia”.

 

 

Un relato desde dentro

Como psicólogo, me dedico al estudio del comportamiento humano en una sociedad regida por normas, de ahí la pertinencia de esta disciplina en el entorno carcelario, señaló Jesús, quien agregó que entre lo que se dice oficialmente de la vida en prisión a lo que pasa, dista una gran brecha “y yo puedo dar testimonio de eso”.

Las autoridades argumentan que en la reclusión se brindan herramientas para que el individuo se readapte y sea una persona de bien, pero en realidad los presos adquieren una subcultura carcelaria a la que deben plegarse, expuso.

Esta situación pone al sujeto en una encrucijada insoluble, apuntó Jesús, pues quien no respeta este código pone en peligro su vida y quien lo sigue, también se arriesga a perecer. De ahí, que las personas dediquen sus esfuerzos a sobrevivir más que en aprender un oficio o cualquiera de las demás actividades disponibles en prisión. “He aquí uno de los aspectos por los que falla el sistema penal en sus propósitos”.

La cualidad de escuchar y observar

De verse obligado a elegir la cualidad más importante para ser un buen psicólogo, Jesús se decantaría por la de escuchar. “Me gusta hacerlo, por eso muchos compañeros se me acercan y platican sus problemas. Además, suelo observar el comportamiento de quienes me rodean y eso me permite hacer algunos planteamientos”, dijo.

A partir de interacciones con otros prisioneros, encontró que uno de los factores que más desgastan en prisión es la exageración de la rutina. “A partir de esta condición se desencadenan otros efectos psicosociales como la rigidez emocional, la aceptación del código del recluso, ansiedad, dependencia a las drogas y otras características”.

Además, agregó, es notorio un empobrecimiento del lenguaje. Éste tiende a hacerse meramente informativo, confeccionado con frases breves, poco elaboradas y sin conceptos propios. El objetivo es comunicar hechos concretos, jamás pensamientos profundos y menos emociones.

“De ahí que encontrar a alguien que sepa escuchar es benéfico para quien vive en el encierro y busca opciones, de otra manera, es fácil que se pierdan en la aridez del escenario carcelario. Por ello, si a alguna conclusión he llegado tras realizar este trabajo académico es que debemos pugnar por el empoderamiento de la psicología dentro de las cárceles. Ello daría mejores resultados que el recrudecimiento de las penas”.

Redes semánticas

“Antes de caer aquí trabajaba de ratero”, “yo sí tenía empleo, vendía droga” y “mi oficio era asaltante”, son algunas frases que ha escuchado Jesús al charlar con sus compañeros. “Parte del problema está en esta forma de concebir al delito, como si fuera algo normal y hasta justificable”, externó.

Si pudiéramos trabajar con las redes semánticas de los reclusos sería factible modificar sus representaciones mentales del crimen y elaborar programas de intervención; en esta tarea la psicología brinda herramientas más efectivas y de efectos más duraderos que la sanción bruta, que es la que se estila, señaló.

Antes de empezar su tesina, Jesús estaba convencido de que algo no funciona bien con el sistema carcelario y al concluirla su opinión no es muy diferente. “Evidentemente es poco efectivo, falto de imaginación y debería inclinarse por mejores opciones, como la retribución del daño y apoyo psicológico oportuno. Si las autoridades se dieran la oportunidad de explorar estas alternativas los resultados serían muy diferentes”.

El joven comentó que estos años han resultado difíciles, pero llevaderos gracias a la presencia constante de su familia. “Me han permitido mantener ese contacto humano y cálido que suele perderse en la reclusión. Yo, por mi parte, he aprovechado este lapso para examinarme y plasmar lo que siento y pienso en este trabajo, del que he concluido —como diría el teórico Marco Marchioni— que no es suficiente luchar por objetivos justos, hay que hacerlo con métodos correctos. Espero que mi esfuerzo abone en esa ruta”.

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