Boletín UNAM-DGCS-776
Ciudad Universitaria
11:00 hs. 29 de diciembre de 2013.

ESTUDIAN UNIVERSITARIOS REORGANIZACIÓN CEREBRAL Y CORPORAL CONSECUTIVA A LA PÉRDIDA DE LA VISTA

  • Los cambios en el cerebro pueden desatarse al cabo de unas horas; en el cuerpo, un mes o mes y medio después

Desde hace algunos años, un grupo de científicos del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM, dirigido por Gabriel Gutiérrez Ospina, estudia en ratas de laboratorio el proceso de reorganización cerebral y corporal que ocurre al perder la vista.

Inmediatamente después de ese suceso, el sistema visual informa al cerebro que las retinas han tenido un problema y se inician varios cambios en éste, que alteran tanto las estructuras que procesaban la información visual, como aquellas relacionadas con el tratamiento de la información auditiva y táctil.

“Con el paso del tiempo también se reorganizan las cortezas asociativas, frontal y prefrontal, así como la motora. Luego, el sistema sensoriomotor envía, a través de los nervios correspondientes, información de esos cambios hacia la periferia y el cuerpo comienza a modificarse”, explicó Gutiérrez Ospina.

De este modo, los cambios en el sistema nervioso pueden desatarse al cabo de unas horas en los sitios cercanos a los ojos, de unas semanas en los que están más alejados de ellos y, en el cuerpo, al cabo de un mes o mes y medio.

En el tálamo, la reorganización debe comenzar luego de unas horas; en la corteza cerebral, durante el primer o segundo día después, y en las cortezas asociativas y prefrontal, probablemente a las dos semanas. Al mes o mes y medio, una vez establecido ese proceso, el sistema sensoriomotor introduce modificaciones sensoriales en el cuerpo, puntualizó.

En el cerebro, la reorganización a nivel del tálamo y de las cortezas asociativas y motora, es prácticamente la misma. Esas estructuras reciben directa o indirectamente información sensorial y al perder la visión, las neuronas que antes estaban dedicadas a recibir y procesar la información visual, ahora “capturan” la auditiva y táctil y la procesan. “Es decir, de neuronas visuales se transforman en auditivas y táctiles”.

Así, por ejemplo, en el caso de la corteza prefrontal, como ya no recibe el influjo de la información relacionada con la vista, toma la información auditiva y táctil para integrar una especie de “espacio visual”, estructurado a partir de estas dos modalidades sensoriales.

En el cuerpo hay dos grupos de nervios periféricos: los somático-sensoriales y los somático-motores, que recopilan y expresan, respectivamente, información que tenemos bajo control consciente; y los sensoriales autonómicos y los motores autonómicos, que recopilan y expresan, cada uno, información que por lo regular no tenemos bajo control consciente (por ejemplo, la que origina la piloerección).

En los individuos que pierden la vista, la densidad de ambos grupos de nervios periféricos se incrementa tanto en los músculos como en la piel, lo que puede hacer que aumente la capacidad de discriminación para cierto tipo de estímulos táctiles, al tiempo que disminuye para otro tipo de estímulos, también de ese sentido.

“La modificación no implica que todo se haga mejor en términos de discriminación táctil, sino que hay cosas que se optimizan y otras que pueden verse afectadas”, apuntó Gutiérrez Ospina.

Por lo que se refiere a la audición, los universitarios no saben qué le pasa al cuerpo, aunque algunos datos publicados por otros grupos de investigación indican que las propiedades fisiológicas del órgano de Corti, cuya tarea es transformar la energía mecánica de las ondas sonoras en energía nerviosa, se modifican.

El principal objetivo del estudio que llevan a cabo los científicos de la UNAM es tratar de restaurar la vista en aquellos individuos que la han perdido.

Ahora bien, uno de los grandes problemas que enfrentan es que, una vez que aprenden a capturar la información auditiva y táctil y a procesarla, las neuronas visuales no pueden renunciar del todo a esa nueva vocación y retomar eficientemente sus funciones visuales.

De acuerdo con Gutiérrez Ospina, las personas que han tenido la oportunidad de volver a reactivar su sistema visual mediante prótesis y su reconexión con el cerebro, con el tiempo caen en un estado de depresión porque no logran interpretar con certeza lo que miran.

“Ven imágenes deficientes, pero más allá de eso, el problema es que les resulta imposible interpretarlas. Por ejemplo, un individuo que ha recuperado la vista platica con un amigo; luego, éste se despide de aquél y se va. Entonces, lo que interpreta el individuo que ha recuperado la vista es que su amigo se hace más chiquito conforme se aleja por la calle, es decir, que desaparece, lo cual le genera angustia. Situaciones como ésta ejercen un gran impacto sobre su psicología. Generalmente, prefieren volver a su condición de ceguera”.

El investigador universitario consideró que, en la recuperación de la vista, la clave es modular la respuesta de la reorganización cerebral. “Debemos tratar de prolongar el periodo en que la corteza visual es reclutada para que ‘capture’ la información auditiva y táctil, y a continuación aprovechar esa ventana de oportunidad para reintroducir el sistema visual”, indicó.

Por eso, él y sus colaboradores han desarrollado algunos métodos farmacológicos y nutricionales para impedir que se presente el fenómeno de plasticidad en el cerebro, al menos en la corteza somatosensorial. El siguiente paso es, una vez interrumpido este fenómeno, tratar de introducir de nuevo la vía visual en la zona correspondiente.

“No es fácil, sobre todo porque si las retinas se hubieran degenerado habría que hacer unas nuevas y reconectarlas con los ensambles de neuronas ya establecidos. Con todo, hay muchas posibilidades de lograr esto, porque en años recientes se han hecho innumerables estudios con implantes de células troncales en retinas que están en proceso de degeneración y se ha conseguido que las trasplantadas se transformen en células retinales y haya una buena recuperación de la vista. ¿Qué tan duradero es este resultado?, no lo sabemos, pero al menos a corto plazo sí se recupera bastante, aunque no completamente”.

Gutiérrez Ospina piensa que si él y sus colaboradores combinan la modulación de la reorganización cerebral con un trasplante de retinas, es más probable que puedan lograr un mejor éxito que el que se ha obtenido hasta ahora.

“Si lo hacemos sin tardanza, no les permitiríamos a las neuronas del sistema visual que incorporen otro tipo de funciones que las distraigan de su función central. Estoy convencido de que hacia allá apunta el futuro en materia de recuperación de la vista”, finalizó.

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Fotos

Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM.