El Museo de Colecciones Biológicas de la Estación
de Biología Chamela, del Instituto de Biología (IB)
de la UNAM, es un importante espacio de investigación y difusión
de la ciencia. Ahí se encuentran las colecciones más
completas de avispas, abejas, escarabajos de antenas largas y moscas
polinizadoras de todo el país.
También están representadas la flora y la
fauna de ese bosque tropical caducifolio (conocido como selva baja
caducifolia, bosque seco, bosque seco estacional o selva seca) y
se concentra todo el conocimiento que se tiene de la biodiversidad
de esa región jalisciense, donde tres mil 200 hectáreas
están bajo resguardo de la UNAM.
Enrique Ramírez García, curador de este espacio
que cuenta con ejemplares que datan de tres décadas, señaló
que se trata de un centro de información de gran utilidad
para hacer investigación y generar conocimiento nuevo.
Hay muchos ejemplos de especies provenientes de Chamela
que fueron descritas para la ciencia, es decir, que se descubrieron
y fueron dadas a conocer a la comunidad científica. Un caso
es la planta Jatropha chamelensis, recolectada el 19 de
septiembre de 1974.
A esa riqueza biológica se suma otra: las plantas
y animales endémicos. “Tenemos conocimiento de 112
especies de flora y 88 de fauna con esa característica. Eso
le da más valor a nuestras colecciones biológicas”.
Ejemplo de ellos son anfibios, reptiles, insectos, aves y mamíferos
como el zorrillo pigmeo (Spilogale pygmaea).
En las colecciones están representadas mil 200 especies
de plantas, 270 de aves, 72 de mamíferos, 46 de reptiles,
20 de anfibios y más de dos mil de invertebrados, como caracoles,
insectos y arácnidos.
De ese modo, el Museo resguarda más de 100 mil ejemplares,
cifra importante si se considera que es una colección regional
y que de manera constante ingresan nuevos materiales, explicó
el universitario.
Luego de la recolecta en campo, los ejemplares se procesan
hasta que la información respectiva va a parar, en forma
digital, a una base de datos y, de forma física, a un anaquel
como parte de la colección. “Tenemos material que está
en ese proceso”, acotó.
Asimismo, precisó que continúa el descubrimiento
de organismos; “de los grupos grandes, como vertebrados, mamíferos,
aves, anfibios y reptiles, se conoce la totalidad de lo que existe,
pero aún faltan por conocer invertebrados como grupos de
moscas, que no han sido estudiados.
Ramírez García recordó que los primeros trabajos
que se hicieron en esa reserva natural fueron para conocer qué
especies de plantas y animales existían, de lo cual se generaron
listados de especies y publicaciones. Hoy, no sólo se cuenta
con una buena representación de los habitantes de la región,
sino de otras.
Eso ocurre porque si un investigador terminó de
conocer su grupo de estudio para este sitio, continúa su
trabajo en el mismo ecosistema (selva seca), pero en otras partes
del país. En el caso de los escarabajos de antenas largas
y de las moscas polinizadoras, por ejemplo, se tiene representación
de entidades como Sonora, Nayarit, Oaxaca y Guerrero, donde también
hay bosque tropical caducifolio.
El comienzo
La Estación de Biología Chamela se inauguró
hace más de 40 años, pero la recolección de
organismos comenzó antes. En 1971 fue donado a la UNAM un
terreno de mil 600 hectáreas cubierto de selva en la costa
de Jalisco. Entonces, los primeros biólogos comenzaron a
visitar y conocer el sitio.
Debido a que no había condiciones para resguardar
los materiales recolectados en el lugar, se procesaban y estudiaban
en el Instituto de Biología, en Ciudad Universitaria. Ya
en la década de los 80, con las instalaciones adecuadas,
muchas de las colecciones regresaron a Chamela para formar el acervo.
Hoy se cuenta con instalaciones destinadas a su resguardo,
con humedad y temperatura controladas que garantizan la conservación
del material, sobre todo si se considera el ambiente tropical de
Chamela.
En el acervo también hay osamentas. Por ejemplo,
hace poco se recuperó un delfín muerto en estado de
descomposición; “lo enterramos en la arena, marcamos
el lugar y regresamos para rescatar el esqueleto. Lo tenemos completo”.
Luego de un proceso de limpieza y blanqueamiento, se podría
armar con fines didácticos o para almacenarse como huesos.
Probablemente ocurra lo primero, pues “hice el registro fotográfico
al encontrarlo, al recuperar el esqueleto y en el proceso de armado.
Si se presenta a los niños esa información en un diaporama
y después lo ven físicamente, resultará interesante.
Nos valemos de las colecciones para llegar al público y enseñar
algunos aspectos de la biodiversidad”.
Otras formas de divulgación son pláticas,
talleres, exposiciones y juegos didácticos, como un memorama
o una lotería de la diversidad biológica de Chamela,
donde están representadas diferentes especies de flora y
fauna.
“Los pequeños de esta zona conocen muchos
organismos, pero con nombres locales; en la carta se incluye la
denominación común y la científica, así
como un folleto con información de cada especie”, expuso
el universitario.
También se han generado revistas especializadas
y libros específicos de la reserva de Chamela y algunos más
generales en torno a las selvas secas del Pacífico mexicano.
En los proyectos de investigación para entender
este ecosistema intervienen equipos multidisciplinarios de científicos:
biólogos, ecólogos, taxónomos, fisiólogos,
genetistas, geógrafos y médicos veterinarios, entre
otros, así como un sinnúmero de técnicas y
metodologías, como estudios moleculares.
Finalmente, Ramírez García alertó
sobre la presión que ejercen los desarrollos turísticos
sobre la reserva. “Utilizan agua de los arroyos que nutren
a la selva y si extraen grandes volúmenes se afectará
a este ecosistema y a los esteros”.
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PIES DE FOTO
Foto Portal 23
Fotos página 27, 35, 28, 34, 45, 42 y 46
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