La rabia es una enfermedad transmisible que representa
un riesgo para la salud pública y animal. Los especialistas
la catalogan en urbana (que se mantiene en perros y gatos) y silvestre
(que ocurre en especies animales no domésticas como coyotes,
murciélagos hematófagos, zorrillos y mapaches, entre
otras).
“Esta clasificación permite diferenciar el
riesgo para los humanos, que se ven más expuestos a la del
primer tipo, pues la cercanía con canes y felinos callejeros
y domésticos favorece la transmisión; mientras la
silvestre, que si bien representa un riesgo, no es tan próxima
a las personas”, advirtió Jorge Cárdenas Lara,
investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
(FMVZ) de la UNAM.
Además, los perros que deambulan en la vía
pública favorecen la posible transmisión entre ellos
y, por tanto, para la gente. No obstante, la situación cambió,
pues el Programa Nacional Antirrábico de la Secretaría
de Salud (SS) logró el control de ese riesgo, señaló.
En opinión de Cárdenas Lara, la relación
perro-rabia ha sido una constante desde tiempos remotos, entonces,
las medidas de control aplicadas no fueron eficaces, por lo que
el peligro se mantuvo hasta alcanzar un punto crónico.
“Al hacer referencia a los registros de vigilancia
epidemiológica tanto de la SS como de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), podemos ubicar la magnitud de la
situación desde una perspectiva histórica”.
Entre 1941 y 1969, en territorio nacional, se registraron
mil 734 defunciones de humanos a causa de la rabia.
Por otra parte, de acuerdo con datos de la SS y la OPS,
de 1970 a 1979, en América Latina, se reportaron dos mil
924 casos de rabia humana, de los cuales México contribuyó
con 732; en la siguiente década (1980-1989) se presentaron
mil 787, a los que el país aportó 699. Para la década
de 1990 a 1999, los registros mexicanos indicaron 240, de un total
de mil 567 contabilizados en la región.
Por lo que se refiere a la rabia canina, en la década
de 1970 a 1979, se registraron 33 mil 330 casos y para 1979-1999,
la suma disminuyó a 13 mil 487.
Tras confrontar las cifras, el epidemiólogo consideró
que el riesgo persiste en el país en la medida en que no
se ha erradicado, pero la situación es diferente. Aunque
la rabia canina sigue presente y que entre 2007 y 2012, se presentaron
144 casos positivos, de 2006 a la fecha no hay registro de humanos
en que la enfermedad haya sido transmitida por perros. Entre 2006
y 2012, se contabilizaron 20, pero la transmisión fue causada
por especies silvestres.
“Si bien hay riesgo, el programa de control ofrece
la certeza de que éste sea limitado por las acciones que
ha tomado en materia de protección: vacunación canina
anual (en 2012 cubrió 17.7 millones de perros), educación
sanitaria, esterilización, reporte inmediato de personas
mordidas y, en su caso, vacunación de las mismas”,
enfatizó.
Por lo que se refiere a individuos agredidos por canes,
comentó que el número es significativo, pues oscila
entre 80 y 100 mil por año, lo que representa un problema
de salud pública, independiente del riesgo de rabia.
Además, si sucede en la vía pública
y no se conoce la condición de salud o protección
del can, es necesario vacunar a las personas involucradas; en esa
situación incurren cerca de 30 mil al año.
Finalmente, el investigador aclaró que es aventurado
pensar en la posibilidad de erradicar la rabia, “pues existen
múltiples reservorios entre las diferentes especies existentes”.
Mientras tanto, “el Programa Nacional de Control
de Rabia Urbana de la SS, es una medida sanitaria exitosa y podría
ser modelo para su aplicación en otros programas de salud
animal”, concluyó.
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