José Agustín fue un alumno con precocidad
explícita, ajeno a la convencionalidad. A los nueve años
escribió El Robo, su primer cuento; en el segundo
año preparatoriano (1964) ya había publicado La
Tumba, su novela debut; a la edad de 19, tenía en su
haber 40 obras de teatro, entre ellas, Los atardeceres privilegiados
de la Prepa 6 (estrenada en 1970). Y a los 23, debutó
en el guionismo cinematográfico con Cinco de chocolate
y uno de fresa, cuantificó en voz alta.
“A la hora de escribir, escribo lo que me nace y
lo que me brota; ahora estoy con una novela (La Locura de Dios)
y la hago con mucho gusto. Quería acabarla pronto, pero tuve
un accidente en Puebla y la tuve que posponer”, comentó.
Considerado por algunos sectores el primer crítico
mexicano de rock, en 1969 escribió La nueva música
clásica, y sigue con el oído puesto. “Oigo
mucho rock, ciertamente hay cosas que no se promueven demasiado
y que valen la pena, generalmente los grandes grupos así
empiezan”.
Mudado desde octubre de 1975 a Cuautla, Morelos, para José
Agustín las redes sociales pueden ser un instrumento literario.
“Es cosa de saber utilizarlas; si las cartas y los telegramas
se han convertido en material de literatura, ¿por qué
el Facebook y el Twitter no?, ¡claro que sí!”.
Hace 42 años
Ya se cumplieron poco más de cuatro décadas
desde que el escritor guerrerense apareció por vez primera
en las páginas de Gaceta UNAM. El reporte de una
conferencia sobre temas de “inquietud juvenil”, en el
auditorio de la entonces Facultad de Comercio y Administración
en Ciudad Universitaria, abrió el telón de su memoria
auriazul. “¡Ah, se puso muy buena!, pero la verdad yo
vivo el día de hoy, aquí y ahora”.
En un paseo soliloquial por el campus universitario, se
detuvo en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), donde
fue alumno de Letras Clásicas. “Estuve poco tiempo,
unos meses nada más, rápidamente me di cuenta que
se trataba de convertirse en un académico y regresé
a mi taller con Juan José Arreola, que fue mi universidad
en ese sentido”.
La multiplicidad de la vocación por las letras lo
llevó a encontrar en el Centro Universitario de Estudios
Cinematográficos (CUEC) lo onírico de su estancia
universitaria.
“El CUEC era ideal porque era muy, muy libre. Vi
que había una oportunidad de conseguir una beca, la solicité
y me la dieron. Empecé a tomar mis clases, fue una de las
primerísimas (generaciones), no me acuerdo si la segunda
o la tercera. Había una credencial, que le permitía
a uno entrar a todos los cineclubes que había, a veces los
mismos maestros decían: están pasando una película
padrísima aquí en Arquitectura, váyanse para
allá, y ahí nos íbamos todos”.
-¿Se acuerda de su número de cuenta?
-¿De qué?
-De la UNAM
-¡No!
Tiempo de laureles
La Medalla al Mérito en las Artes 2011, otorgada
por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), así
como la Medalla de Oro de Bellas Artes y el Premio Nacional de Ciencias
y Artes 2011, en el rubro de Lingüística y Literatura,
son algunos de los reconocimientos que José Agustín
ha obtenido en tiempos recientes.
“Estas cosas sólo ocurren en un momento de
la vida, que es en el que estoy; tengo 69 años y creo que
he hecho algunas cosas relativamente estimables. Me gustaría
seguir escribiendo hasta el último instante que pueda”.
José Agustín, quien reconoció su gusto
por la docencia, ejercida en las universidades de Denver, Iowa,
así como en la Universidad Autónoma Metropolitana
y en nuestra casa de estudios, formuló una recomendación
simple para quienes se inician en las letras.
“Practicar, escribir y leer es fundamental para el
que quiere escribir. Leer es muy estimulante, brotan ideas; ¡ah,
mira este cuate está escribiendo sobre esto, yo también
voy a escribir, qué diablos! Y surgen capacidades técnicas
que a veces uno nunca se hubiera imaginado. Creo que hay que revisar
a los clásicos, pero por fuerza, empezar con ellos; yo inicié
con Jean-Paul Sartre cuando tenía nueve años de edad,
imagínense nada más”.
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