Los inmunomoduladores constituyen una variedad de sustancias
(pueden ser fármacos químicos o biológicos)
que sirven justamente para modular la respuesta inmunológica
de las personas.
Los utilizamos para favorecerla en pacientes con inmunodeficiencia
o, por el contrario, para disminuir la actividad del sistema inmunológico
en quienes lo tienen muy activo, por ejemplo, los que padecen una
alergia o una enfermedad autoinmune, dijo María del Carmen
Jiménez Martínez, investigadora del Departamento de
Bioquímica de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Las alergias, la autoinmunidad y la inmunodeficiencia son
trastornos del sistema inmunológico. En el caso de la última,
hay una falla en la función de alguno de los partícipes
de ese sistema, por lo cual la gente se enferma.
En el caso de las alergias, existe una activación
del sistema inmunológico contra antígenos o sustancias
que se encuentran en el ambiente, como el polen y el polvo, entonces,
se manifiestan como rinitis, conjuntivitis, dermatitis y asma, entre
otras.
En cuanto a la autoinmunidad, también hay una activación
del sistema inmunológico, pero en este caso contra el propio
organismo. Dos de las enfermedades autoinmunes más frecuentes
son el lupus y la artritis reumatoide.
Jiménez Martínez hace investigación
básica y aplicada. En la primera, su línea está
más dirigida hacia la inmunología ocular: estudia
inmunomoduladores en enfermedades infecciosas, alérgicas
y autoinmunes de los ojos.
Con sus colegas, separan células de la superficie
ocular y las ponen en contacto con diversos estímulos, como
antígenos, alérgenos o ciertas moléculas que
activan el sistema inmunológico, luego, estudian qué
sustancias producen y cuáles podrían explicar alguna
patología.
De este modo han tratado células epiteliales limbales,
que son las que se ubican entre la córnea y la esclerótica
o área blanca del ojo, éstas son células madre
de las que están en la córnea. Ahora los investigadores
saben que al utilizar ciertos inmunomoduladores, como la doxiciclina,
no producen –o producen menos– citocinas que inflaman
el ojo, lo que podría aprovecharse como tratamiento terapéutico
adyuvante.
“Las inmunoterapias que hemos estudiado más
son la sublingual antígeno específica en pacientes
con alergia ocular y el extracto dializado de leucocitos, llamado
también factor de transferencia, en pacientes con queratitis
herpética”, señaló.
Además de atender su proyecto en la FM, Jiménez
Martínez trabaja en el Departamento de Inmunología
de la Unidad de Investigación del Instituto de Oftalmología
Conde de Valenciana, donde lleva a cabo protocolos de estudio aplicados
en personas con queratitis herpética y conjuntivitis alérgica.
El tratamiento convencional de esa queratitis es con antivirales,
pero tarda mucho en dar resultados, mientras el daño ocular
avanza. Con el factor de transferencia, en cambio, los pacientes
han mejorado de manera considerable.
Por lo que se refiere a los que tienen conjuntivitis alérgica,
la inmunoterapia sublingual antígeno específica ha
demostrado tener un efecto terapéutico importante, tal vez
porque induce la generación de células reguladoras
que los investigadores han identificado en aquéllos.
“La inmunoterapia sublingual antígeno específica
ha sido estudiada en casos de rinitis, asma e incluso dermatitis,
pero no en otros de conjuntivitis alérgica, por ello, una
de nuestras líneas de investigación apunta a saber
cuáles son los cambios inmunológicos que ocurren en
pacientes con dicha enfermedad que la reciben”, indicó
la científica universitaria.
Jiménez Martínez participó recientemente
en un estudio realizado por el Instituto de Oftalmología
Conde de Valenciana –en colaboración con el Instituto
Politécnico Nacional, a través del proyecto Factor
de Transferencia y el Hospital Infantil de México–
con niños que padecían dermatitis atópica.
Un grupo de infantes recibió el factor de transferencia
más el tratamiento convencional, y otro, únicamente
el tratamiento convencional y un placebo.
Se hicieron tres evaluaciones a lo largo de un mes (antes,
durante y después de cada tratamiento), se analizó
la respuesta clínica mediante un sistema de clasificación
de lesiones dermatológicas conocido como SCORAD y, además,
se efectuaron algunas determinaciones inmunológicas para
ver cuál es el mecanismo por el que el extracto dializado
de leucocitos pudiera ejercer alguna acción benéfica
sobre la piel de esos niños.
Al final, ambos grupos tuvieron buena respuesta a cada
tratamiento, pero en los pequeños que fueron tratados con
extracto dializado de leucocitos hubo cambios inmunológicos
que sugieren que, al quitar el tratamiento convencional, la reactivación
de la enfermedad tardará más.
“Pronto vamos a comenzar la segunda parte de ese
estudio, igual en el Hospital Infantil de México, para establecer
el tiempo que tarda en reactivarse la enfermedad una vez que el
tratamiento concluye; es decir, para confirmar nuestra primera observación”,
finalizó la investigadora.
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