En México, el síndrome del intestino –o
colon– irritable (SII) es uno de los trastornos funcionales
digestivos más frecuentes en la población y afecta
en mayor proporción a las mujeres. Se denominan funcionales
porque con los métodos disponibles en la actualidad no puede
determinarse la existencia de una lesión estructural u orgánica
que los explique.
Es el primer motivo de consulta al gastroenterólogo
y una de las cinco principales causas de consulta al médico
general, explicó Max Schmulson Wasserman, del Laboratorio
de Hígado, Páncreas y Motilidad (HIPAM), del Departamento
de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM,
ubicado en el Hospital General de México.
El universitario y sus colaboradores –investigadores
de las áreas clínica y básica– realizan
estudios encaminados a entender qué origina esos padecimientos
crónicos, que ameritan atención y cuidado tanto de
quienes lo padecen, como de los especialistas que lo tratan.
Debido a que el SII no es visible radiológica, endoscópica
ni analíticamente, su diagnóstico se sustenta, principalmente,
en hallazgos sintomáticos. Sin embargo, en algunos casos
deben realizarse exámenes clínicos para descartar
problemas orgánicos, metabólicos, infecciosos o estructurales.
La teoría es que se trata de una enfermedad multifactorial
donde existe una mala comunicación entre el cerebro y el
intestino. Ambos órganos están vinculados bidireccionalmente:
el primero recibe información del segundo y percibe las sensaciones
normales como si fueran dolorosas, por lo que el paciente refiere
malestar abdominal; en respuesta, el cerebro envía información
para que el último se mueva más rápido o más
lento y produce diarrea o estreñimiento, indicó Schmulson
Wasserman.
Por lo tanto, el SII se basa en una combinación
de dolor o malestar abdominal con cambios del hábito intestinal:
evacuaciones menos o más frecuentes de lo normal y más
duras o más sueltas. “Ése es el síndrome
del intestino irritable, el más común de los trastornos
funcionales digestivos y lo que la gente denomina, de manera incorrecta,
colitis”, dijo.
Si bien se trata de un trastorno funcional, en los últimos
años se han evidenciado ciertas lesiones, incluso se sabe
que en un subgrupo de pacientes ocurre una inflamación de
bajo grado en el intestino, aunque aún no existe un método
o prueba diagnóstica para determinarla. La valoración
se establece por indicios sintomáticos, basados en los Criterios
de Roma III (criterios clínicos utilizados en la actualidad
para el diagnóstico de los desórdenes funcionales
intestinales).
Por tratarse de una enfermedad multifactorial, no existe
un tratamiento universalmente efectivo, sin embargo, se cuenta con
investigación en nuevos medicamentos para tratarla, puntualizó.
Se debe determinar el síntoma predominante, ya sea
diarrea, estreñimiento, dolor o distensión abdominal;
con ello se decide el tratamiento.
En el HIPAM, uno de los pocos laboratorios de investigación
donde se hace medicina traslacional (vinculación entre la
básica y clínica), se ha demostrado que estos pacientes
tienen menores niveles de interleucina 10 (IL-10), una citosina
antiinflamatoria, lo que quizá los predispone a una inflamación
de bajo grado, detalló el universitario.
“Hemos estudiado también la presencia de otros factores
inmunológicos y encontramos que las células mononucleares
de sangre periférica se encuentran activadas en estos pacientes
y también presentan un marcador de reclutamiento intestinal
que haría que en presencia de agentes infecciosos, estas
células se dirijan al intestino y permanezcan allí.
Esto podría explicar por qué algunos desarrollan el
SII después de una infección”, comentó.
Criterios de Roma IV
Max Schmulson recientemente fue homenajeado por la Fundación
de Roma en el Congreso Americano de Gastroenterología, donde
además de entregarle un reconocimiento por su trabajo al
frente del Comité de Relaciones Internacionales de ese organismo,
entre los años 2009 al 2013, se le integró al proceso
de los Criterios de Roma IV, método para el diagnóstico
de enfermedades funcionales gastrointestinales.
El investigador de la UNAM, junto con un colega brasileño,
es uno de los dos especialistas latinoamericanos que participan
en el establecimiento de esos criterios.
La función del Comité de Relaciones Internacionales
de la Fundación de Roma, consiste en extender los conocimientos
en el área a países cuya lengua no es el inglés.
Por ejemplo, al traducir la información a otros idiomas como
el español. Ha sido importante para la educación de
los médicos y para contar con material relacionado con los
trastornos funcionales digestivos editados por ese organismo.
Finalmente, en reconocimiento a sus aportaciones en el
campo de los trastornos funcionales digestivos, Max Schmulson ha
sido nombrado miembro del Consejo Directivo de la Fundación
de Roma, cargo que ocupará a partir de mayo de 2014. Ésta
es la primera vez que un latinoamericano accede a esa posición
“y es definitivamente un gran honor”, finalizó
el especialista.
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